DAVID HARRIS

Mencionen la historia y los ojos pueden ponerse en blanco.

Agreguen el Oriente Medio a la ecuación y la gente podría empezar a correr por las colinas, ya que no estaría dispuesta a quedar atrapada en un pozo sin fondo de detalles y disputas.

Pero sin una comprensión de lo que sucedió en el pasado, es imposible entender dónde estamos hoy – y dónde estamos es muy relevante para la región y el mundo.

La Guerra de los Seis Días estalló hace 49 años.

Mientras que algunas guerras se desvanecen en la oscuridad, esta sigue siendo tan relevante hoy como en 1967. Muchos de sus aspectos fundamentales siguen sin resolverse.

Los políticos, diplomáticos y periodistas siguen hablando de las consecuencias de esa guerra, pero raramente consideran o tal vez no están conscientes del contexto. Pero sin ello, algunos factores esenciales pueden no tener sentido.

Primeramente, en junio de 1967, no había un Estado de Palestina. No existe y nunca existió. Su creación, propuesta por la ONU en 1947, fue rechazada por el mundo árabe, ya que también significaba el establecimiento de un Estado judío a su lado.

Segundo, la Ribera Occidental y Jerusalem Este estaban en manos de los jordanos, mientras violaban acuerdos solemnes, ya que Jordania negó el acceso de judíos a sus lugares sagrados en Jerusalem Oriental. Para empeorar las cosas, los jordanos profanaron y destruyeron muchos de esos sitios.

Mientras tanto, la Franja de Gaza estaba bajo control egipcio, con un severo régimen militar impuesto a los residentes locales.

Y los Altos del Golán, que fueron regularmente utilizados para bombardear las comunidades israelíes debajo de la meseta, pertenecían a Siria.

Tercero, el mundo árabe podría haber creado un Estado palestino en Cisjordania, Jerusalem Oriental y la Franja de Gaza en cualquier momento. No lo hicieron. Ni siquiera se habló del asunto. Y los líderes árabes, que hoy profesan dicha unión al este de Jerusalem, rara vez, o nunca, la han visitado. Era considerada un remanso árabe.

Cuarto, en el momento de la guerra, la frontera de 1967, de la que tanto se habla hoy, no era más que una línea de armisticio que se remonta a 1949 – familiarmente conocida como la Línea Verde. Eso es después de que cinco ejércitos árabes atacaron a Israel en 1948 con el objetivo de destruir el Estado judío embrionario. Ellos fracasaron. Las líneas de armisticio se trazaron, pero no eran las fronteras formales. No podían serlo. El mundo árabe, incluso en la derrota, se negó a reconocer el derecho de Israel a existir.

Quinto, la OLP, que apoyó el esfuerzo de la guerra, se fundó en 1964, tres años antes de que comience el conflicto. Eso es importante ya que fue creada con el objeto de eliminar a Israel. Recuerden que en 1964 los únicos “asentamientos” eran el propio Israel.

Sexto, en las semanas previas a la Guerra de los Seis Días, los líderes de Egipto y Siria advirtieron en varias ocasiones que la guerra se acercaba y su objetivo era borrar a Israel del mapa. Quedaba claro. Veintidós años después del Holocausto, otro enemigo mencionó el exterminio de los judíos.

Queda igualmente claro que Israel, en los días previos a la guerra, envió un mensaje a Jordania, a través de la ONU y Estados Unidos, instando a Amman mantenerse al margen de cualquier conflicto pendiente. El rey Hussein de Jordania ignoró la petición israelí y ató su destino a Egipto y Siria. Sus fuerzas fueron derrotadas por Israel, y perdió el control de Cisjordania y Jerusalem Oriental. Más tarde, reconoció que había cometido un terrible error al entrar en la guerra.

Séptimo, el presidente de Egipto Gamal Abdel Nasser exigió remover las fuerzas de paz de la ONU estacionadas en la zona durante diez años para evitar conflictos. Lamentablemente, sin tener la cortesía de consultar a Israel, la ONU accedió. El movimiento eliminó la zona de amortiguación entre los ejércitos árabes que se movilizaban y las fuerzas israelíes en un país que era la quinta parte de Egipto – y sólo nueve millas de ancho en su punto más estrecho.

