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DAVID HOFFS

En 94 segundos prepararon mis dos deliciosos cocteles de camarón del conocido puesto-camioneta en la esquina de Virreyes con Iturrigaray (esta por Prado Sur y les recomiendo llegar antes de la 13:00…). En este peculiar espacio uno puede presenciar la eficiencia en persona cuando un equipo de alrededor de 5 personas, se encarga de mantener un inventario de cocteles de varios tipos y junto con un set de herramientas prefabricadas (moldes, exprimidores y medidas) son capaces de mantener un estándar de calidad y buen servicio que bien debería ser premiado.

Lástima que un ejemplo como éste sea el menos común. Por lo general la cultura de la ineficiencia y la costumbre de procrastinar son dos hábitos mexicanos que poco ayudan y mucho perjudican a nuestro grandioso país.

Recientemente el INEGI reveló en su medición de la productividad total de los factores (que es un indicador que en resumen mide el “output” de toda la economía, contra el “input” de la misma para cada año), que mientras que los insumos han aumentado año con año en promedio, un 3.97%, la producción lo ha hecho en solo 3.58%. Esto significa que independientemente de que se produzca más (y que bueno), el hecho es que para cada unidad de producto se necesitan cada vez más insumos. Es como si, aunque cada vez se vendieran más cocteles, los mismos vasos necesitaran más camarones para llenarse. Así, resulta que México es cada vez menos productivo.

En realidad esto no sorprende cuando en el día a día observamos la dificultad que existe en nuestro país para que las cosas salgan bien desde un principio. Arreglar la casa puede resultar en una monserga cuando uno tiene que estar atrás del maestro para ver “si sí va a venir hoy o no”. Igualmente un trámite gubernamental normalmente quiere decir ir del tingo al tango juntando papeles y requisitos (como en rally de boy scouts). Inclusive en la vida corporativa y empresarial es común que los procesos tarden más de lo debido y que los empleados que intentan realizar sus tareas diarias se encuentren respuestas internas como “no se sabe quién es el responsable de eso”, “esa no es mi área”, “desconozco el dato”, “al rato te lo envío”, etc.

Lo grave de lo anterior es que la improductividad empobrece al país, pues el salario mínimo real (más allá del legal) solo aumenta en la medida en que la productividad también aumente. Si ésta última disminuye, con ella lo harán los salarios y una población que gane cada vez menos, solo mermará su calidad de vida.

Si no se da un cambio de mentalidad colectiva, en donde el “mañana” se cambie al “hoy” (como diría un expresidente que nos dejó con las ganas) y en donde el “esque” se convierta en “ya”, de poco servirán más computadoras, horas de clase, nuevas leyes, banda ancha, privatizaciones, etc. Mientras que a los empleados, los burócratas, los maestros, los gobernantes, los padres de familia, etc. no nos sea importante y motivo de orgullo simplemente hacer las cosas bien y en el momento, difícilmente lograremos ser más productivos.

Mientras tanto a comerse los cocteles a la de “ya” porque se hacen feos…

Fuente:capitaldemexico.com.mx