La presencia hebrea en Cuba. Parte II
Por Nedda Anhalt el 04 agosto 2011 en Historia, Reflexiona (Edit)1 Comentario

NEDDA G. DE ANHALT/EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDIO

II. Migraciones.
Oh, mia patria se bella e perduta!
Giuseppe Verdi

Para proseguir con las aventuras y desventuras que han sufrido los hebreos en esta Isla, es necesario mencionar ciertos sucesos harto conocidos, mas no siempre relacionados. El gran historiador cubano Leví Marrero[1] -para quien el judaís mo “es una fe, un modo de vivir; no es una raza ni un grupo tenebroso ni una conspiración anticristiana”- el proceso de la inmigración hebrea en Cuba “ha sido el resultado directo de las dos guerras mundiales”.
Para los hebreos que buscaban oportunidades económicas huyendo de la Inquisición, tanto como del antisemitismo, los pogroms[2] o posteriormente, del nazismo, Cuba, en esos tiempos difíciles fue, salvo en contadas excepciones, un refugio muy apreciado. Disfrutar ese “cielo límpido, clima grato” -o ingrato para otros[3] por la falta del idioma español, la ropa adecuada y recursos económicos-, llegar a ese “suelo fértil, economía activa” en una isla de sol brillante… pareció la entrada a un verdadero paraíso. Ciertamente fue el caso de mis progenitores[4]. Mi madre llegó a Cuba como turista durante los años veinte, pues visitaba a una amiga de Varsovia que había contraído matrimonio en Cuba. En ese viaje, aunque conocería al que fue mi padre, ella, tal como le prometió a su madre, regresaría a Varsovia. Un año más tarde viajó una vez más a Cuba para casarse con él[5].
Nunca olvidaré lo que en una ocasión me reveló sobre su segunda llegada a La Habana. No recuerdo ahora si me dijo que era en la calle Muralla o en la de Bernaza, pues en ambas abundaron los comercios de hebreos[6]. Estaba ella en una tienda cuando entró un sacerdote cubano y, al encontrarse casualmente a un conocido judío, ambos se fundieron en un fraternal abrazo. Para mi madre presenciar aquello fue como habitar un episodio del realismo mágico. Como ella me explicó, un encuentro semejante nunca hubiera acontecido en la Varsovia antisemita que le tocó vivir. Fue precisamente esa imagen, grabada en su corazón y en su mente, la que provocó en ella la decisión de que Cuba sería, desde ese instante, su patria adorada.
Mi padre llegó a Cuba el 5 de marzo de 1924[7]. Aprendió a hablar el español sin acento extranjero y lo escribía a la perfección. El 7 de octubre de 1933 fue el primer hebreo en recibirse como Procurador Secretario de Justicia de la República de Cuba –carrera más conocida como Procurador Público[8]-. Su bufete de abogado lo tenía en el edificio La Lonja del Comercio, en el corazón de la ciudad, llamado “La Habana Vieja”.
Ha sido tradición de ciertos analistas cubanos ignorar la presencia de los hebreos en Cuba[9]. En general, sus aportaciones se consideran circunscritas a actividades relacionadas con la industria y el comercio, excluyéndolos de la política del país. Es una apreciación inexacta. Me parece indispensable destacar que, a finales de los cuarenta, mi padre se postuló como concejal # 6 por el Partido Agrario Nacional. Aunque llegaría a ganar por voto popular, perdió; pues según mi madre, su partido realizó un pacto con uno rival, lo cual implicó sacrificios… el puesto de concejal # 6 incluido. (Se adjunta documento).
Fabio Grobart –pseudónimo de un judío perteneciente al Partido Comunista de Cuba- sí llegó a formar parte de la mesa directiva de éste, aunque no fuera por votación popular, sino por designación interna. De todas maneras, el nombramiento causó profunda impresión entre sus correligionarios hasta convertir a este hombre en leyenda[10].
La inmigración judía en Cuba había dado firme comienzo en pequeña escala, sea de forma individual o familiar, cuando algunos portugueses provenientes de Curaçao y Panamá llegaron a la Isla. En 1906[11], vinieron a agregarse una serie de hebreos, en su mayoría nacidos en Rumania, que se identificaron como norteamericanos[12]. Aproximadamente había unas cien familias, y ellas fueron las que fundaron en 1906 la primera organización judía en Cuba: The United Hebrew Congregation, misma que funcionó hasta 1980. Aliada a ésta, nació en 1917, la sociedad de Damas del Templo Bet Israel.
