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DR. GERARDO STUCZYNSKI

 

Benjamín Netanyahu es sin duda el líder más destacado de la escena política israelí. De los últimos diez años “Bibi” fue Primer Ministro en nueve.

Sin embargo, si hubiese previsto el complejo panorama electoral que debe afrontar, seguramente no hubiera disuelto el parlamento más de dos años antes de que expirara su período de gobierno, convocando a elecciones anticipadas.

Netanyahu proyectó un escenario similar al de las elecciones anteriores en 2013.

En esa ocasión, no había un dirigente opositor que notoriamente desafiara su investidura. Mientras por un lado el denominado “bloque de derecha” se presentaba consolidado, con su partido el Likud como pivote, por el otro, no se percibía un “bloque de izquierda” como alternativa real. La oposición carecía de un líder natural y diversos dirigentes políticos se disputaban ese rol. Tanto Shely Iejimovitz del laborismo, Tzipi Livni de Hatnuá y Iair Lapid de Iesh Atid, aspiraban a conformar y liderar la coalición que los llevara a la jefatura de gobierno.

El Likud se presentó conjuntamente con el partido de Avigdor Liberman, Israel Beiteinu consiguiendo tan sólo 24 mandatos. Netanyahu no logró cristalizar la categórica victoria que esperaba. El bloque de la derecha en su conjunto obtuvo apenas 61 de las 120 bancas de la Kneset.

Al expulsar a algunos de sus ministros haciendo caer su gobierno, Netanyahu apostó a que la oposición continuaría sumida en el caos. Y si bien las encuestas lo señalan como el candidato percibido como el más apropiado para ser Primer Ministro, esto no equivale a la intención de voto. Por el contrario, ha surgido un contendiente inesperado, el líder del laborismo Itzjak “Bushi” Hertzog, que en muchas compulsas, lidera la opinión pública.

En contraposición a su previsión, el panorama electoral se asemeja más al de las elecciones de 2009, cuando él y Livni, dos figuras centrales, encabezando los dos principales partidos, se disputaban la jefatura de gobierno.

Bushi no es un candidato carismático. Cabe recordar que el laborismo desde 1974 sólo triunfó en dos ocasiones y en ambas, sus candidatos, tanto Itzjak Rabin como Ehud Barak, habían ejercido el cargo de Jefe del Estado Mayor del Ejército.

Hertzog no cuenta con ese historial, pero efectuó una hábil maniobra, proponiéndole a Tzipi Livni una unión electoral entre sus fuerzas, que incluye un acuerdo de rotación en el cargo de Primer Ministro a mitad del período. Esto provocó el surgimiento de otro polo denominado el “Campo Sionista”, dando un sorpresivo vuelco a la escena electoral.

Su principal argumento es ser la alternativa a Bibi. No hay planteada en la campaña una discusión ideológica, sino que su propuesta es remover a Netanyahu. El eslogan publicitario del Likud es: “somos nosotros o ellos”. Como contrapartida el del Campo Sionista es: “somos nosotros o él”.

Este espacio de centroizquierda propone reanudar el proceso de paz con los palestinos, no sin antes explorar la intención real de éstos a comprometerse en negociaciones serias. Esta salvedad implica dejar la puerta abierta a que no se produzcan avances significativos, porque para ello se requiere de la voluntad de la otra parte y la mayoría de los israelíes son  escépticos al respecto.

En el plano interno, plantea una agenda económica y social que mejore la calidad de vida de la población y en el aspecto internacional critica fuertemente las relaciones que Israel ha tenido con su aliado estratégico Estados Unidos.

En ese sentido, se mostraron contrarios a la visita de Netanyahu al Congreso norteamericano. No debido a discrepancias sobre lo que significa la amenaza de un Irán nuclear, sino en base a consideraciones de oportunidad y diplomacia. Es que la inusual invitación a Netanyahu fue cursada por la oposición republicana, que domina ambas cámaras y no por el presidente.

Netanyahu concurrió al Congreso y denunció el mal acuerdo que la administración Obama y las potencias europeas están a punto de firmar con Irán. El entendimiento, según su interpretación, le permitiría a Irán, no sólo levantar las asfixiantes sanciones económicas que padece, sino obtener la bomba atómica.  En definitiva su mensaje fue que la ingenuidad de occidente pone en peligro a Israel y al mundo.

La primera consecuencia que tuvo su impactante y enérgico discurso fue un leve crecimiento en la intención de voto a su favor a nivel interno. Quizá, por esta previsible razón, la oposición criticó tanto la visita.

De todas maneras, estamos ante una elección extremadamente competitiva de desenlace incierto.

En el camino al surgimiento de un nuevo gobierno existen dos etapas bien diferenciadas. La primera es la campaña electoral previa y el desarrollo de las elecciones el 17 de marzo.

Pero la fase decisiva comienza el día después. La Comisión Electoral Central demora diez días en expedirse y proclamar oficialmente los resultados del sufragio.

Luego el presidente del Estado Reuben Rivlin convocará a los líderes políticos de las listas que lograron representación parlamentaria, quienes le sugerirán a quién debe encomendar la formación del gobierno.

En el transcurso de esos diez días tienen lugar las negociaciones entre los partidos políticos de cuya coalición surge el gabinete que contará con la mayoría parlamentaria necesaria para su constitución.

En 2009, Livni al frente de Kadima, ganó las elecciones superando al Likud por un mandato. Sin embargo, no pudo conformar una coalición. Los aliados naturales del Likud le recomendaron al entonces Presidente Shimon Peres, que le otorgara la facultad  a Netanyhau de lograrla.

Es frecuente que en los últimos cinco días, período en el que está prohibido publicar estudios de opinión, el electorado varíe el comportamiento que sostenidamente había mostrado antes.

En 2009 todos los sondeos le daban la victoria al Likud. Sin embargo, en  los últimos días, Livni logró obtener el apoyo de votantes tradicionales de la izquierda a quienes convenció de que debían fortalecerla para hacerle frente a Netanyahu, obteniendo 28 mandatos en lugar de los 21 que le asignaban las encuestas.

No sabemos si se dará un giro y en ese caso en qué dirección. En lo personal me aventuro a pronosticar que pese a algún sofocón, el Primer Ministro actual continuará en el ejercicio de sus funciones.

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