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GEORGE CHAYA

¿Tiene Washington realmente una verdadera estrategia global para el Oriente Medio?¿Qué hará EE.UU. con Teheran y sus milicias chiitas una vez que logre destruir al ISIS?

Si Washington cree realmente que el presidente Bashar Al-Assad tiene un rol que desempeñar en el futuro de Siria, entonces debería decirnos ¿qué medidas prácticas piensa adoptar para neutralizar las milicias sectarias alawitas de Assad y sus aliados chiitas libaneses de Hezbollah una vez que los territorios sirios sean liberados del ISIS? Hasta el momento, nadie se ha pronunciado al respecto desde la administración Obama.

Otra pregunta que se impone a la luz de la dudosa manipulación norteamericana del escenario iraquí-sirio es: ¿tiene Washington realmente una verdadera estrategia global para el Oriente Medio? “Me estoy refiriendo a una estrategia seria y responsable que vincule su política regional con las siempre cambiantes realidades políticas y militares sobre el terreno”. Hasta el momento, el presidente Obama no ha aclarado su postura sobre Hezbollah -y las acciones del grupo- que ha impedido la elección de un nuevo presidente libanés hasta que pueda instalar un candidato títere que obedezca a sus dictados.
Tampoco hemos oído ningún comentario sobre la estrategia chiita para tomar el control de Yemen, un país en absoluta fragmentación. Por último, pero no menos importante, no hay ninguna indicación clara sobre dónde se encuentra posicionado EE.UU. en dirección al avance regional iraní y las recientes declaraciones de funcionarios de Teherán indicando estar en control de cuatro capitales regionales: Bagdad, Damasco, Beirut y Saná.
Lo que estamos presenciando es realmente extraño. ISIS ha ocupado la ciudad siria de Raqqa desde hace más de un año, en junio pasado invadió Mosul, la ciudad más grande del norte de Irak. Esto ocurrió en un contexto en cual los terroristas tomaron prácticamente la totalidad del Este de Siria y el Oeste de Irak. Sin embargo, Obama no pareció alarmarse hasta que el ISIS comenzó a transmitir imágenes de brutales ejecuciones y decapitaciones de ciudadanos estadounidenses y británicos, y más tarde, del terror que desato sobre la población kurda en la frontera con Turquía, en la ciudad siria de Ain Al-Arab (más conocida en Occidente como Kobane)
No resultó extraño que tanto el ejército como la policía iraquí (de construcción estadounidense) se derrumbaran cuando ISIS invadióMosul y Anbar, que aun están bajo el control de los terroristas. De hecho, la farsa de la gestión del primer ministro Maliki no terminó hasta que Washington se dio cuenta que él se estaba convirtiendo en una amenaza, incluso para la estrategia que estaba -torpemente-sirviendo, por lo que Maliki tuvo que irse con el fin de asegurar su propia supervivencia.
Lo que ahora está ocurriendo en Irak y Siria representa los intentos de salvar una situación generada exclusivamente por el presidente Obama con su decisión de retirada de las tropas estadounidenses del Irak. Sin embargo, la ambigüedad de la posición estadounidense no se detiene aquí, por lo que echemos un vistazo a la situación actual en Líbano y Yemen.
¿Qué quiere el gobierno de Obama para estos dos países y, posteriormente, para la región en su conjunto, dada su preocupación por el avance de Teherán? ¿Por qué ve el terrorismo y el extremismo como exclusivo de una sola secta dentro de la confesión islámica y suelta la mano a los viejos socios estadounidenses en el Oriente Medio a favor del régimen iraní y sus bandas armadas?

Es cierto que Al-Qaeda fue el responsable de llevar a cabo el 09-11, de allí que la indignación se focalizo hacia un sector sunita extremista. También aprecio el hecho de que el presidente Obama y sus dos almas gemelas, Susan Rice y Denis Mc Donough, todavía eran jóvenes a finales de 1970, por lo que tal vez no recuerdan bien ese período de la historia de Oriente Medio antes de la aparición “del demonio sunita” de Usama Ben Laden.