En vísperas de la Primera Guerra Mundial, llegaron también a Cuba inmigrantes de Turquía -específicamente de Silibria, cerca de Estambul, como también de Siria-. Durante 1908, cuando el servicio militar se convirtió obligatorio en Turquía -lo cual significaba una muerte segura- sus sefardíes decidieron probar fortuna en esta isla que vivía en plena expansión azucarera y cuyo idioma era el español antiguo. Muchos sefardíes se dispersaron por las provincias de esta isla para vender mercadería. Ése fue el caso también para los 4,000 judíos provenientes de Europa del Este que llegaron a Cuba entre 1925 y 1935 hablando ruso, polaco e idish (lengua franca entre judíos europeos), lenguajes alejados del español que pronto hicieron suyo.
Era inevitable que el encuentro entre hebreos y cubanos resultara una confrontación que había empezado a modificar decisivamente la fisonomía de ambos grupos. Es cuando esos europeos rubios, blancos, y sefardíes de pelo oscuro o claro se encontraban invariablemente por primera vez ante los negros y mulatos cubanos. ¿Cómo conocerse o reconocerse si siempre existía una línea invisible que separaba sus hábitos y costumbres?

En aquellos tiempos, esos encuentros eran sinónimos de un tipo de revolución ética y estética que llegó hasta modificar todo tipo de hábitos. Tomo el ejemplo de Miriam Gómez, la viuda del genial Guillermo Cabrera Infante (1929-2005). Ella me confió que, cuando vivía en el pueblo Taguasco, situado entre Sancti Spiritus y Jatibonico, en la antigua provincia de Las Villas, vio por vez primera a la única familia hebrea que fue a vivir a su pueblo. A esa niña de cinco años, le pareció que “los marcianos habían llegado ya”. ¿Por qué? Porque esos hebreos presentaban ciertas características: labios gruesos, pelo rizado, mas rostros muy blancos. En verdad, si no eran precisamente marcianos, ella estaba convencida de que eran “negros albinos”. Además, ¿cómo se les ocurría sembrar coles para después comérselas? ¿Quién comía coles en Cuba?

Pero vayamos por partes. Antes de internarse a cualquier pueblo en el interior de la Isla, el hebreo que vino a Cuba debía cumplir con ciertos trámites y requisitos. Veamos, porque la llegada de los hebreos a Cuba sería inexplicable sin Tiscornia.
Tiscornia era el centro de detención para los casos complicados por falta de documentos o de pagos, -o por el hecho de tener pasaporte falso o proporcionar una dirección inexistente en la Isla-. Todo esto implicaba una previa espera en Tiscornia. El lugar contaba con edificios, camas, cafeterías con comida de bajo costo, que se convirtió en una suerte del limbo donde alentaba esperanza tanto como desesperanza para estos “esperantes”. Miembros del Joint Relief (que funcionó desde 1937 hasta 1948) y la Asociación Hias, así como otros individuos que actuaban a nivel particular, -como fue el caso de mi padre[13]- los ayudaron a integrarse en la vida cubana.
La población judía-cubana adquiere su máximo desenvolvimiento con la construcción de centros culturales, de manera que los antecedentes de temporalidad y provisionalidad iban erradicándose; porque los hebreos habían aprendido el español -como había mencionado antes- y lo habían hecho suyo. Además, se dieron cuenta que su presente y futuro estaban en esa isla que les brindó refugio. Pero para desarrollar una identidad judía, fue imperativo fundar sinagogas, colegios, periódicos, editoriales, restaurantes, carnicerías kosher. De todo hubo. Menciono algunos ejemplos.
