El acuerdo entre Estados Unidos, Europa e Irán ha sido firmado y ratificado. Naciones Unidas lo ha aprobado. Los ministros europeos se apresuraron a Teherán con la esperanza de firmar contratos comerciales. Un miembro del gobierno alemán fue el más rápido. Laurent Fabius lo siguió, con cierto retraso.

Jewish American 

La prensa francesa le ha reprochado hablar con demasiada firmeza a los dignatarios iraníes en las negociaciones. Nadie en la prensa francesa, comenta ya las odiosas proclamas antisemitas y las llamadas a la destrucción de Israel que emanan de Khamenei o de Rohani: estas palabras ya no importan puesto que hay contratos que firmar.

 

La prensa francesa no se interesa en los comentarios antisemitas a menos que provengan de la extrema derecha, no oyen ni ven nada cuando provienen de un musulmán. Se aplica tanto, día tras día, en demonizar a Israel que cuando Khamenei y Rohani se exceden en la demonización, la prensa francesa lo encuentra normal. Lo que es cierto para la prensa francesa lo es para la prensa de todos los países de un continente en el que los valores éticos han muerto en Auschwitz.

 

En Estados Unidos, un país en el que los valores éticos aún no han muertos, el hecho de que Barack Obama, el presidente más islamófilo y, digamos, el más cercano al antisemitismo que el país haya conocido en su historia, haya votado a favor del acuerdo en las Naciones Unidas, sin siquiera consultar al Congreso, no deja de suscitar turbulencias.

 

La Constitución dice que el presidente firma los tratados y es el Congreso el que los ratifica. El Congreso, en consecuencia, pronto votará el acuerdo. Una mayoría de votos en contra del acuerdo fue adquirida hace mucho tiempo, ya que las dos cámaras del Congreso tienen mayoría republicana. El veto del presidente es una certeza de hace mucho tiempo: Obama, que se aferra al acuerdo y no quiere terminar su segundo mandato sin dar una victoria completa a los líderes iraníes, anunció, a mediados de julio, que usaría su veto en caso de un eventual rechazo del acuerdo por parte de los legisladores.

 

“Las inspecciones y auditorías son las más profundas jamás negociadas con ningún régimen” (Barack Obama). Sí, es que son los iraníes los que inspeccionarán solos los sitios más peligrosos para la paz mundial.  Y ¿a quién optarán por castigar si encuentran algo comprometedor?

 

Los republicanos pues se han esforzado por reunir en el Senado, la cámara que se ha de pronunciar primero, una mayoría de dos tercios, que habría permitido anular el veto presidencial. Esta mayoría, lo sabemos ahora, no se conseguirá. Habría sido necesario que un mayor número de senadores demócratas tomaran una decisión tan valiente como la de Charles Schumer, esa mayoría ya no será. Obama ha ejercido presiones y chantajes a los senadores que estaban considerando votar con los republicanos, y sus maniobras funcionaron.

 

Aunque el acuerdo parece ahora una siniestra imposición, y el pueblo estadounidense lo sabe, (porque todavía hay medios de comunicación que informan en EE.UU.), aunque la población estadounidense sea ahora abrumadoramente hostil al Acuerdo, treinta y cuatro senadores demócratas han dicho que votarían a favor.

 

Es una derrota para los republicanos. Es un gesto cínico de los treinta y cuatro senadores demócratas. También es una señal preocupante: si una comunidad en EE.UU. debería movilizarse en contra del acuerdo, esa es, se podría pensar, la comunidad judía.

 

Se ha de señalar que lamentablemente la comunidad judía no se ha movilizado y, aunque las grandes organizaciones judías norteamericanas, mayoritariamente de izquierda, por lo tanto demócratas, hayan anunciado sus reservas sobre el acuerdo, lo que provocó el furor de Obama, se ha podido constatar que la comunidad judía estadounidense, es lo que las encuestas indican, no ha dejado de mostrar apoyo al acuerdo. Incluso ha sido, de todas las comunidades americanas, la más favorable al acuerdo.

 

¿Debemos inferir que los judíos americanos son ahora predominantemente antisemitas y sus dirigentes simpatizan con los iraníes antisemitas? No necesariamente, aunque eso no cambia los hechos. ¿Debemos deducir que los judíos de Estados Unidos mayoritariamente favorecen la destrucción de Israel? No necesariamente de nuevo, aunque eso tampoco cambia los hechos.

 

Es mejor asumir que la comunidad judío norteamericana, por razones que cabe explicar con más detalle, ya no es, en su mayoría, judía, y ha cambiado de religión y de identidad cultural. Norman Podhoretz en su libro ¿Por qué son liberales los judíos?, al que he citado en varias ocasiones en esas colonias, lo ha explicado, y se sigue confirmando. La comunidad judía americana es ahora, mayoritariamente, la punta de lanza de las ideas de izquierda, incluso de la extrema izquierda en los Estados Unidos. Contribuyó a la victoria de Obama en 2008 y 2012, y volvió a votar abrumadoramente demócrata en 2016, independientemente del candidato. 

 

Aprueba masivamente el acuerdo con Irán porque Obama les asegura que es un acuerdo que va en el sentido de la paz en la Tierra, y ellos escuchan a Obama como si fuera un profeta. Odian masivamente a los republicanos. Odian masivamente a Netanyahu y toda la derecha israelí. Ni siquiera escuchan a la izquierda israelí, que pone de relieve los peligros del acuerdo.

 

¿Debemos deducir que se ha vuelto masivamente peligrosa para la supervivencia de Israel? La respuesta a esta pregunta, por desgracia, es sí. ¿Debemos deducir que se ha vuelto masivamente peligrosa para la supervivencia del pueblo judío? La respuesta, creo, es sí otra vez, por desgracia.

 

¿Qué conclusiones debemos sacar? Prefiero no sacar ninguna y limitarme a constatar. En cualquier caso, me parece muy preocupante.

 

Constatar que nueve miembros del Senado son judíos, que los nueve son demócratas, que solo Charles Schumer ha ADOPTADO una posición digna, mientras que cinco senadores judíos defendieron públicamente el acuerdo, Al Franken, Dianne Feinstein, Barbara Boxer, Bernie Sanders y Brian Schatz es extremadamente preocupante.

 

 

Fuente: © Metula News Agency / Guy Millière  

Traducido del francés por Silvia Schnessel para Enlace Judío México

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