Sin embargo, a mi juicio, vale la pena mirar más hacia atrás y evaluar esos días, no para revivir viejas animosidades, sino para desacreditar la idea de que el terrorismo y el extremismo es único y exclusivo de un sector religioso y sectario, tampoco de identidades raciales en el mundo árabe islámico.
Lo cierto es que esto que menciono, esta demostrado en el devenir histórico. Veamos, en 1979, 52 norteamericanos fueron tomados como rehenes durante 444 días en el complejo de la embajada estadounidense en Teherán tras el arribo de la Revolución Islámica del Imán Khomeini. Luego, en octubre de 1983, mientras Obama cursaba su último año en la Universidad de Columbia, el cuartel de Infantería de Marina de los EE.UU. fue blanco de un ataque suicida en Beirut, en total, 254 soldados estadounidenses murieron en una explosión que Washington atribuyo a agentes pro-iraníes. Por otra parte, entre 1982 y 1992, Líbano fue escenario de una ola de secuestros y toma de rehenes de ciudadanos extranjeros, durante el cual, 96 personas fueron secuestradas, torturadas y encarceladas por varios meses, finalmente muchas de esas personas fueron asesinadas -entre ellas, 25 estadounidenses, 12 británicos y 9 franceses-. Una vez más, pro-iraníes extremistas chiitas fueron responsabilizados y acusados más tarde por los propios secuestrados que pudieron ser liberados en cumplimiento de las exigencias de los terroristas.
Hoy, tras una serie de asesinatos políticos ocurridos desde 2005, varios oficiales y seguidores de Hezbollah han sido acusados ​​formalmente de haber participado en tales crímenes con la ayuda de las mafias cristianas de Michel Aoun, socio de Hassan Nasrallah, Secretario General de Hezbollah. El grupo pro-iraní también está presionando y llevando al ejército libanés a un atolladero sectario y sangriento, destruyendo poco a poco las instituciones del Estado y eliminando sistemáticamente elementos del liderazgo sunita a quienes habían ayudado inicialmente con la complicidad y la esperanza de debilitar el liderazgo suni moderado que es detestado por Irán. Todo esto es parte de los intentos de Irán y Hezbollah de adueñarse completamente del Líbano. Aunque nada diga Washington al respecto.
En cuanto al Yemen, Irán parece estar jugando ficha en el patio de su casa, Teherán se mueve con absoluta libertad allí generando más caos al ya reinante. En el marxista-leninista y predominantemente sunita Yemen del Sur, está apoyando a los secesionistas. En el Norte, sus seguidores, los chiítas huzíes, son ahora los gobernantes de facto del país, a pesar que la mayor parte de la minoría chiita de Yemen son zaydis, y por lo tanto no tienen nada que ver con la doctrina de Irán de velayat-e faqih (gobierno de la autoridad de Dios). En cuanto a la mayoría suní shafi, ellos tampoco tenían nada que ver los extremistas de Al-Qaeda ni  conforman el fundamentalismo sunita.
Entonces, caben las preguntas finales a la administración Obama.¿Qué hará EE.UU. con Teheran y sus milicias chiitas una vez que logre destruir al ISIS? Hoy aparecen como sus socios, que si no lo son, de mínima se ven favorecidos por el accionar militar norteamericano y de la coalición contra el extremismo sunita. ¿Obama les regalara el Oriente Medio a los mullah iraníes y los considerara aliados para sus políticas en el nuevo escenario del mundo árabe? ¿Hará eso Obama, aun en detrimento de los pueblos libanes y yemeni o luego de acabar con los terroristas suníes del ISIS se dedicara a neutralizar a los terroristas chiitas? Personalmente no estaría tan convencido que esto vaya a suceder y más bien creo que capeara una nueva suerte de “gatoardismo” propio de la real politicque supo manejar Henry Kissinger en su tiempo.
Sin embargo, infortunadamente, Obama dista mucho de poseer la mente brillante “del viejo” Henry. El presidente norteamericano se ha manejado más bien como “elefante dentro de un bazar”, y han sido varios los disparos que se ha dado en su propio pie. Por lo que nada hace suponer que esto no continue del mismo modo.

Prof. George Chaya (BA) in History, Canterbury University, UK. Consultant on Middle East and Latin America.

Twitter @george_chaya

Fuente:eldiarioexterior.com