AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Su nueva doctrina: Degradar los lazos con Israel y los saudíes mientras permite que Irán llene el vacío dejado por la retirada estadounidense.

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Conectemos los puntos:

Punto No. 1: El Presidente Obama retiró a las fuerzas estadounidenses de Irak en el año 2011 y se está preparando para abandonar Afganistán para fines del 2016, aun cuando mantendrá algunas tropas más allí este año y el próximo que lo planificado originalmente.

Punto No. 2: El gobierno de Obama permanece, en gran medida, callado acerca de la toma de poder en Irak, Siria, y Yemen por parte de Irán, llegando incluso tan lejos ya como a ayudar a las fuerzas iraníes en Tikrit, mientras intenta negociar un acuerdo nuclear con Teherán que le permitiría a éste mantener miles de centrifugadoras.

Punto No. 3: El Sr. Obama regaña a Benjamín Netanyahu por un discurso de campaña presuntamente “racista”, se niega a aceptar sus disculpas, y dice que Estados Unidos puede ahora “revaluar las opciones”, palabras en código, por permitir a las Naciones Unidas reconocer un estado palestino por sobre las objeciones israelíes.

En conjunto, estos hechos sugieren que el Sr. Obama está tratando de lograr el realineamiento más fundamental de la política exterior estadounidense en una generación. El presidente está retirando a Estados Unidos del rol militar protagónico que ha desempeñado en el Medio Oriente desde 1979, año en el que comenzó la crisis iraní de los rehenes y que los soviéticos invadieron Afganistán. Está tratando de transformar a Irán de enemigo en amigo y disminuyendo la alianza con Israel, a niveles bajos no vistos desde la década de 1960.

Llámenla la doctrina Obama: Estados Unidos suelta la carga, e Irán toma el relevo.

Quizás el menos discutido de estos puntos es la noción que el Sr. Obama está bajándose del Medio Oriente. Él ha dicho eso en forma repetida, prometiendo “reequilibrar” nuestros compromisos cambiando las fuerzas al Pacífico. Estados Unidos todavía mentiene fuerzas sustanciales en el Golfo Pérsico, como lo ha hecho desde principios de la década de 1980. Pero el número de tropas en Irak ha caído de 142,000 cuando el Sr. Obama asumió el poder a menos de 3,000 hoy, después de un intervalo de cero entre los años 2011 y 2014. El número de tropas en Afganistán se triplicó a 100,000 en el año 2010 pero ha caído desde entonces a 10,000 y se supone que llegue a cero antes que el presidente deje el cargo. Esto será desastroso y desestabilizador, pero permitirá al Sr. Obama afirmar que el “terminó” la guerra. En realidad, retirar a las tropas estadounidenses solo alimentará el conflicto.

Un corolario para la promesa del Sr. Obama de hacer retroceder la “marea de guerra” es su determinación a emplear solamente la fuerza aérea, si es obligado a luchar. Estados Unidos tomó parte en la campaña aérea de la OTAN para deponer al líder libio Moammar Gadhafi, pero después el Sr. Obama se rehusó a enviar una fuerza de mantenimiento de paz, una decisión que ha consignado al país a la anarquía. Ahora el Sr. Obama está lanzando ataques aéreos contra el Estado Islámico mientras se niega a comprometer cualquier tropa terrestre—aun cuando son esenciales para asegurar el éxito de los ataques aéreos.

Esto nos lleva a la segunda parte de la Doctrina Obama. Estados Unidos ha visto a Irán como su enemigo desde que fue atacada nuestra embajada en Teherán y fueron tomados cautivos nuestros diplomáticos. Los iraníes han patrocinado numerosos ataques terroristas contra objetivos estadounidenses, en Líbano en la década de 1980 y en Irak en la década del 2000.

En respuesta, los sucesivos presidentes de Estados Unidos han respaldado a Israel y los aliados sunitas, notablemente Arabia Saudita. El Sr. Obama está haciendo corcovear este consenso de política exterior. Está ofreciendo a Irán términos extraordinariamente generosos en las negociaciones actuales, sugiriendo que levantará las sanciones si Irán simplemente lentifica su programa de armas nucleares por una década.

El Sr. Obama está también haciendo poco por discutir el creciente imperio de Irán en el Medio Oriente, simbolizado por la presencia ubicua del General Qassem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds, que está encargada de exportar la revolución. Teherán respalda a milicias representantes tales como Hezbollah, que se ha mudado de su base libanesa para apoyar al cliente iraní en Siria, Bashar Assad; la Organización Badr, que está liderando la carga contra el Estado Islámico en Tikrit; y las milicias houthis que han asumido el control de Saná, la capital de Yemen, y está ahora a las puertas de Aden, un puerto estratégicamente vital cerca de la entrada del Mar Rojo.

Todo lo que dirán en respuesta los funcionarios estadounidenses es que las acciones de Irán son “de ayuda” en tanto no sean muy “sectarias”—parecido a elogiar a Al Capone por proporcionar licor a las masas sedientas mientras se expresa piadosamente la esperanza que su conducta no sea muy criminal. Ahora Estados Unidos está incluso apoyando la ofensiva dirigida por Irán contra Tikrit proporcionando vuelos de vigilancia y ataques aéreos para atacar fuerzas.

La contracara de este cambio hacia Irán es un alejamiento de los aliados de largo tiempo, muy notablemente Israel, el que ve al programa nuclear iraní como una amenaza existencial. El presidente prometió poner algo de “luz de día” entre Washington y Jerusalem, y caramba si ha cumplido. Sus ayudantes ridiculizan al primer ministro israelí como un “cobarde”, y el Sr. Obama ha exhibido enojo más visceral hacia el Sr. Netanyahu que hacia Vladimir Putin o el ayatolá Jameneí.

El Sr. Netanyahu a veces ha jugado en las manos del Sr. Obama—por ejemplo, al aceptar dirigirse al Congreso sin hablarlo antes con la Casa Blanca y luego prometer, en los días de cierre de su campaña, que no habrá estado palestino mientras el sea primer ministro. Lo que quiso decir el Sr. Netanyahu, como explicó más tarde, fue que los palestinos no han mostrado un compromiso con la paz que lo pusiera cómodo al ceder más tierra en el Margen Occidental en el momento. Pero pareciendo darse vuelta en su promesa de buscar una solución de dos estados—un fundamento de la política estadounidense bajo el Sr. Obama y George W. Bush—el Sr. Netanyahu ha proporcionado munición a aquellos en la Casa Blanca que insisten maliciosamente en retratarlo como un belicista y limpiador étnico enloquecido.

¿Tendrá éxito el Sr. Obama en retirar su realineamiento diplomático arrasador? El todavía tiene casi dos años en el cargo y considerables prerrogativas presidenciales como para reorientar su política exterior como le parezca. Irónicamente, el mayor obstáculo en su camino pueden ser los mullahs iraníes. Si ellos rechazan esta oferta extraordinariamente generosa por temor de hacer cualquier acuerdo con el Gran Satán, será expuesta en forma brutal la locura de su revolución de política exterior.

Max Boot, miembro principal en el Consejo sobre Relaciones Exteriores y autor de “Ejércitos Invisibles: Una Historia Épica de la Guerra de Guerrillas desde los Tiempos Antiguos al Presente” (W.W. Norton, 2013).

Traducido por Marcela Lubczanski

Fuente: The Wall Street Journal