El Rabino tenía 12 hijos y precisaba salir de la casa en donde vivía y alquilar otra mayor, pero no conseguía nada, por causa de la cantidad de hijos.

Cuando decía que tenía 12 hijos, nadie quería alquilarle, ya que se imaginaban  la destrucción de la casa y lo peor es que no podía decirles que no tenía hijos.

¡No podía mentir!

Estaba desesperado, ya que el plazo para mudarse, se estaba agotando.

Entonces tuvo una idea: pidió a su mujer, ir a pasear al cementerio, con 11 de los hijos. Tomó al que sobraba, y fue a ver otras casas, hasta que le gustó una.

El  propietario de la casa preguntó, cuántos hijos tenía.

Él respondió que tenía 12.

Entonces le preguntaron dónde estaban los otros.

Con cara de circunstancia respondió:

-Están en el cementerio, junto con su madre.

Y fue así que consiguió alquilar la casa, sin tener necesidad de mentir.

La inteligencia hace la diferencia. No es necesario mentir, si elegimos la palabra correcta