En 1906, se compraron los terrenos para el cementerio judío en Guanabacoa. La Unión Hebrea Chevet Ahim, cuyo primer nombre fue Unión Israelita Chevet Ahim, surgió en 1914 y, hasta 1996, seguía funcionando; la Asociación de Jóvenes Hebreos de Cuba se estableció en 1916 y duró tres años. En 1921, cuando entraron a Cuba unos dos mil inmigrantes, se estableció el Centro Macabeo. La Unión Sionista de Cuba surgió en Abril de 1924 y cerró en 1978; el Colegio Teodoro Herzl fue fundado en 1924; el Jewish Committee for Cuba surgió en 1925 -al igual que el Adath Israel, fundado en el mismo año-. El Centro Israelita de Cuba, emergido en 1925, cerró en 1950; el Maguen David surgió en 1925 con una duración de diez años; el Kultur Farain fue instituido en 1926 y duró cinco años. Se fundaron también el Yidisher Froien, el Comité Protector de Tuberculosos y Enfermos Mentales, así como el Colegio Autónomo del Centro Israelita en 1927 y Kneset Israel en 1929. (Hashomer Hatzair y Macabi en 1933.) El Círculo de Escritores y Periodistas Hebreos surgió en 1936, así como la Organización de la Cámara Cubano-Judía de Comercio. Un año antes, líderes de la comunidad sefardí fundaron la Sociedad Bikur Holim, para ayudar a los pobres- incluido un sistema de atención para su salud. La Asociación Betar nace en 1939. En 1943, Ort organizó concursos entre los inmigrantes e industriales[14].
Es importante consignar que en 1933, muchos hebreos fueron arrestados sin razón. Eran tiempos turbulentos para todos durante el final del régimen de Gerardo Machado Morales (1925-1933) y, como los hebreos carecían de una representación diplomática para defenderlos, se creó el Comité Intersocial que contó con una Comisión Jurídica. Ésta, en su corta vida, (pues duró hasta su disolución en 1935), jugó un papel decisivo en defensa de la vida, libertad y bienes de los hebreos, atacados por soldados, policías o cualquiera de algunas turbas de aquella época.
Durante el gobierno de Ramón Grau San Martín (1933-1934)[15] se decretó la ley de Nacionalización del Trabajo que estipulaba como mínimo que el 50% de los empleados asalariados en establecimientos industriales y comerciales debían ser cubanos por nacimiento, lo cual implicaba que pocos extranjeros podían, como antes, conseguir un nuevo empleo. Al no poder ellos conseguir trabajo como asalariados, la inmigración decreció. Los que ya estaban en la Isla, debieron abrir negocios para darles trabajo, a su vez, a los familiares cercanos que llegaban.
El 27 de mayo de 1939 ocurrió el malhadado incidente con el barco “San Luis”, que llegó al puerto de La Habana y estuvo anclado hasta el 2 de junio, durante la presidencia de Federico Laredo Brú (1936-1940), responsable -no el único- de la muerte en los hornos crematorios de 667 pasajeros de los 937 que iban en ese barco. A pesar de negociaciones y súplicas, no se pudo concretar algo porque el propio barco venía infiltrado con seis agentes de la Gestapo -ni siquiera su capitán Gustav Schroeder[16] lo sabía- con la consigna nazi de que esos pasajeros “no pasaran”. La idea era probar al mundo que el destino de los judíos poco importaba. Para mi padre fue devastador este episodio; pues, aunque él tocó todas las puertas posibles e imposibles, se encontró ante un cerrado rechazo. En ese barco venía un amigo suyo violinista y mi padre no pudo hacer nada por él ni por los otros.
Escritores del calibre de un geógrafo e historiador como Leví Marrero (1911-1995) y el Premio Cervantes 1991, Guillermo Cabrera Infante (1929-2005), llegaron a considerar que el “karma colectivo” que postulan las religiones orientales por ese pecado de inhumanidad al haber rechazado a los pasajeros del “San Luis”, tuvo repercusión con el castrocomunismo que el pueblo cubano continúa sufriendo.
Debo dejar constancia que cierta prensa cubana se portó insensible e indigna en las posturas antisemitas de sus noticias y editoriales, como sucedió con “El Diario de la Marina”, al mentir descaradamente sobre el destino de los pasajeros del “San Luis”. Los periódicos “Avance” y “Alerta”, no se quedaron detrás. Éste último publicaba traducciones del escritor nazi Julius Streicher. Pero a su favor, el mundialmente reconocido etnólogo y antropólogo Fernando Ortiz (1881-1969), editor de la revista “Ultra”, y cuñado de la famosa escritora Lydia Cabrera (1899-1991) escribió “Defensa Cubana contra el Racismo Antisemita”.
En Cuba circulaban periódicos como Havaner Lebn, que se fundó en Abril de 1933 y se leía simultáneamente en idish y español durante 1950. Existió también el Morgen Freiheit. En el Havana Post, un jovencito cubano estudiante del Colegio Ruston, mi hermano, hizo sus pininos literarios al publicar una serie de artículos[17].
