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FRANCISCO CARRIÓN

«La Historia dirá que nuestra generación sabía más de mártires que de vivos», escribió Shaima el Sabag en Twitter hace dos años. Ayer, cientos de personas enterraron su cadáver, envuelto en la bandera egipcia, en el cementerio de la ciudad mediterránea de Alejandría.

Al grito de «Abajo el régimen militar», la nutrida comitiva despidió a una activista de izquierdas cuya muerte el sábado a manos de la policía la ha convertido en el nuevo rostro de la lucha contra la brutal represión que desangra Egipto cuatro años después de las revueltas que desalojaron a Hosni Mubarak.

«Por primera vez, el fallecido no es simpatizante de los Hermanos Musulmanes sino una izquierdista que sólo pedía que se cumplieran las demandas de Tahrir. No hay duda de quién la mató. La gente está indignada. Cualquiera puede terminar asesinado por la policía», relata Mohamed el Kashef, abogado de derechos humanos en Alejandría.

La activista, de 33 años y madre de un niño de cinco años, participó el sábado en una marcha organizada en el centro de El Cairo por su partido, la Alianza Popular Socialista. Junto a la joven, una treintena de personas acudió a la cita. Tenían previsto depositar unos ramos de flores en la Plaza Tahrir, el corazón de las revueltas que en 2011 sepultaron las tres décadas de Mubarak en palacio.

El homenaje a los más de 800 caídos en el levantamiento apenas había arrancado cuando los furgones de la policía alcanzaron el lugar. En mitad de la desbandada, Shaima recibió un disparo de perdigón desde unos 8 metros de distancia. Según la autopsia, el balín dañó los pulmones y el corazón provocándole una hemorragia.

A sangre fría

«Fue asesinada a sangre fría por la policía», denuncia Medhat al Zahid, vicepresidente del pequeño partido en el que militaba Shaima. Su agonía fue documentada en estremecedoras fotografías y vídeos. Las instantáneas muestran a sus compañeros de partido trasladando en brazos su cuerpo ensangrentado por las céntricas calles de El Cairo mientras huyen de agentes encapuchados y suplican una ambulancia. «¡Dispara, dispara!», exclama un oficial en una de las secuencias publicadas en internet. Shaima falleció poco después de llegar al hospital.

Fiel a su estrategia, el Ministerio del Interior negó que las fuerzas de seguridad fueran responsables de una muerte urdida -a su juicio- por «infiltrados». Su tentativa de exculpar al aparato policial -que, pese a su infame historial de violaciones de derechos humanos, permanece a salvo de la más leve reforma- provocó ayer una cascada de reacciones en la maltratada disidencia laica, blanco -junto a los islamistas- de la feroz represión que inauguró del golpe de Estado que desalojó del poder a los Hermanos Musulmanes en julio de 2013.

Partidos izquierdistas como el de Shaima respaldaron la asonada, pero la posterior campaña de arrestos -que ha enviado a la cárcel a más de 40.000 personas– los ha ido reconciliando con las pancartas. Ayer, en una concurrida rueda de prensa, la formación acusó al régimen que lidera el ex jefe del ejército Abdelfatah al Sisi de ser «el principal foco de terrorismo» e intentar «eliminar la vida política».

La tragedia de Shaima -precedida la víspera por la muerte de una joven de 17 años en una protesta islamista en Alejandría- solo fue el prólogo del cuarto aniversario del inicio de las protestas que ayer dejó un nuevo reguero de muertos. Al cierre de esta edición, la represión de las manifestaciones se había cobrado 18 vidas en todo el país y causado heridas a otras 50 personas. Diez de las víctimas se registraron en el barrio cairota de Matariya, un bastión de los partidarios del derrocado presidente Mohamed Mursi. Además, varias decenas de manifestantes fueron arrestados acusados de pertenecer a la Hermandad.

Fuente:elmundo.es