Octavo, Egipto bloqueó las rutas de navegación de Israel en el Mar Rojo, el único acceso marítimo del país a las rutas comerciales en Asia y África. Este movimiento fue considerado por Jerusalem como acto de guerra. Estados Unidos sugirió unirse con otros países para romper el bloqueo, pero al final, lamentablemente, no actuó.

Noveno, Francia, que había sido el principal proveedor de armas Israel, anunció que prohibía su venta en la víspera de la guerra de junio. Eso dejó a Israel en grave peligro si una guerra llegara a prolongarse y se requiriese un reabastecimiento de armas. No fue hasta el año siguiente que EE.UU. llenó el vacío y vendió sistemas de armas vitales a Israel.

Y, por último, al ganar la guerra de auto-defensa, Israel esperaba que los territorios recién incautados de Egipto, Jordania y Siria, servirían de base para un acuerdo de tierra a cambio de paz. Se enviaron mensajes pertinentes. La respuesta oficial llegó el 1 de septiembre de 1967, cuando la Cumbre Árabe emitió la famosa declaración en Jartum: “No habrá paz, reconocimiento o negociaciones” con Israel.

Esto fue seguido por más negativas. En 2003, el Embajador Saudita en EE.UU. fue citado por The New Yorker diciendo: “Me rompió el corazón que [el presidente de la OLP] Arafat no haya tomado la oferta (de un acuerdo de dos Estados presentado por Israel, con el apoyo de Estados Unidos, en 2001). Desde 1948, cada vez que hemos tenido algo sobre la mesa, nos hemos negado. Luego accedemos. Cuando lo hacemos, ya no está más sobre la mesa. Entonces tenemos que conformarnos con algo menor. ¿No es hora de decir que sí?”

Hoy en día, hay quienes desean reescribir la historia. Quieren que el mundo crea que una vez hubo un Estado palestino. Nunca existió.

Quieren que el mundo crea que había fronteras fijas entre ese Estado e Israel. En realidad sólo había una línea de armisticio entre Israel y la zona de Cisjordania y el este de Jerusalem controlada por Jordania.

Quieren que el mundo crea que la guerra de 1967 fue un acto bélico por parte de Israel. En cambio, fue un acto de auto-defensa ante las espeluznantes amenazas de vencer al Estado judío, por no mencionar el bloqueo marítimo de los estrechos de Tirán, la brusca retirada de las fuerzas de paz de la ONU, y el despliegue de tropas de Egipto y Siria. Todas las guerras tienen consecuencias. Esta no fue una excepción. Sin embargo, los agresores no han asumido la responsabilidad de las acciones que instigaron.

Ellos quieren que el mundo crea que los asentamientos israelíes construidos después de 1967 son el principal obstáculo para la paz. La Guerra de los Seis Días es una prueba positiva de que el tema central es, y siempre ha sido, si los palestinos y el resto del mundo árabe reconoce el derecho del pueblo judío a un Estado propio. Si es así, cualquier otro asunto polémico, por más difícil que sea, tiene solución. Pero, por desgracia, de lo contrario, cualquier cosa puede pasar.

Y quieren que el mundo crea el mundo árabe no tiene nada en contra de los judíos, per se, sólo en contra de Israel, aunque haya pisoteado los sitios sagrados para el pueblo judío.

En otras palabras, cuando se trata del conflicto árabe-israelí, no funciona socavar el pasado como si se fuese un problema insignificante o irrelevante.

¿Acaso la historia puede seguir adelante? Por supuesto. Los tratados de paz que Israel firmó con Egipto en 1979 y Jordania en 1994 demuestran ese punto claramente. Al mismo tiempo, sin embargo, las lecciones de la Guerra de los Seis Días ilustran lo difícil y tortuoso que puede ser el camino, y son un recordatorio oportuno de que sí, la historia es importante.

Fuente: The World Post

Traducción: Esti Peled

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