ESTHER SHABOT/TRIBUNA ISRAELITA

Tras 17 meses de cruento conflicto en Siria que ha cobrado cerca de 20 mil muertos y luego de años de presiones internacionales a Irán para que renuncie a continuar con su programa nuclear, el apoyo de Rusia al régimen de Bashar Al Assad así como su tolerancia a las eternas triquiñuelas iraníes siguen siendo uno de los más serios impedimentos para desactivar ambas peligrosas situaciones. La reciente renuncia de Kofi Annan a su misión de gestionar una salida al conflicto en Siria se debió, según declaraciones del propio Annan, a la falta de apoyo a sus iniciativas por parte del Consejo de Seguridad de la ONU. Lo cual alude por supuesto a la reticencia rusa (y también china) a actuar de maneras más enérgicas para forzar a Al Assad a buscar una solución negociada con la oposición a fin de promover los cambios que exige la población siria inconforme.

Moscú está interesado en seguir contando con espacios de influencia política y de capacidad de maniobra en el Medio Oriente y en ese sentido tanto Siria bajo la bota de Bashar,como Irán con los ayatolas a la cabeza, constituyen sus últimas cartas capaces de contrarrestar la fuerte presencia occidental en el resto de la región. Putin no quiere perder su única base militar-naval que posee en territorio mesoriental –Tartus en Siria- como tampoco está dispuesta a arriesgarse a la posibilidad de turbulencias de carácter islamista dentro de sus amplias minorías musulmanas. Rusia e Irán son vecinos geográficos y a pesar de que no existen entre ellos disputas fronterizas o problemas relacionados con reservas energéticas, existe un fundado temor en Moscú acerca de la potencial influencia subversiva que un Teherán resentido pudiera desplegar sobre las masas musulmanas que habitan en la región caucásica tanto dentro de los límites de la Federación Rusa, como en las repúblicas autónomas que se definen como islámicas.

Por otra parte, no deja de pesar también en la relación ruso-siria el hecho de que Damasco se mantiene como uno de los compradores de armas rusas más importantes. Se calcula en 700 millones de dólares anuales el monto de dichas transacciones, monto nada despreciable para el complejo industrial militar ruso. Perder el cliente o el pago de la deuda de éste le resulta a Moscú francamente inconveniente. Es así que los intereses particulares rusos tan entretejidos con la suerte de los regímenes de Damasco y Teherán, constituyen el obstáculo más importante para que prosperen las presiones que el resto de la comunidad internacional, incluida la Liga Árabe, pretende ejercer a fin de neutralizar tanto al régimen dictatorial de Al Assad, como a las aspiraciones iraníes de hacerse de armamento nuclear.

Cuando hay estupor en la opinión pública internacional ante la insensibilidad rusa y china respecto a las carretadas de víctimas mortales que el conflicto en Siria produce, habría que recordar el comportamiento ruso en el caso de Chechenia (o el chino en el Tibet) para entender por qué los escenarios humanamente aterradores no juegan por lo general un papel importante en la definición de las decisiones de política exterior de las potencias. Más importantes son, por supuesto, los intereses geoestratégicos y económicos, y eso es algo que vale reiterar aunque se trate de una verdad de Perogrullo.