RABINO MARCELO RITTNER PARA ENLACE JUDÍO

Gilda Radner, fue una gran comediante y actriz. Siempre fue una de mis favoritas. Cuando fue diagnosticada con cáncer, escribió un libro titulado: “Siempre hay algo”.

En un párrafo se expresó acerca de las incertidumbres de la vida con estas palabras: “Yo quería un final perfecto, así que me senté a escribir el libro con el final resuelto aún antes que hubiera final. Ahora he aprendido en carne propia que no riman todos los poemas y que algunos cuentos no tienen claro su final, ni su medio ni el principio. Como mi vida, mi libro es ambiguo; como mi vida, este libro trata de no saber, de tener que cambiar, de aprovechar el momento al máximo, sin saber qué sucederá después”.

Recordé sus palabras releyendo la lectura de la Torá de esta semana. Trata de la cuestión de cómo hacer frente a la vida cuando las cosas son inciertas y no van por el camino que habíamos previsto. Vemos la lucha de Jacob con el hambre en su tierra, su futuro y el de sus hijos, sin saber del plan divino.

Cuando ellos le dijeron que el ministro del faraón requería que Benjamín regresara a Egipto, Jacob exclama a Dios con voz de dolor: “Siempre es a mí al que despojas: Joseph no está más, y Simeón no está más, y ahora me quitaras a Benjamín. Estas cosas siempre me pasan a mí.”

Es extraño ver que a pesar de todo lo que Dios hizo por Jacob en el pasado, ahora se quejara de lo que estaba pasando. Pero así somos. A lo largo de los años he observado cuántos llegan al shul para pedirle a Dios por la salud de algún ser querido, y también he visto como son muy pocos los que regresan para agradecer cuando ya están bien.

Posiblemente Jacob, como muchos de nosotros, no entendía por qué suceden cosas malas. Sin embargo, al seguir avanzando en el texto de la Torá, Jacob, muestra una transformación en su pensamiento. Cuando sus hijos insisten que deben entregar a Benjamín, lo acepta.

¿Qué ocurre entre estos dos momentos? ¿Ahora está dispuesto en confiar en Dios? ¿Se tomó el tiempo para reflexionar sobre la situación, sobre su comportamiento pasado? ¿Se dio cuenta que quejarse no era tan seguro? ¿O acaso fue la desesperación lo que lo forzó a re-evaluar su comportamiento?

Pero no sólo Jacob lucha con la incertidumbre. En otro escenario, Yosef, su hijo, está pensando torpemente en cómo actuar frente a sus hermanos cuando vuelvan a pedirle ayuda.

Y cuando finalmente sus hermanos terminan inclinándose ante él, como en su sueño de infancia ¿cómo reacciona Yosef? Entra en pánico. Decide ocultar su verdadera identidad, disfraza sus emociones saliendo de la habitación para llorar en dos ocasiones, y engaña a sus hermanos con su querido hermano Benjamín. La mentira y el engaño de Yosef hacen resaltar su inmadurez emocional.

No tenía ni idea de qué hacer. Igual que tu o yo, o cualquiera de nosotros, a menudo nos resulta difícil tomar decisiones sensatas cuando la vida nos pone una piedra en el camino. Yosef está a la deriva.

Y entonces padre e hijo nos dan una valiosa lección: más que la meta final lo que importa es cómo enfrentamos el proceso de llegar a destino, cómo nos comportamos y actuamos con los que nos rodean. Cuál es nuestra bondad, nuestra compasión, con ellos y con nosotros mismos. Ellos nos enseñan que cuando la vida es incierta y amenaza nuestra tranquilidad, no debemos ocultar nuestros sentimientos.

Debemos buscar hasta encontrar el ser espiritual dentro de nosotros mismos, porque la espiritualidad implica una relación con el mundo. Como actuamos los unos con los otros, con la familia, amigos, con los desconocidos. ¿Acaso ocultamos nuestra identidad o nos damos a conocer?

Probablemente es lo que en la vejez Jacob entendió. Y tal vez ayudó a que su hijo Yosef lo entendiera. Tal vez Gilda Radner lo aprendió de la Torá, cuando expresó que debemos tomar cada momento y lo mejor de él.

Se cuenta que en un día soleado en el pueblo de Jelem dos judíos salen a dar un paseo. De repente, el cielo se nubla y comienza a chispear. “Abre tu paraguas”, dice el primer hombre a su amigo. “No va servir de nada”, responde el segundo, “Está lleno de agujeros”. “Entonces, ¿por qué lo trajiste?”. A lo que su amigo responde: “Para ser honesto, yo no creía que fuera a llover”.

Se me ocurre que muchos pasean pensando solamente en días asolados, y si no tenemos cuidado, nuestro ser espiritual, nuestros valores, nuestra propia vida puede llegar a ser como aquel paraguas lleno de agujeros. Lo cargamos, sabemos que es importante, pero no tenemos idea de lo que es o por qué lo necesitamos.
Y lo que es aplicable a nuestra vida, lo es a nuestro judaísmo, a nuestras tradiciones y nuestros valores y acciones.

Les deseo un final de Janucá lleno de felicidad, con conocimiento y con sentido. Les deseo que como Gilda, Jacob y Yosef, aprendamos la lección. “Como mi vida mi libro es ambiguo; como mi vida este libro trata de no saber, de tener que cambiar, de aprovechar el momento al máximo, sin saber qué sucederá después”.

Les deseo que caminen con su vida por la vida con un paraguas sin agujeros, disfrutando cada día asoleado pero también preparados para eventuales lloviznas.

Shabat Shalom.