CLARA SHERER

Afirma UNICEF que hay cinco razones para invertir en los adolescentes.

Primero: cumplir los tratados sobre derechos humanos, incluyendo la Convención sobre los Derechos del Niño –que abarca casi al 80% de los adolescentes – y la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, que abarca a todas las niñas adolescentes.

Segundo: invertir en ellas y ellos consolida los avances registrados desde 1990: reducción del 33% en la tasa mundial de mortalidad de menores de 5 años; eliminación de la disparidad entre los géneros en la matriculación en la primaria; y los progresos relativos al acceso a los servicios de vacunación, agua potable y medicamentos vitales.

Pese a lo anterior, en Brasil, por ejemplo, 81.000 adolescentes de 15 a 19 años fueron asesinados entre 1998 y 2008. En el plano mundial, la asistencia neta a la secundaria es un tercio más baja que la asistencia a la primaria. De todos los nuevos casos de infección por el VIH, un tercio corresponde a jóvenes entre los 15 y los 24 años. Y en el mundo en desarrollo –sin incluir a China – una de cada tres niñas contrae matrimonio antes de cumplir 18 años. Es claro que lo que hacemos en favor de los niños y del respeto a sus derechos se está perdiendo por la falta de apoyo a las y los adolescentes.

Tercero: esta inversión acelera los progresos en la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la discriminación por motivo de género. La adolescencia es una década central de la vida, cuando la pobreza y las desigualdades suelen transferirse a la siguiente generación, ya que los hijos de las adolescentes pobres nacen en situación de pobreza. De todas las adolescentes en edad de asistir a la secundaria, casi la mitad no está estudiando. Y cuando asisten, muchas abandonan sus estudios o terminan sin haber adquirido las habilidades y los conocimientos que la economía requiere.

Estas deficiencias están contribuyendo a las tendencias en materia de empleo juvenil. La crisis económica mundial ha producido una cohorte de jóvenes desempleados que, en 2009, sumaban alrededor de 81 millones. Los empleos decentes para las y los jóvenes escasean; en 2010, cerca de una cuarta parte de los trabajadores pobres de todo el mundo eran individuos de entre 15 y 24 años.

La transmisión intergeneracional de la pobreza se manifiesta con mayor claridad entre las niñas adolescentes. La desventaja educativa y la discriminación basada en el género inciden en las condiciones de exclusión en las cuales muchas viven, así como en el matrimonio a temprana edad y en la violencia doméstica. Las adolescentes más pobres tienen más probabilidades de casarse a temprana edad;  la tasa de matrimonio precoz es tres veces más alta que entre las adolescentes de las familias del quintil más rico. Las niñas casadas están más expuestas a quedar atrapadas en el ciclo negativo de embarazos prematuros, altas tasas de morbilidad y mortalidad materna, y altos niveles de desnutrición infantil. Para interrumpir la transmisión Inter- generacional de la pobreza es necesario adoptar un enfoque que conceda más importancia a la atención, la protección y la promoción de la autonomía de las niñas y adolescentes.

Cuarto: Sean ricos o pobres, las y los adolescentes tendrán que hacer frente a las consecuencias Inter- generacionales de la actual zozobra económica, incluyendo el desempleo estructural que podría persistir; el cambio climático y la degradación del medio ambiente; el vertiginoso proceso de urbanización y la dinámica de la migración; el envejecimiento de las sociedades y los crecientes costos de la atención de la salud; la pandemia de VIH/sida; y las crisis humanitarias, cada vez más frecuentes y devastadoras.

El número de adolescentes es muy superior al número de adultos en los países donde estos graves problemas son más apremiantes: los que tienen menores ingresos, mayores niveles de inestabilidad política y un ritmo de crecimiento urbano más acelerado; y los que están más expuestos a las contiendas civiles, los desastres naturales y los estragos del cambio climático. Las y los adolescentes necesitarán conocimientos y capacidades que les permitan encarar esas dificultades a medida que surjan.

Quinto: Es común referirse a ellas y ellos como “la próxima generación de adultos”, “la futura generación” o, sencillamente, “el futuro”. Pero las y los adolescentes también son parte importantísima del presente; viven, trabajan y contribuyen a sus hogares, comunidades, sociedades y economías.

Los adolescentes de ambos sexos merecen protección, atención, apoyo y oportunidades; acceso a productos esenciales y a servicios; y reconocimiento de su existencia y su valor como seres humanos. En algunos contextos –como el matrimonio precoz, la explotación sexual con fines comerciales y los problemas con la ley, tienen necesidades más grandes que los niños. Sin embargo, se trata de las cuestiones a las que se presta menos atención, y en las que menos recursos se invierten, casi siempre debido a susceptibilidades políticas, culturales y sociales.

Todo esto apunta a una verdad innegable: tanto hoy como en las próximas décadas, la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la discriminación por motivo de género no será completa ni totalmente efectiva mientras no se otorgue una mayor prioridad al desarrollo y la participación de las y los adolescentes.

(Síntesis de Informe “La adolescencia: una época de oportunidades” – Estado Mundial de la Infancia 2011. UNICEF)