La vida seguía su curso, y lejano quedó aquel acto recordatorio en honor de Maimónides que en 1935 organizó Guillermo Belt cuando era Alcalde de La Habana.
En febrero de 1939, la intervención personal de Fulgencio Batista logró el rescate de siete refugiados judíos. Quizás en algo influyó que su Ministro García Montes había trabajado como abogado para el Joint defendiendo la causa de los refugiados hebreos. Merece la pena destacar lo siguiente. A pesar de que Fulgencio Batista fue el responsable de haber legalizado el Partido Comunista en Cuba, su postura durante la Segunda Guerra Mundial fue ir en contra de la Unión Soviética cuando se alió a la Alemania nazi. Dos años después del ataque de los japoneses a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, Batista tomó medidas draconianas en el arresto de simpatizantes con el Eje (Roma, Tokio, Berlín). Por ejemplo, un ferviente admirador de Mussolini y jefe del partido fascista, Antonio Di Gregori Di Vivanco fue detenido y puesto en prisión, como también el ingeniero alemán Hahn, acusado de ser un activista de la Gestapo. Ellos, más 4000 ciudadanos alemanes y 100 ciudadanos japoneses, fueron considerados “enemigos de la nación” y enviados a la cárcel en Isla de Pinos. En 1947, el Comité Pan Árabe de Cuba que, durante la guerra apoyó a las causas nazis y falangistas, se opuso a la creación de un estado judío. Ese mismo año el presidente Ramón Grau San Martín, en su segundo mandato (1944-1948) ordenó que el voto de Cuba en las Naciones Unidas fuera en contra de la creación del estado de Israel. La persona encargada en emitirlo fue Ernesto Dihigo[18]. Pero, según Margalit Bejarano, la opinión pública cubana estaba a favor de Israel.
Tomamos en cuenta que el Comité Central estaba conformado por el “Centro Israelita”, “La Cámara Hebrea del Comercio”, “Chevet Ahim” y la “Unión Sionista”, y todas estas asociaciones se amalgamaron en 1950 con la fundación del “Patronato”, situado en el barrio de El Vedado en La Habana. El presidente electo, Carlos Prío Socarrás (1948-1952), -quien reconoció al estado de Israel el 14 de enero de 1949[19]- no estuvo presente en la inauguración del Patronato, pero durante la ceremonia de la primera piedra del edificio, envió como representante a su hermano Antonio. El nuevo presidente cubano, se apresuró a reconocer el estado de Israel para borrar la mala impresión que causó su antecesor Ramón Grau San Martín con el voto en las Naciones Unidas. Como una honrosa protesta, ese mismo año, la FEU (Federación Estudiantil Universitaria) extendió una manta a todo lo largo de las escalinatas en la entrada universitaria, apoyando el establecimiento de un estado judío en Palestina.
Esa extensa relación anteriormente mencionada donde han aparecido hechos históricos, amén de consignarse nacimiento y muerte de centros religiosos, culturales y humanitarios provenientes de hebreos de diferente extracción social y política, -a todas luces incompleta y sin seguir un estricto orden cronológico-, nos revela la alianza y las fricciones entre “lo hebreo” y “lo cubano” de una comunidad sumamente activa que se vería amenazada con la imposición del régimen castrocomunista[20].
Yo podría seguir citando más asociaciones. Todas ellas reconocieron el mismo afán de una comunidad plural, como la hebrea, preparada para el florecimiento cultural, a la vez impregnada de la semilla religiosa, y de ninguna manera indiferente a la realidad político-social cubana que la rodeaba. Era lógico que esta comunidad cosmopolita empezara a apropiarse de ciertos elementos de “lo cubano”; como son los carnavales, comparsas, comidas, bailes, boleros, juegos de pelota (base-ball) y santería (una mezcla de la religión católica con las religiones africanas). “Lo cubano” y “lo hebreo”, dos plantas diferentes y distintas terminaron por ser la misma, aunque no eran lo mismo. Para algunos, puede ser que las pruebas que ofrezco sean frágiles o insuficientes, sin embargo, para entender más claramente este fenómeno, yo observaba cómo varios de mis amigos hebreos traían colgados en una cadena del cuello la pequeña estrella de David, coexistiendo pacíficamente con un azabache que se usa en Cuba contra “el mal de ojo”. El azabache tiene propiedades curativas porque protege de “las corrientes de aire” y su color negro pertenece a Eleggua, Orisha de los caminos y encrucijadas, el más pequeño, pero el más temido[21].
