RECOPILADO POR JOSÉ KAMINER TAUBER

El día 2 de agosto de 1939, Albert Einstein, en nombre de varios científicos, le escribe una carta al Presidente Roosevelt para que apoyara a un grupo de científicos que investigaban la utilización de la energía atómica.

La carta

Albert Einstein
Old Grove Rd.
Nassau Point
Peconic, Long Island

2 de Agosto de 1939
F. R. Roosevelt
President of the United States
White House
Washington, D.C.

Señor:
Algunos recientes trabajos de E. Fermi y L. Szilard, que me han sido comunicados mediante manuscritos, me llevan a esperar, que en el futuro inmediato, el elemento uranio puede ser convertido en una nueva e importante fuente de energía. Algunos aspectos de la situación que se han producido parecen requerir mucha atención y, si fuera necesario, inmediata acción de parte de la Administración. Por ello creo que es mi deber llevar a su atención los siguientes hechos y recomendaciones.

En el curso de los últimos cuatro meses se ha hecho probable -a través del trabajo de Loiot en Francia así como también de Fermi y Szilard en Estados Unidos- que podría ser posible el iniciar una reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio, por medio de la cual se generarían enormes cantidades de potencia y grandes cantidades de nuevos elementos parecidos al uranio. Ahora parece casi seguro que esto podría ser logrado en el futuro inmediato.

Este nuevo fenómeno podría ser utilizado para la construcción de bombas, y es concebible -pienso que inevitable- que puedan ser construidas bombas de un nuevo tipo extremadamente poderosas. Una sola bomba de ese tipo, llevada por un barco y explotada en un puerto, podría muy bien destruir el puerto por completo, conjuntamente con el territorio que lo rodea. Sin embargo, tales bombas podrían ser demasiado pesadas para ser transportadas por aire.

Los Estados Unidos tienen muy pocas minas de uranio, con vetas de poco valor y en cantidades moderadas. Hay muy buenas vetas en Canadá y en la ex-Checoslovaquia, mientras que la fuente más importante de uranio está en el Congo Belga.

En vista de esta situación usted podría considerar que es deseable tener algún tipo de contacto permanente entre la Administración y el grupo de físicos que están trabajando en reacciones en cadena en los Estados Unidos. Una forma posible de lograrlo podría ser comprometer en esta función a una persona de su entera confianza quien podría tal vez servir de manera extra oficial.

Sus funciones serían las siguientes:
a) Estar en contacto con el Departamento de Gobierno, manteniéndolos informados de los próximos desarrollos, y hacer recomendaciones para las acciones de Gobierno, poniendo particular atención en los problemas de asegurar el suministro de mineral de uranio para los Estados Unidos.
b) acelerar el trabajo experimental, que en estos momentos se efectúa con los presupuestos limitados de los laboratorios de las universidades, con el suministro de fondos. Si esos fondos fueran necesarios con contactos con personas privadas que estuvieran dispuestas a hacer contribuciones para esta causa, y tal vez obteniendo cooperación de laboratorios industriales que tuvieran el equipo necesario.
Tengo entendido que Alemania actualmente ha detenido la venta de uranio de las minas de Checoslovaquia, las cuales han sido tomadas. Puede pensarse que Alemania ha hecho tan claras acciones, porque el hijo del Sub Secretario de Estado Alemán, von Weizacker, está asignado al Instituto Kaiser Wilheln de Berlín, donde algunos de los trabajos americanos están siendo duplicados.

Su Seguro Servidor,
A. Einstein

Así fue esto posible.

Muchas personas presionaron a Einstein para que firmase la carta al presidente Roosevelt, ofreciéndole la fabricación de la bomba atómica. Einstein era fuertemente pacifista y contrario a la bomba atómica. Los que le presionaron, como el físico húngaro Leo Szilard, le convencieron de ello considerando la posibilidad de que los nazis fabricaran el terrible ingenio. El miedo a que ello pudiese suceder le convenció. En realidad, los nazis lo habrían conseguido en dos años más. Conocían bien la teoría, pero tenían problemas técnicos. No acababan de lograr la separación de isótopos del uranio, aunque lo estaban intentando activamente.

Antecedentes

En la Europa de la preguerra, Alemania era uno de los grandes centros de la ciencia, especialmente de la física y no fueron pocos los físicos de todo el continente los que fueron allí a cursar sus estudios e investigaciones. Con la llegada de Hitler llegó el antisemitismo y a medida que este crecía, los científicos judíos o simplemente contrarios a esa ideología iban abandonando el país. Algunos optaban por volver a sus países de origen, pero otros emigraban a Estados Unidos atraídos por un interesante puesto en alguna universidad de prestigio. Ese fue el caso de Leo Szilard, que tras estudiar en Alemania, la abandonó en 1933 rumbo a Reino Unido, y finalmente en el 37 partió hacia Estados Unidos en calidad de profesor de la Universidad de Columbia. Szilard ya conocía los principios de la fisión y de la masa crítica unos 4 años antes de que Otto Hahn la llevase a la práctica.

A medida que se sucedían los descubrimientos, Szilard estaba cada vez más convencido de que era factible la construcción de una bomba atómica, y lo que es más, estaba convencido de que los alemanes trabajaban en ella.

Sus propias investigaciones se centraban en hallar el elemento propicio para tal fin, concluyendo al poco de llegar al continente americano que el elemento idóneo sería el Uranio enriquecido. Tras contar ya con las ideas básicas, Szilard se decidió a buscar apoyo entre sus colegas físicos, como por ejemplo Enrico Fermi (También exiliado, en este caso de Italia a causa de su mujer judía) los cuales no le apoyaron demasiado. La fisión ya había quedado demostrada y en la cabeza de Szilard maduraba un nuevo concepto, la reacción en cadena. Para hacerla factible necesitaba demostrar la existencia de los neutrones que se desprendían en cada fisión atómica, cosa que logró el 2 de marzo de 1939. Tras corroborar su existencia, la comunidad científica le empezó a tomar más en serio, lo cual le animó a intentar obtener fondos gubernamentales para financiar su proyecto. Tras algunos intentos fallidos, y ayudado por el impulso que supuso la famosa carta de Einstein a Roosevelt, la cual fue entregada por un contacto que a su vez era asesor de Roosevelt, Alexander Sachs, Szilard por fin logró que se fijasen en él y que le apoyasen de forma material, en este caso con una aportación inicial de 6.000 dólares y con la creación del “Comité del Uranio”. En otro plano, también se incrementaron las compras de uranio, sobre todo tras saberse que Alemania mostraba un inusitado interés por ese metal.