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ELY KARMON/EL IMPARCIAL

El gobierno búlgaro ha tenido el coraje político de declarar oficialmente que Hezbolá estuvo involucrado en el atentado terrorista de turistas israelíes en el aeropuerto de Burgas, el 18 de julio de 2012.

¿Reconsiderará por fin la Unión Europea designar a Hezbolá como una organización terrorista, tal y como le han instado a hacerlo Israel y los Estados Unidos?

Hay dos cuestiones principales que influyen en la decisión de los países europeos: la percepción de que Hezbolá podría tomar represalias en su territorio y la evaluación de que su designación como organización terrorista “podría desestabilizar” al Líbano.

Catherine Ashton, alta representante de la Unión Europea en materia de política exterior, respondió con precaución: “Las implicaciones de la investigación han de ser valoradas con seriedad, pues hacen referencia a un ataque terrorista en el suelo de la UE cuyo resultado fueron civiles inocentes muertos y heridos.”

Gilles de Kerchove, jefe de la lucha antiterrorista de la UE, que debería ser el asesor profesional en esta materia, declaró varios días antes del anuncio búlgaro que Hezbolá podría no estar en la lista negra “aun cuando haya atacado con bomba a turistas judíos en Bulgaria” porque “la situación no es tan sencilla”; dijo además que es necesario tener “pruebas claras de que fue el ala militar de Hezbolá la responsable del atentado”, y que es preciso preguntarse: “¿Es eso lo que hay que hacer?” Probablemente, De Kerchove ya conociera los hechos, dado que en esa época el ministro de interior búlgaro Tsvetan Tsvetanov, en una reunión en Dublín, puso al día a los ministros de la UE de las últimas noticias. De Kerchove también dio la respuesta: “Dada la situación del Líbano, que es un país sumamente frágil y extremadamente fragmentado, ¿acaso ponerlo en la lista negra va a contribuir a lograr lo que se pretende?… Habrá que hacer también una valoración política del contexto y del calendario”, dijo.

Se ha dicho que algunos países, incluidos Francia y Alemania, han recelado de dar ese paso. Según el New York Times, los europeos creen que Hezbolá no supone una amenaza terrorista sobre el continente y “existe una especie de ’modus vivendi’ en el que Hezbolá trata de no llamar la atención sobre su recaudación de fondos y otras actividades, por lo que los europeos no lo castigan enérgicamente.”

Francia y Alemania, a juzgar por sus antecedentes históricos, saben muy bien que Hezbolá es una organización terrorista y, sobre todo, temen que Hezbolá tome represalias en sus territorios.

En 1983, Hezbolá envió a dos terroristas suicidas para atacar a las tropas americanas y francesas establecidas en Beirut y mató a 53 paracaidistas franceses, la mayor pérdida militar francesa desde el final de la Guerra de Argelia, en 1962.

Paralelamente a los secuestros de diplomáticos y periodistas franceses en Líbano, desde diciembre de 1985 hasta bien entrado septiembre de 1986, Hezbolá llevó a cabo 15 atentados con bombas en París, al servicio de los iraníes, y mató a 15 personas e hirió a otras 250. En noviembre de 1989, la policía española detuvo a unos miembros de Hezbolá que intentaban introducir clandestinamente explosivos desde el Líbano a Valencia, con el fin de realizar ataques en Francia.

Durante las negociaciones para poner fin a la oleada de ataques iraníes de Hezbolá en Francia, una de las principales exigencias de Irán era la puesta en libertad de iraníes detenidos en Francia acusados de terrorismo; la renegociación del préstamo de mil millones de dólares de Irán a Francia, congelado cuando los bienes franceses fueron confiscados por Irán durante la revolución de 1979; y la cancelación de la venta de armas francesas a Irak. Francia se entregó en todos los frentes y todos los terroristas fueron liberados. En 1990, cinco iraníes encabezados por el libanés Anis Naccache, condenado diez años antes por intentar matar al ex primer ministro iraní Chapur Bakhtiar, fueron indultados. En agosto de 1991, pese a su promesa de acabar con el terrorismo en suelo francés, Teherán organizó el asesinato, en París, del mismo Chapur Bakhtiar, esta vez con éxito.

