RABINO MARCELO RITTNER PARA ENLACE JUDÍO

Un día como hoy, 9 de noviembre, en el año 1938, marcó el comienzo de los períodos de mayor dolor y tristeza en el pueblo judío. KristalLnacht, la noche de los vidrios rotos.

En una demostración de vandalismo antisemita sin precedentes, 267 sinagogas de Alemania y Austria fueron destruidas. Edificios fueron incendiados, ventanas rotas, libros de oraciones y rollos de la Torá quemados. Comercios, casas y escritorios de judíos saqueados. Un interminable y asustador ruido de vidrios quebrados, golpes y patadas, el pavor ante la turba incontrolable y la mirada complaciente de militares y policías. Una noche en que la tenue línea que separa la humanidad civilizada y el barbarismo atávico, desapareció.

Una noche en la que las llamas de las sinagogas, la violencia suelta contra niños, mujeres y adultos, fueron el preanuncio del fuego de los hornos crematorios en los campos de exterminio. La noche en que los ruidos y los gritos, aún hoy, estremecen nuestros oídos. Una noche que no podemos olvidar.

Debemos recordar, porque es la memoria lo que nos torna humanos. Y ser judío es tener memoria. Memoria judía. Y hoy, más que nunca, recordar es un imperativo. Lean los periódicos en Europa, escuchen las noticias de la BBC. Observen el silencio del mundo ante la masacre de seres humanos en Siria, y observen la furia y la crítica a cualquier noticia de Israel.

Les digo, los fantasmas del pasado se están despertando. Fanatismos religiosos y extremismos políticos nos muestran cada día su presencia. Los demonios del pasado, están resurgiendo. Y debemos recordar y actuar. Debemos transmitir a nuestros hijos, a las generaciones que no vivieron la Shoá, lo que le sucedió a nuestro pueblo. De cómo el mundo guardó silencio, de cómo presidentes, naciones y la propia Iglesia, ocultaron su rostro.

Cada Shabat les enseño a que ser judíos es tener una perspectiva universal del ser humano, sin diferencias, sin prejuicios, destacando lo que nos une y respetando lo que nos diferencia. Sin embargo, Cristalnajt es una de las ocasiones que nos recuerda que como judíos debemos también tener una perspectiva particular acerca de nosotros mismos.

Pensé sobre esto cuando hace algunos días leí en la revista Time, un artículo acerca del mensaje que el rabino David Wolpe transmitió en Rosh Hashaná. Escribió que a pesar de que su país, (USA), enfrenta diversos retos, cuando vaya a la urna a votar este año, “mi decisión este año será simple: votaré por el candidato que me parezca capaz de detener a Irán de obtener armamento nuclear”.

Simple y sencillo.

Para el Rab Wolpe, no hay nada más importante que garantizar la sobrevivencia de su propio pueblo, un principio que comparto totalmente, porque, no lo duden, nuestra sobrevivencia está en juego. Rabí Wolpe lo afirma con claridad: “Existen dos palabras que simbolizan el terror del siglo 20: Auschwitz e Hiroshima. Una bomba iraní amenaza con combinarlos a los dos, presagia la destrucción de toda una nación y de gente inocente en tan solo unos momentos. La historia nos ha enseñado que los delirios de una sola persona, pueden convertirse en realidad mañana”.

Para mí es una actitud con valor, que naturalmente comparto y endoso. Y créanme, sé que no le fue fácil hacer esa declaración frente a toda su congregación. Porque siempre hay personas que piensan que los rabinos no debemos involucrarnos en cuestiones de política.

Pero esto es un asunto que trata con la memoria y el compromiso con lo que creemos, con todo lo que permite que hoy tu y yo existamos y seamos judíos en el siglo 21, que estemos hoy aquí reunidos, se trata de asegurar de seguir estando y tus hijos y los hijos de tus hijos.

Por ello les digo que mientras la Torá, la teología y el pensamiento judío alientan nuestro pensamiento universal, Cristalnajt afirma que hay momentos cuando debemos recordar nuestra propia historia. Debemos hacerlo porque si Israel, si el pueblo judío desapareciera, D-os no lo permita, el mundo quedaría más pobre, el perseguido más indefenso, el oprimido sin perspectivas de redención, el hambriento sin esperanza de que el pan llegue a sus manos, el desnudo temblando, el descalzo viendo sangrar sus pies. Y la oscuridad doblegando a la luz.

El ruido de vidrios quebrados y los gritos de dolor, 64 años después, resuenan en nuestros oídos.

No seamos indiferentes.

Actuemos para asegurarnos por el bien de la humanidad y por el bien del pueblo judío, que Irán no obtenga armamento nuclear. Donde vivas, no permanezcas en silencio.

No permitamos que el pasado de nuestros padres sea el futuro de nuestros hijos.