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Adolf Hitler tenía ancestros judíos y raíces africanas, aseguran investigadores belgas. Nació en Frankfurt en 1952, vive y trabaja en Israel desde hace más de 25 años. Pese a tener nombre, apellido y correo electrónico, no va a hacerlos de conocimiento público pues quedaría al descubierto la trama de su vida. Desde hace tiempo se ha convertido al judaísmo y enseña el Talmud en una universidad israelita. Es el sobrino-nieto de Adolf Hitler.

Según informa el diario italiano La República, el hermanastro de Adolfo Hitler, Alois junior, engendró a Heinz, segundo esposo de la abuela de nuestro protagonista, Ema Patra Hitler, quien al terminar la guerra eliminó la «t» de su apellido y lo cambió por «Hiler» para evitar ser identificada.

«Heinz se casó con la abuela Ema cuando ella se divorció de mi otro abuelo. Yo, por tanto, no tengo lazo alguno de sangre con el Führer, no tengo ADN en común”, precisa el sobrino/nieto de Hitler que dice haberse encontrado con Heinz solamente una vez «para un té» en casa.

«La abuela estaba encantada de haberse casado con uno de su clan». Ella, a la que califica de «fervorosa nazi», permaneció tal «hasta el fin de sus días», relata. «Creía en la ideología antes, durante y después de la guerra. Estaba orgullosa de que su suegro fuera hermano de Hitler».

«Mis padres eran ambos cristianos protestantes. Los dos estaban en la Wehrmacht, el ejército del Tercer Reich. Mi padre, ardiente defensor del Partido, se divorció de mi madre poco después de mi nacimiento. Así crecí con ella. Mi madre, en ese momento, no recibía ayuda alguna, ni económica, ni mucho menos moral de la abuela Ema, mujer indiferente a las penas y sufrimientos de los demás».

«He tenido una infancia llena de problemas; con mi madre pasábamos de una casa a otra arrojados fuera, cuando no teníamos más dinero para pagar el alquiler. Sin embargo, ella me ha contado todo mostrándome documentos con la esvástica, las cartas y las fotografías de nuestros parientes, incluida ella misma, mientras llevaban uniformes. Y cuando le pregunté, una vez visto que sabía las condiciones en que vivían los hebreos polacos en Lodz, por qué había continuado obedeciendo, me dijo sencillamente, con mucha vergüenza: “Tenía miedo“. Le creí».

Su conversión al judaísmo

«Leí “Mein Kampf“, el libro de Hitler, de muchacho. Y quedé ciertamente impactado. ¿Cómo ha podido la gente ser tan estúpida para poder elegir a un hombre que escribía semejantes cosas?».

«Mi recorrido hacia el hebraísmo ha sido largo. Después de la madurez, en el momento de hacer el servicio militar en Alemania, elegí Teología. El curso preveía un periodo de seis semanas en Israel. Era el inicio de los años setenta. Una vez llegado, me he sentido como en casa. Me quedado y se ha producido mi conversión».

«Tu abuelo podría haber gaseado a mi abuela»

Algunos calculan que hay unos 300 alemanes convertidos al judaísmo que viven actualmente en Israel. Muchos de ellos, entre los cuales se encuentran varios docentes universitarios, aún no quieren revelar su identidad y pasado.

El sobrino de Hitler utiliza otro nombre, aunque ya ha sido identificado en Israel por alguno. «No me agrada oír hablar de los palestinos con suficiencia. El Holocausto y el Tercer Reich me han forjado. Soy pacifista, y pienso que la democracia se prueba a sí misma respetando los derechos de las minorías. He buscado siempre ser honesto sobre mis orígenes: no los he ocultado jamás. También lo he hablado con mis alumnos y uno de ellos me ha dicho: “Imagina, tu abuelo podría haber gaseado a mi abuela“».

«Cuando mi historia ha comenzado a ser conocida, diversas personas, con las que hablaba habitualmente no me han estrechado más la mano. Se cambian de acera. Y a mis hijos en el colegio, los niños les escupen encima llamándolos “nazis“. He aprendido la lección. Alguna gente no quiere que tú cambies. Jamás».

 

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