PETER KATZ

El antiguo Imperio Teutón de Wilhelm II, perdió esta guerra vencido por una coalición de aliados que incluyó a Francia, el Imperio Ruso, Italia y Serbia.

Después de la derrota y de la rendición de las tropas, le fueron impuestos pesados castigos económicos, como pago por haber iniciado los combates y para compensar las pérdidas de los aliados. El monto de estas reparaciones era totalmente fuera de la realidad, era prácticamente impagable.

La indemnizaciones fueron primeron negociadas entre los aliados, en el Tratado de Versalles, 1919 – 1920, con la participación del Primer Ministro David Lloyd George del Reino Unido, el Primer Ministro Vittorio Emanuele Orlando de Italia, el Primer Ministro Georges Clemenceau de Francia, y el Presidente Woodrow Wilson de los Estados Unidos. El negociador alemán únicamente era un oyente.

Estas reparaciones, que castigaban al ex enemigo, nunca fueron observadas por Alemania ni tampoco se hicieron efectivas, hasta 1945, fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando hubo un pago simbólico, paralelo con el nuevo Plan Marshall.

Alemania violó desde un principio varias otras condiciones del Tratado de Versalles, que se referían a dejar de producir armamento, a desmantelar su flota marina y no construir nuevos submarinos.
Después de la derrota militar, la familia imperial alemana y la austriaca, huyeron al extranjero. El país fue declarado como una República
Democrática, la República de Weimar. Alemania efectivamente vivió una etapa democrática, 1918 – 1933, la primera y la única en su larga historia. Varios partidos políticos se disputaban el poder. Hubo un despertar cultural. Teatro, ópera, bailes clásicos, y sobretodo el Cabaret, un espectáculo de alto contenido político, que no solamente cautivó a Berlín, sino a todo Europa.

Por el otro lado, hubo mucha desocupación, al dejar de fabricar armas que ya no eran necesarias en tiempo de paz.

La desocupación provocó una crisis económica, que a su vez, desató una tremenda devaluación de la moneda. El papel “valuta” llegó a no valer nada.

Esta situación de inseguridad para la mayoría del pueblo, la aparición de largas filas de gentes ante las cocinas populares, simplemente porque tenían hambre, escenificó el escenario ideal para la aparición de un grupo político conocido como los Nacional Socialistas.

Las tácticas de este grupo político encabezado por Adolf Hitler, eran de atacar y suspender reuniones de otros partidos alemanes, por el terror. Simplemente llegaban con un gran número de simpatizantes y acababan con la reunión, a base de golpes.

Hitler, desde que empezó su vida política en Alemania, después de haber sido suspendido del ejército, en el que sirvió como sargento, se juntó con gente que nunca había encontrado un lugar en la sociedad.

Con ayuda de esta gente desarrolló su teoría antisemita racial, que consideraba a los judíos como racialmente inferiores y los “culpables de todos nuestros males”. Fue un buen slogan político.
Decía: “Die juden sind unser unglueck”, los judíos son nuestra desgracia.

En 1933 Paul Hindenburg, el anciano guerrero alemán, que todavía gozaba de la confianza de la mayoría de la gente, le entregó el poder a Hitler.

A partir de enero de 1933, fue el Canciller de Alemania, en realidad de un Estado dictatorial, que los Nacional Socialistas lograron crear, casi sin oposición de las fuerzas democráticas que materialmente sufrían bajo los golpes desenfrenados impartidos por las bandas de nazis.

Una vez decretadas las Leyes de Nuremberg (1934), los judíos perdieron todos sus derechos civiles que gozaban desde la Emancipación. Podían emigrar, dejando al Estado alemán todos sus bienes. Sólo así conseguían el permiso de viajar a otro país, siempre y cuando este les haya concedido un visado. Ahora decía Hitler, hay que limpiar a Europa de los judíos.

En septiembre de 1938, se escenizó la Kristalnacht, en la que ardieron 80 sinagogas en la Gran Alemania y fueron destruidos los aparadores de un sin número de tiendas. En 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial, debido a lo cual la emigración ya no era posible. Las víctimas del Holocausto fueron el resultado de la aplicación de las Leyes Raciales de Nuremberg, sin que ninguna voz se alzara, aunque los Hornos Crematorios despedían bastante humo, como para que no se vieran en los cielos.

No solamente judíos emigraron de Alemania entre 1933 y 1939. Destacados profesionistas, imposibilitados para realizar su trabajo y expresar sus ideas, tomaron el camino del exilio, como un acto de protesta contra el Nacional Socialismo. Escritores como Thomas Mann, la escultura Kaethe Kollwitz, los arquitectos Walter Gropius, Hannes Meyer y Ludwig Mies van der Rohe, la actriz Marlene Dietrich y el compositor Bertholt Brecht, se fueron a países más tolerantes.

Para la humanidad, lo que pasó en Alemania fue una catástrofe, aparentemente imparable. Los números que arrojan como pérdidas humanas las estadísticas de la Segunda Guerra Mundial, son de 52 millones de seres humanos.