Irán fue el responsable del asesinato de cuatro líderes opositores kurdos en Berlín, Alemania, en otoño de 1992. El tribunal alemán que condenó a los asesinos del “Asunto Mykonos” (llamado así por el nombre del restaurante berlinés en el que tuvo lugar el ataque) dictaminó que los asesinos estaban autorizados por las más destacadas figuras espirituales y políticas de Teherán, que eligieron Berlín como escenario del ataque por las “buenas relaciones” con la República Federal Alemana, las cuales daban motivos para pensar que el terrorismo “no provocaría ninguna reacción seria por parte del Estado alemán”.

Varios miembros libaneses de Hezbolá se encontraban entre el escuadrón de asesinos. Abbas Rhayel, miembro veterano de Hezbolá, fue declarado culpable de asesinato y condenado a cadena perpetua. Youssef Amin y Mohamed Atris fueron acusados de ser cómplices de asesinato, y Abu Jafar era el conductor del coche en el que escaparon. Pese a las protestas internacionales y nacionales, Kazem Darabi, líder iraní de los asesinos de Mikonos, en Berlín, y Abbas Rhayel fueron puestos en libertad en diciembre de 2007.

En enero de 1987, el terrorista de Hezbolá Muhammad Ali Hamadi, que llevó a cabo el secuestro del vuelo de la TWA 847 en junio de 1985 en Beirut, fue arrestado a su llegada al aeropuerto de Frankfurt por llevar explosivos líquidos en la maleta. Hezbolá secuestró a dos ciudadanos alemanes en Beirut y amenazó con matarlos si Hamadi era extraditado a EE. UU. Hamadi fue juzgado en Alemania en 1989 y condenado a cadena perpetua, pero fue puesto en libertad condicional tras 19 años de reclusión. El 28 de enero de 1987, su hermano mayor, Abbas Ali Hamadi, también terrorista de Hezbolá, fue detenido en el aeropuerto de Frankfurt a su llegada del Líbano. En el land del Sarre, en Alemania, fueron hallados explosivos líquidos cerca de su casa. Fue condenado por ayudar en el secuestro de dos ciudadanos alemanes en Beirut y por posesión ilegal de explosivos a 13 años de prisión, pero obtuvo la libertad condicional al cabo de sólo 5 años.

Con arreglo a un informe de 2011 publicado por la Oficina Federal de Protección de la Constitución, en Alemania, unas 950 personas han sido identificadas como asociadas a Hezbolá, pero las valoraciones sobre el peligro que ello supone han variado mucho con el tiempo.

Chipre fue testigo de una conspiración similar a la de Bulgaria, que afortunadamente fue frustrada once días antes como resultado de un soplo de los servicios de inteligencia israelíes. Un miembro de Hezbolá, que llevaba un pasaporte sueco, fue arrestado allí el 7 de julio de 2012. El sospechoso, que admitió ser miembro de Hezbolá, tenía en su poder fotografías de objetivos israelíes, así como información sobre autobuses que llevaban a turistas israelíes y sobre vuelos israelíes de ida y vuelta a la isla, como los de Burgas.

Chipre también tiene un historial de actividades terroristas de Hezbolá. El 11 de mayo de 1988, el miembro de Hezbolá Omar Hawillo fue arrestado después de un intento fallido de utilizar un dispositivo de control remoto para hacer estallar un coche-bomba, conducido por otro miembro de Hezbolá, frente a la embajada israelí de Nicosia. En 1997, se descubrió que Hezbolá recababa información confidencial sobre la embajada estadounidense de Nicosia.

Mientras presidía el Consejo de la Unión Europea en la segunda mitad de 2012, Chipre no pudo promover la designación de Hezbolá como organización terrorista por falta de consenso entre los países miembros. No está claro si las autoridades chipriotas informaron oficialmente a la UE de que el terrorista arrestado en su territorio era miembro de Hezbolá.

En enero de 2012, las autoridades tailandesas arrestaron a un ciudadano sueco de origen libanés, vinculado a Hezbolá, que llevó a descubrir en Bangkok cuatro toneladas de precursores de explosivos preparados para un futuro ataque.

El ministro de asuntos exteriores sueco Carl Bildt, que sabía perfectamente que miembros de Hezbolá con ciudadanía sueca estaban involucrados en el terrorismo, tanto en Europa como en el Sudeste Asiático, envió un mensaje por Twitter diciendo que “necesitamos reflexionar seriamente sobre las consecuencias de que las indagaciones búlgaras lleven a decir que Hezbolá está detrás del ataque terrorista”. Más tarde envió otro tuit: “He hablado con @nmladenov sobre la investigación de Burgas. Apoyo decidido a sus esfuerzos. Lucha contra el terrorismo punto clave. También clave la estabilidad del Líbano”.

