ALEJANDRO LABORIE ELÍAS

Si bien es cierto que hablar de la revolución sexual es un tema demasiado desgastado, no por ello deja de ser interesante que se lleve a un escenario teatral el asunto abordando la homosexualidad, el lesbianismo, la bisexualidad, las relaciones sexuales en grupo, el sadicomasoquismo, en concreto las relaciones humanas que conllevan una serie de sentimientos, encuentros y desencuentros entre los miembros de una sociedad y tratar de llegar a una conclusión: se trata de una perversidad o de una liberación sexual?

Martín Acosta, destacado director del teatro mexicano, es el responsable del montaje intitulado Gotas de agua sobre piedras calientes, de R. W. Fassbinder. El texto fue escrito cuando su autor contaba con apenas 19 años de edad, sin embargo lo que sorprende es que siendo casi un adolescente trate el tema con una sencillez –que no simpleza-, impresionante y con una naturalidad asombrosa y, a la vez, con una profundidad y seriedad impecables.

Otro aspecto que merece ser destacado es que Fassbinder no emite juicios morales, sólo refleja una sociedad, la que le rodea y la que le siguió; no hay moralejas, ni consejos, simplemente planteamientos y corresponde a cada espectador hacer sus propias conclusiones.

Algunos pensarán que los personajes son abominables, los conservadores; otros pensarán que se trata de seres que han roto las cadenas éticas que obstaculizan el verdadero placer que puede proporcionar el sexo cuando se goza de plena libertad. Lo cierto es que para nadie pasará indiferente el tratamiento del dramaturgo.

Fassbinder es más conocido por su trabajo cinematográfico que por su labor como dramaturgo, por ello esta es una buena oportunidad para conocer otra faceta de él, sobretodo porque en su momento y en el que sea se puede decir que es un provocador, un irreverente, un vanguardista de ayer, hoy y mañana.

Con relación al montaje, Martín hace mancuerna con Jorge Ballina –uno de los más importantes escenógrafos contemporáneos- y ambos optan por un escenario enmarcado, como si se tratara de un cuadro donde las imágenes, en concreto los personajes cobran vida frente al público.

Se puede decir que en forma real la escenografía está montada en el proscenio, el mobiliario en línea –lo que recalca la lectura del cuadro- y en realidad son pocos los objetos que se emplean. Unas ventanas, unas puertas y un “sótano” de lo que no se dice más porque tienen un simbolismo importante.

Cuatro personajes: un hombre maduro bisexual que se liga a un joven de 20 años que no sabe con certeza cuál es su preferencia sexual, porque tiene novia y acepta el galanteo del primero; la esposa de este que no tiene ni idea de qué hacer con su vida y por último la novia, que ante un amor desmesurado por el joven, cae en las situaciones límite a las que la llevan los otros tres.

Para estos singulares y patéticos personajes se escogieron a Tomás Rojas, Ricardo Polanco, Inés de Tavira y Laura Almeda. De Laura no hay mucho que decir, impresionante como siempre, una de las mejores actrices del medio teatral nacional, su sola presencia impone, sus aptitudes histriónicas indiscutibles, tal vez lo único que está en contra de ella es el vestuario que le diseñaron y una espantosa peluca güera que nada tiene que ver con el conjunto de la propuesta. No se sabe el por qué de esta decisión de Martín, hasta deja la sensación de que el personaje de Laura está en otro género con relación al resto.

Tomás compenetrado en su papel, además de que juega el rol del dominante, del sádico y su trabajo es por demás meritorio, con momentos muy destacados. Inés, bien a secas, en algunas escenas no alcanza el nivel de sus compañeros, pero como se dice en el argot simplista del teatro, cumple. El que verdaderamente sorprende es Ricardo Polanco, quien va de menos a más durante el desarrollo de la trama; sus expresiones faciales y corporales son precisas, nunca se “aloca” ni cuando se le exige desesperación o esperanza, certidumbre o incertidumbre, reiterando es quien a la postre se “roba” el montaje.

Gotas de Agua sobre piedras calientes, de Fassbinder, es una buena oportunidad para analizar, desde la perspectiva sexual, las relaciones tormentosas que surgen entre los seres humanos, obra que tiene temporada en el teatro El Galeón, los jueves y viernes a las 20:00, sábados a las 17:00 y domingos a las 18:00 horas, hasta el 10 de julio del presente año.