Desde mi niñez, me fascinó todo lo africano y era un descubrimiento emocionante ver al pie de ciertos árboles, en cualquier parque o terreno baldío, las ofrendas de panes atados con cintas rojas. Esa brujería me producía respeto, por no decir pavor y en nuestros juegos, cuando nos topábamos con esas ofrendas, teníamos cuidado de no pisarlas. Pero no tengo espacio para examinar ahora esa cuestión.

[1] “Presencia Israelita” (1955) de Leví Marrero, en Escrito Ayer, Papeles Cubanos, Ediciones Capiro, Puerto Rico y Editora Taller, Santo Domingo, República Dominicana, 1992. pp. 320, p.61, 63, 64.
[2] Pogrom: vocablo ruso que significa “trueno” o “devastación”. Designa un ataque, una masacre organizada en contra de un grupo minoritario. Se acompaña con el robo de bienes, así como de asesinatos y violaciones que un grupo de la población perpetra contra otro. En la historia rusa ha habido pogroms contra armenios y tártaros. No obstante, en el lenguaje común, esta palabra se emplea para designar ataques, saqueos y masacre en contra de los judíos, como una táctica ideada por Podenostev, durante la época del Zar Alejandro III para distraer a los campesinos de su miseria. Como los judíos han sido víctimas de tres oleadas de pogroms en Rusia (1888-91, 1903-06, 1917-21) y cada una superó a la anterior en brutalidad, he utilizado este término pues, curiosamente, tiene mucho en común con las hordas terroristas en Cuba orquestadas por el régimen castrista en sus organizados “actos de repudio”.
[3] Ver La Comunidad Hebrea de Cuba, La Memoria y la Historia de Margalit Bejarano, Instituto Abraham Harman de Judaís mo Contemporáneo, Universidad Hebrea de Jerusalén, 1996, pp. 276.
[4] Mi madre: Helena Zuchowicz Gurwitz, (Varsovia 1904- Ciudad de México 2001). Miguel Gurwitz Antovil (Riga 1902, pero educado en Vilna – La Habana 1959).
[5] Mi padre y mi madre contrajeron matrimonio en 1933 -según mi hermano, pero no estoy segura de la fecha- en La Habana, durante la época de Gerardo Machado Morales (1925-1933). En febrero de 1934 llegó al mundo la que esto escribe. Nueve años más tarde, en febrero de 1943, nació mi hermano Víctor Gurwitz Zuchowicz. Después de la Segunda Guerra Mundial, gracias al esfuerzo de mis padres que pudieron traerlos a Cuba, ocurrió la llegada de los únicos sobrevivientes de la familia de mi madre: su hermana menor, esposo e hija; Loda, Pedro y Silvia Piatok y el hermano menor de mi madre, esposa e hijo; Anatol, Gustava y Simón Zuchowicz.
[6] Durante 1935, las actividades de los hebreos estaban centradas en las calles de Obispo, San Rafael, Galiano, Bernaza y Muralla.
[7] Mi mejor amiga del colegio Ruston, Sofía Rozencwaig, posee un valioso libro, Der Gruntshtein (La primera piedra), Edición Extraordinaria Conmemorativa de la colocación de la primera piedra de la Casa de Comunidad Hebrea de Cuba publicado en idish el 17 de junio de 1951, con motivo de la fundación del Patronato. Este obsequio de su padre, Naum Rozencwaig, -que era Vicepresidente de finanzas del Patronato-, contiene unas 200 páginas y un apéndice, con fotos y una breve biografía de sus miembros. En la página 185, aparece la foto y la biografía de mi padre en donde certifica que él llegó a Cuba el 5 de marzo de 1924 y que es miembro de todas las instituciones judías en Cuba.
[8] El 25 de octubre de 1933, recibe su título que lo acredita como Procurador Público. (Se adjunta documento).
[9] Dos excepciones parecen confirmar esta regla. En el Tomo 9 de La Enciclopedia de Cuba 479 pp., se reproduce en la página 268 una fotografía de la entrada al “Cementerio hebreo de Guanabacoa”. También aparece un retrato en la página 282 con esta escueta frase: “Carlos Roloff, que murió en Guanabacoa”. Sin embargo, no incluye texto escrito sobre la aportación hebrea en Cuba, como sí se ha hecho con la aportación negra y china.