De hecho, un argumento europeo “de peso” para renunciar a declarar a Hezbolá como una entidad terrorista es que su influencia política y social en el Líbano y su participación en el actual gobierno libanés son cruciales para la estabilidad de ese país tan sectariamente dividido.

En este sentido Francia, antigua potencia colonial en el Líbano, fuerza líder en FPNUL, en el sur del Líbano, y principal patrocinadora internacional de los intereses libaneses, está considerada como un gran obstáculo para que se produzca cualquier cambio. “Los franceses, en la medida de lo posible, tratan de evitar la desestabilización y la radicalización políticas del Líbano”, subrayaba el experto francés François Heisbourg. “No es que Francia no sepa que Hezbolá es una organización terrorista”, añadía.

“Llamarla terrorista limitaría los vínculos de Francia con Beirut y pondría los objetivos franceses y al personal francés del Líbano en riesgo de sufrir represalias”, afirmaba Claude Moniquet, antiguo oficial de los servicios de inteligencia franceses. “El informe búlgaro no altera esta realpolitik”, dijo.

Veamos cuánta fuerza tiene el argumento del papel “positivo” de Hezbolá en la estabilidad del Líbano.

El ex primer ministro libanés Rafiq Hariri fue asesinado el 14 de febrero de 2005 por un tremendo ataque con coche-bomba en Beirut. En julio de 2011, el Tribunal Especial de las Naciones Unidas señaló a cuatro altos cargos de Hezbolá como causantes del asesinato. Hassan Nasrallah, secretario general de Hezbolá, calificó a los cuatro terroristas de “hermanos con un pasado honorable” y amenazó con que “le cortaría la mano” a quien intentara extraditarlos.

El 12 de julio de 2006, Hezbolá tendió una emboscada a una patrulla fronteriza israelí y mató a diez soldados, dos de cuyos cadáveres fueron retenidos para obtener un rescate, lo que desencadenó la denominada Segunda Guerra del Líbano. Israel devolvió el golpe arremetiendo contra los reductos de Hezbolá en el sur del Líbano y su cuartel general en Beirut, desde donde Hezbolá disparó miles de cohetes escondiéndose tras la población civil libanesa, a consecuencia de lo cual murieron cientos de libaneses y 43 civiles israelíes.

La resolución 1701 del Consejo de Seguridad impuso un alto el fuego y proporcionó una fuerza internacional para evitar un rearme y redespliegue de Hezbolá al sur del río Litani, pero el personal de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz no cumplió su mandato y, hoy en día, Hezbolá tiene unos 50.000 cohetes, el cuádruple de los que poseía en 2006, y de nuevo amenaza la vida de decenas de miles de civiles a ambos lados de la frontera.

Según el antiguo analista de los servicios de inteligencia suecos Magnus Norell, la percepción de la fuerza y del éxito en la batalla otorgó a Hezbolá una influencia regional de mucho mayor alcance. La creciente creencia de los islamistas de que Israel puede ser derrotado en el campo de batalla y obligado a hacer concesiones políticas y territoriales ha tenido un impacto devastador en las iniciativas de paz de la administración Obama y seguirá frustrando los intentos de llegar a una paz negociada.

En mayo de 2008, Hezbolá ocupó la mayor parte del Beirut occidental en varios días de lucha entre la oposición sunita y los partidarios del gobierno, lo que fue descrito por el primer ministro Siniora, líder de la coalición gubernamental apoyada por occidente, como “un golpe cruento” destinado a restaurar la influencia de Siria e Irán. La lucha fue instigada por un movimiento del gobierno que pretendía apagar la red de telecomunicaciones autónomas de Hezbolá y los controles de seguridad del aeropuerto internacional de Beirut. Murieron más de cien personas, llevando al país al borde de la guerra civil, lo que supuso la peor violencia sectaria desde la guerra civil de 1991.

Hezbolá obligó al gobierno a recular en una cuestión clave: si la organización debería ser autorizada a mantener una milicia y una estructura militar separadas. Según la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aprobada en 2004, se suponía que todas esas milicias se habían disuelto. El líder de Hezbolá Nasrallah amenazó: “La mano que toque las armas de la resistencia será cortada.”

Por último, Hezbolá desempeña un papel importante al respaldar el ataque militar del régimen de Assad en Siria frente a la oposición combatiente y a la población civil.

