ALICIA GOJMAN DE BACKAL PARA ENLACE JUDÍO

Este es un libro de recuerdos realizado por el nieto de uno de los comerciantes más prominentes de la Nueva España, Isidro Antonio de Icaza. Esta familia conservó su fortuna y prestigio durante la época nacional. Se trata de sus memorias y recuerdos de la vida en la capital de México a principios del siglo XX.

Aquí se trascribe el capítulo referente a los hechos de 1913. Hechos que fueron vividos por inmigrantes judíos recién establecidos en el país.

LA DECENA TRÁGICA

“Mucho se ha dicho acerca de que el levantamiento con que se inició la tristemente célebre “Decena Trágica”, el 9 de febrero de 1913, era sabido de antemano, lo cual es de dudarse, supuesto que sorprendió no solamente a la totalidad de los habitantes de la ciudad, sino al Gobierno mismo”.

“Había descontento, sí, contra la administración maderista, que no supo, ni dar gusto a sus amigos, ni atraerse a sus enemigos, y que cometió no pocos errores, entre ellos, la imposición del Lic. Pino Suárez; el desartillamiento del puerto de Salina Cruz, cuyos grandes cañones fueron echados al mar por presión norteamericana, y el mal manejo de los fondos públicos, pero de allí a que sospechara, siquiera,-después del fracaso del Gral. Félix Díaz en Veracruz, donde lo traicionó, según la voz de la calle, el Gral. Beltrán-, en nuevos movimientos subversivos, hay un abismo”.

“Nadie sabíamos nada, y todos fuimos sorprendidos la mañana de aquel domingo 9, con el insólito tronar de las ametralladoras y el imponente rugir de los cañones.

“Yo salí a la calle, y tras oír misa, fui, en unión de otros familiares, a Tacubaya, a recoger a unas primas, entre ellas mi actual esposa, que hacía ejercicios de “encierro” en casa de unas monjitas. Hubo que emprender la caminata a pie, y nos impresionó profundamente ver un carro “rabón” cargado de cadáveres”.

“No siendo éste un libro histórico, según lo tengo repetido infinidad de veces, no hay para qué detenerse demasiado en aquello que vi, o de lo que no me enteré de primera mano, en días tan aciagos”.

“Como es bien sabido, se sublevaron parte de las fuerzas de la guarnición, con el Gral. Manuel Mondragón a la cabeza, y tras de liberar al Gral. Don Bernardo Reyes, que estaba preso en Santiago, hicieron lo mismo con el Gral. Félix Díaz, que se hallaba internado en la Penitenciaría. Don Bernardo se dirigió a tomar el Palacio Nacional, y contando con la ayuda de quienes ocupaban, entre ellos del Gral. Ruiz, al que fusiló el gobierno, sin formación de causa, no tomó las precauciones debidas, y fue muerto en el zócalo, por las fuerzas del Gral. Lauro Villar que, según se afirma, cambió de parecer, optando por defender al régimen constituido, tras de comprometerse a lo contrario.
“Sea lo que fuere, en el tiroteo registrado frente a Palacio, murieron el Gral. Reyes y unos cientos de personas más, entre civiles y militares.”

“Mientras tanto, los Grales. Díaz y Mondragón tomaron la Ciudadela, atrincherándose en ella”.

“Durante toda la semana se desarrollaron combates entre los sublevados y diversas fuerzas que llegaban de distintas partes de la República para someterlos. Era imposible transitar por las calles, pues en ciertas horas llovían materialmente las balas y caían proyectiles de cañón por todas partes, causando no pocas víctimas.

Aquellos días fueron terribles, pues además de la inseguridad personal y los estragos materiales, se paralizaron los servicios de la ciudad, inclusive el fúnebre, y así cada quien tuvo que enterrar a sus muertos, como cada quien hubo de buscarse su propia subsistencia.”

“Yo salía diariamente a casa de mi novia, haciendo el recorrido a través de la Tlaxpana, de la tercer calle de Velásquez de León, a la primera del Ciprés, yendo también con frecuencia a casa de mis tíos Lauro y Anita, en la hoy calle de Serapio Rendón, y el domingo siguiente de estallado el movimiento aprovechando un armisticio que se había concertado, me llegué hasta San Fernando; di la vuelta por Rosales y Bucareli, y al llegar a la esquina de Donato Guerra, vi como se prendía fuego, con gasolina, a un montón de cadáveres. Horrorizado, quise regresar a casa por las calles de Atenas, cuando de pronto, cesó la tregua, reanudándose la balacera, lo que me hizo correr, hasta ponerme fuera de la zona más peligrosa”.