[10] Robert M. Levine, Tropical Diaspora op. cit., p. 298, consigna que, cuando la esposa e hijo de Fabio Grobart murieron, él, que siempre guardó distancia con la comunidad judía, pidió, discretamente, que ambos fuesen enterrados bajo el ritual hebreo. Así fue hecho en el Cementerio de Guanabacoa.
[11] El primer presidente de Cuba fue Tomás Estrada Palma (1902-1906). William H. Taft (1906) fue el primer gobernador provisional de Cuba durante la Segunda Intervención norteamericana. Charles E. Magoon fue el segundo Gobernador provisional de Cuba (13 octubre 1906 hasta 28 de enero de 1909). Ver Tomo 13 de La Enciclopedia de Cuba, Editor: Vicente Báez, Playor, Madrid, 1975, 1977, op. cit., “Gobiernos Republicanos”, pp. 440, p. 1-63.
[12] Margalit Bejarano, La Comunidad Hebrea en Cuba, op. cit., p. 2.
[13] La señora Aggia Holtzman, que llevaba su número del campo de exterminio tatuado en el antebrazo y recitaba de memoria los poemas de Schiller mientras caminábamos con ella por las calles neoyorquinas, no cesaba de decirme lo agradecida que estaba con mi madre y con mi padre porque la ayudaron durante su estancia en Tiscornia, después y siempre. En cada ocasión que mi esposo y yo íbamos a visitarla a Nueva York, donde vivía ciega y sola, ella no dejó de repetirme que, sin el apoyo de mis padres, no hubiera sobrevivido la orfandad espiritual que significó la pérdida de sus familiares.
[14] Para mayor referencia ver Margalit Bejarano, La Comunidad Hebrea de Cuba, op., cit., p.253-257.
[15] Tras un triunfo electoral, en su segundo mandato (1944-1948), Ramón Grau San Martín acuñó una serie de frases populistas que aún recuerdo. “Cuba para los cubanos”, “No soy yo quien toma posesión sino el pueblo”.
[16] Robert M. Levine, Tropical Diaspora op. cit., Ver p. 102-149.
[17] Víctor Gurwitz Zuchowicz, publicó en inglés en el Havana Post: “A bus ride”, “Taxi, mister”, “Our parks”, “The game of ‘domino’”, “A name: José Martí”, “Having a baby”, entre otros.
[18] Robert M. Levine, Tropical Diaspora op. cit., p.168, 218, 334.
[19] El documento fue firmado por su ministro Carlos Hevia y Reyes Gavilán (quien fue presidente de Cuba durante 36 horas). Ver Enciclopedia de Cuba, op.cit., Tomo 13, Gobiernos Republicanos.
[20] Unas palabras de cautela respecto a la reciente visita de Raúl Castro a una sinagoga cubana en 2010. Que algún candoroso, ignorante de la historia de Cuba, no se deje llevar por fáciles entusiasmos. Semejantes fotos para la historia abundan. El mismo Batista también fue al shul (templo) y puso sobre su cabeza un yamulka (solideo), como también lo hizo el hermano del presidente Prío Socarrás y varios ministros y dignatarios cubanos y extranjeros. Recordemos que el sustrato mítico que se encuentra en el centro de este tipo de ritual político, se vincula a la politiquería más cínica. El mismo caso se ha dado con esa irresistible tentación de los tiranos por rescribir la historia. En el caso de la visita de Raúl Castro, aunado a las recientes “reflexiones” de Fidel Castro sobre el judaís mo, -que estos ex patriarcas de la guerrilla cuyos dossiers de violaciones a los Derechos Humanos está repleto para sentarlos en cualquier banquillo de acusado en los Tribunales de Justicia de Ginebra-, tal parece, que ahora todas estas conductas sorpresivas se tiñen con una ambición descabellada, por absurda. ¿Cuál es? Pues que se les otorgue a los hermanos Castro el Premio Nobel de la Paz. No será la primera ni la última vez que un terrorista lo obtenga.
[21] Ver los 23 libros de Lydia Cabrera y, especialmente, Otán Iyebiyé (Las Piedras Preciosas), Editorial Universal, Florida, 1986, pp.114, p.17.