Entrevista con la directora polaca Agnieszka Holland, que presenta In Darkness, nominado a los Oscar en 2013.

BÁRBARA AYUSO

Agnieszka Holland sonríe con timidez y reconoce que le gustaría dejar de hacer películas sobre el Holocausto. In Darkness es la tercera cinta de la cineasta sobre el asunto, y barrunta que será la última. “Pero no me atrevo a afirmarlo”, dice, recolocando sobre su nariz las gafas ahumadas. Ahora mismo tiene voluntad de cerrar la trilogía, pero es consciente de que queda mucho para mañana.

Con más de treinta títulos a las espaldas, ha abordado toda clase de temáticas (desde el Copying Beethoven hasta la serie The Killing) pero el horror nazi siempre acaba encontrándola. O más concretamente, las pequeñas historias que lo singularizan. “Ella me encontró a mí”, explica. Y lo hizo en forma de libro, el In the Sewers of Lvov de Robert Marshall, donde Agnieszka conoció Leopold Socha, un trabajador del alcantarillado de la ciudad polaca de Lvov que acabó librando a a miles de judíos de la muerte. Pero ocurrió como florecen las heroicidades de este lado de la pantalla: sin atisbo de heroicidad premeditada y casi por puro accidente.

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“Cuando conocí la historia, me negué a hacer una película de ella”, explica la cineasta. Pero la semilla empezó a echar raíces incluso esta lectora voraz de todo lo relacionado con el Holocausto, y acabó replanteándoselo. Con una sola condición: “Que estuviera grabada en las lenguas originales en las que sucedió”, explica. In Darkness supone una rareza dentro de la filmografía de Holland, que acostumbra a rodar en inglés incluso cuando la acción se desarrolla en un escenario de habla no inglesa. “Sentía que la historia merecía ser rodada así y que, en cierto modo, si traía a actores famosos, pero anglosajones, estarían teatralizando demasiado lo ocurrido, que no quedaría auténtico”. En la historia se alternan los fragmentos en yidish, ucraniano, polaco y alemán, así como un espléndido uso de la cámara al hombro, lo que dota a In Darkness de una verosimilitud sobresaliente. Y por momentos, insoportable.

Porque sí, efectivamente, al abordar uno de los períodos más oscuros en la historia de la humanidad, el estómago no tiene más remedio que encogerse una vez más. Porque siempre hay márgenes inexplorados en el horror, y Agnieszka se antoja experta en rescatarlos y arrojárnoslos a la cara. Es especialmente en los detalles de la cinta donde brilla la perspicacia de Holland de mirar allí donde ya todo parecía desgastado por la exposición; y apuntalar el matiz.

En In Darkness lo consigue a través de la sexualidad, un aspecto que raramente se aborda en las producciones sobre esta temática y al que, por supuesto, ha acompañado la pertinaz y cansino azote de la estéril controversia. Pero Holland defiende su representación por la misma pulsión que le ha llevado a rodar en varias lenguas o utilizar escenarios reales: el reforzamiento del realismo, hasta casi sus últimas consecuencias. “Muchos de los supervivientes con los que me entrevisto, que lo hago a menudo, me han contado que el sexo jugaba un papel tanto en los campos de concentración como durante todo el genocido”, explica. Pero el cine no lo ha representado así. “Estamos acostumbrados a ver a los judíos representados como una especie de seres asexuados casi angelicales, sin rastro de ese tipo de pasiones, y no fue así”, apostilla. Como defiende la cineasta, cuando la muerte acecha con certera inminencia, pero indeterminada de un día o de una semana, lo que nos hace humanos aflora con especial virulencia.

Por eso en la película el sexo se utiliza como elemento de tortura -en la indescriptible escena en la que un grupo de mujeres desnudas viven una pesadilla en los bosques de la ciudad- pero también de reivindicación de la vida que aún se resiste a claudicar. Aunque sea apiñada entre las asfixiantes y oscuras alcantarillas en las que sobrevivieron catorce meses este grupo de personas. Incluso allí, la vida se impuso y alumbró otra nueva.

Pero sobre In Darkness pesan dos poderosas losas, aunque a Agnieszka Holland parezca traerle sin cuidado: la reiterada comparación con La Lista de Schilder y el tomar a la cinta como solo “una más” sobre el Holocausto. Holland reprime el resoplido al escuchar la énesima referencia al clásico de Spielberg, y repite lo que debe repetir, una vez más: “Entiendo que se comparen. Las dos versan sobre dos héroes que no pretendían serlo, y que además son agentes externos [no son judíos]. Pero creo que a pesar de las similitudes son dos filmes completamente distintos”, subraya. Y lo son. Este trago es muchísimo más amargo. Y más real.

In Darkness podrá verse este domingo 15 de junio en el Festival de Cine judío que se celebra en Madrid y Barcelona.

Fuente:libertaddigital.com

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