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DAVID HOFFS *

Tener reuniones en oficinas gubernamentales implica encontrar como constante a la fotografía enmarcada del Presidente de la República. Sin embargo, esta caricatura clásica del Gobierno no necesariamente es fiel a la realidad, pues sí hay quienes realmente intentan generar políticas públicas que beneficien a la gente (al menos conozco un par que si lo intentan…). Además de la grilla política, las agendas ocultas y la mera corrupción, hay un par de factores determinantes (pero poco tomados en cuenta) en el común fracaso a la hora de intentar aplicar nuevas políticas públicas: la naturaleza del mercado en donde, como cualquier sistema, éste reaccionará inmediatamente a los cambios compensando de alguna manera y generando efectos secundarios (y muchos indeseables).

Así, a la hora de planear una nueva política, los integrantes del Gobierno instintivamente intentan atacar al efecto directamente. Si es un problema de precios, como el alto costo de la vivienda en el DF (que continúa incrementando en al menos 2% sobre la inflación anual), buscan ponerle techo o base (como al salario mínimo). Si es un problema de actividades indeseables, como las apuestas, o de productos, como las drogas, las prohíben. El asunto está en que se conceptualiza al efecto o la expresión del problema como el problema en sí y no a su origen, es decir, se enfocan en solucionar la forma y olvidan el fondo (un aspirinazo). En el mejor de los casos intentan solucionar la causa inmediata pero no al origen (como atacar al narcotráfico para eliminar las drogas). Lejos de eliminar el efecto, al mantener la causa raíz vigente se producen toda clase de efectos secundarios (durante los años secos de los EU, la criminalidad incremento en más de 600.

La verdadera solución se encuentra en atacar dichas causas raíz directamente, anticipando los ajustes que hará el mercado. Por ejemplo, de poco sirve topar el precio de la vivienda a cambio de licencias para construir pues solo se logra reducir aún más la oferta de vivienda y presionar los precios al alza. Tampoco sirve incentivar muchísima construcción que colapse los servicios urbanos. La solución probablemente se encuentre en desincentivar la demanda descentralizando a la Capital, pues entre mejor se viva en la Ciudad de México, más trabajos haya y mejores sean los precios de la vivienda, más gente se mudará y el mercado regresará solo a los problemas actuales de desabasto de agua, tráfico y encarecimiento de las viviendas. En cambio, generar centros de trabajo en el resto de las ciudades del país, llevaría al mercado a estabilizarse en un punto de equilibrio diferente (uno que disminuya la presión demográfica en el DF).

Lo mismo aplica para las drogas y para las apuestas. Prohibirlas ante su alta demanda solo termina en narcotráfico y comercio ilícito, indudablemente generando que el sistema compense con más violencia y reducción en la calidad de vida. Si dicha demanda fuera de nuestros jóvenes, la solución estaría en la educación (si la demanda viene del norte quizás deberían solucionarlo los del norte…). Si el problema es el despilfarro social en casinos, probablemente la solución no sea limitar algunos despilfarradores, sino en regresar esos recursos para muchos gravando las ganancias de estos establecimientos.

Y el problema no son las fotografías presidenciales… sino pensar que la solución está solo en el Presidente…

 

*Ingeniero Industrial y Maestro en Administración y Finanzas.

Profesor en el TEC de Monterrey y asesor financiero para el sector público y privado.

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Fuente:capitaldemexico.com.mx