Max Daniel H.

Schwartz se quiere casar y acude a una casamentera.
La casamentera le recomienda una mujer guapa, con un solo defecto, que la recomendada está coja.

Schwartz se disgusta y furiosamente le reclama a la casamentera:
¿Usted de verdad quiere que me case con una mujer coja?
-Cálmese, dice la casamentera- primero escuche mi oferta.

Supongamos que usted contrae matrimonio con una mujer cuyas piernas están normales. ¡Fíjese! Van a Venecia para pasar bien su luna de miel. El pie de su esposa se atora en la vía del tren. A pesar de que usted de inmediato acuda a su ayuda para liberar el pie de su esposa, este se rompe. Por consiguiente se echa a perder su luna de miel, ambulancia, hospitalización, tienen que enyesar el pie de su esposa. Durante varios meses rehabilitación, usted va a gastar demasiado dinero.

Ya cuando le quitan el yeso a su esposa, resulta que esto no se soldó bien. Por este motivo hay que romper el hueso nuevamente. De nuevo le causa muchísima molestia y más y más gastos.
Mientras se soldó el hueso correctamente, pasan varias semanas y usted casi está en bancarrota.- ¡Ah! – ¿Y cree usted que esto es todo?
El hueso quedó bien, pero su esposa quedaría coja.

¿Ya lo ve? Dice la casamentera – Usted conmigo puede adquirir todo esto ya consumado.