Hacia finales de 2012 se informó de un aumento del compromiso de Hezbolá con los militares sirios, lo que potencialmente podría suponer una brutal escalada en el impacto regional de este conflicto. El Ejército Libre de Siria (ELS) anunció que había matado a Ali Hussein Nassif, un alto mando militar de Hezbolá, cerca de la ciudad de Qusayr, en el marco de una ofensiva de mayor alcance del ELS contra Hezbolá. Los oficiales de Hezbolá simplemente afirmaron que Nassif había muerto “cumpliendo con su deber yihadista”. Varias semanas más tarde, el ELS declaró que había matado a otros 60 combatientes de Hezbolá y capturado a 13. Según un informe, un acuerdo entre el ministerio de defensa sirio y Hezbolá requiere que esta última organización suministre a Siria más de 2.000 combatientes “de élite” por si acaso se produce una invasión extranjera. Este informe afirmaba también que Nasrallah ofreció a Assad “el pleno uso” de las capacidades militares de Hezbolá por si era necesaria esa “ayuda urgente”. Asimismo alegaba que Hezbolá, junto con la Fuerza Quds iraní, estaba entrenando a una división militar siria de 60.000 personas, que seguía el modelo de la Guardia Revolucionaria, para proteger a la Gobernación siria de Latakia, de mayoría alauita. Un miembro desertado de la Sección de Inteligencia de las Fuerzas Aéreas Sirias ha afirmado que Hezbolá tiene 1.500 combatientes que apoyan al ejército sirio en el interior del país.

En un artículo anterior, este autor ha evaluado que el peor escenario posible de la guerra civil siria sería la formación de un miniestado alauita al que se retirara la columna vertebral del ejército sirio con la mayor parte de su armamento pesado y con las armas químicas que posee, lo que prevendría una ofensiva sangrienta por parte de la oposición suní en su último reducto. En tal escenario, un régimen alauita podría contar con la presencia disuasiva de unas significativas fuerzas expedicionarias iraníes.

Michael Young, conocido observador de la arena libanesa, advirtió ya en julio de 2011 de que la “retirada a una fortaleza alauita” podría tener unas repercusiones temibles en el Líbano y en Irak, ya que Hezbolá podría colaborar con los cristianos libaneses dentro de un “esquema de desconexión del Líbano” favorable a un miniestado alauita, para contrarrestar la percibida amenaza suní.

“Si las pruebas confirman ser cierto que Hezbolá es realmente responsable de este infame atentado [en Burgas], entonces el asunto acarreará consecuencias”, dijo en Berlín Steffen Seibert, portavoz de la canciller alemana Angela Merkel. No especificó qué clase de consecuencias serían.

Philipp Missfelder, un alto dirigente de los Demócratas Cristianos de Alemania y portavoz de la política exterior del partido en el Parlamento, dijo que la actitud con respecto a Hezbolá estaba cambiando gradualmente. “Está claro que están siendo dirigidos desde Irán y que están desestabilizando la región.” “El grupo que piensa que Hezbolá es un factor estabilizador se va reduciendo de tamaño.”

Que la UE cambie la designación de Hezbolá requeriría un voto unánime por parte de los 27 Estados miembros del bloque.

Julien Barnes-Dacey, experto en Oriente Medio del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, predijo un compromiso de la UE que siguiera la trayectoria británica, “según la cual las distintas alas políticas y militares difieren unas de otras… debido a la reticencia por parte de los Estados europeos a aislar por completo y a sancionar a Hezbolá.” Sin embargo, esto “dejará huella y [Hezbolá] los aislará políticamente”.

Confiemos en que los europeos, encabezados por Francia y Alemania por su peso político, tengan el valor de designar a Hezbolá como lo que es: un movimiento político-religioso islamista que no renuncia a utilizar el terrorismo cada vez que sus intereses locales, regionales e internacionales, o los de sus patrones Irán y Siria, corren peligro.

Si los Estados europeos ceden ante el chantaje y las veladas amenazas de la organización, como hicieron en las décadas de 1980 y 1990, pueden convertirse de nuevo en objetivos directos si, por ejemplo, los iraníes se sienten demasiado presionados por las sanciones europeas, si Assad está enfurecido por el apoyo europeo a la oposición siria o si algún terrorista de Hezbolá es arrestado en Europa.

Ha llegado el momento de presionar en serio a Hezbolá y hacerle comprender que las reglas del juego han cambiado.