“Esto ocurría el domingo 16, y tres días más tarde, el miércoles 19, terminó la lucha con el triunfo de los rebeldes, debido, más que a sus éxitos militares, a la defección de algunos de los elementos del gobierno”.

“La ciudad quedó muy averiada, especialmente en aquellas de sus calles que enfilaban hacia el reducto de los alzados, muchas de cuyas casas resultaron totalmente destruidas.

Las del Presidente Madero, situada en la colonia Juárez, fue incendiada, no por la metralla, sino por las turbas, que también prendieron fuego al local que ocupaba el periódico maderista “ La Nueva Era”, dirigido por el Lic. Juan Sánchez Azcona, en las calles de Nuevo México”.

“DOBLE ASESINATO.

“Al hablar de un doble asesinato me refiero a la muerte oprobiosa de los primeros mandatarios del país, Francisco I. Madero y el Lic, José Ma. Pino Suárez, aclarando que en el curso y al final de aquella decena trágica, ocurrieron muchos otros crímenes, entre ellos, el de don Gustavo Madero, el famoso “Ojo Parado” de la reacción, que perdió la vida en el interior de la Ciudadela.”

“Era natural que la urbe se regocijara del término de aquellos combates dentro de su propio recinto, que trastornaron todos los servicios públicos, haciendo la vida poco menos que imposible.”

“Así pues, el día 19, por la noche, multitudes entusiastas recorrían las calles, entre vítores dedicados, la mayor parte de ellos, a Félix Díaz”.

“Las mismas gentes, aunque en menor número, desde luego, que antes habían recibido triunfalmente a Francisco I. Madero, celebraban ahora la victoria de sus contrarios.

¡Así son las multitudes!

“Yo, siguiendo mi costumbre de ser testigo presencial de la mayor parte de los acontecimientos que se han desarrollado durante mi vida, anduve casi todo ese día en la calle, y pude cerciorarme, por mis propios ojos, de que, en las primeras horas de la noche, principalmente, el entusiasmo era desbordante”.

“Ello tiene dos explicaciones: el deslumbramiento que contraen las masas ante el vencedor, y el término de la era de sufrimientos y privaciones que para todos los habitantes de la ciudad había traído consigo la sangrienta “decena”.
“Esa noche, repito, fue de regocijo popular, pero en sus horas avanzadas comenzaron las represalias y los atropellos, precursores de un gobierno que nunca tuvo el debido respeto a la vida humana.”

“Por fin, en la madrugada del día siguiente, fueron sacados del Palacio Nacional los señores Madero y Pino Suárez, dizque para se trasladados a la Penitenciaría, y a espaldas del edificio de ésta, se les sacrificó.”

Antes habían intercedido por ellos algunos miembros del Cuerpo Diplomático, destacándose en tan humanitaria gestión el embajador de Cuba, don Manuel Márquez Sterling, de quién pocos han dicho que fue, en su juventud, un distinguido ajedrecista, que llegó a medir sus fuerzas con los maestros mundiales de entonces.”

“Un tal Francisco Cárdenas era quien mandaba la escolta asesina.”

“Ese mismo día dieron la noticia los periódicos, con la peregrina explicación de que habiendo pretendido escaparse los prisioneros, fueron muertos durante la reyerta que habían provocado algunos de sus partidarios”.

“La gente rechazó de inmediato tal historia, y de inmediato también, consideró la muerte de los señores Madero y Pino Suárez, como un doble asesinato, que tuvo hondas y lamentables repercusiones en nuestra historia.”

Esos días fueron dramáticos también para la pequeña comunidad judía recién establecida de forma legal en el país, su Sociedad de Beneficencia Alianza Monte Sinaí, se había organizado apenas el 14 de junio de 1912. Muchos de sus miembros vivían en el centro de la capital y muy cerca de la Ciudadela. Los sufrimientos descritos por Icaza también fueron sufridos por aquellos correligionarios que tenían pocos años de establecidos en México.

Libro editado en México por Botas y Alonso, 2007.