La Perashá de la semana y nuestros hijos

RABBANIT COTY BITTÓN

Balak, el rey de Moab, se siente amenazado por la presencia de Israel en la zona. Él sabe que las armas convencionales no serán suficientes para combatir a este pueblo que cuenta con la ayuda de HaShem y un ejercito de 600,000 soldados. Balak decide utilizar una estrategia más sofisticada. Contrata a Bil’am, un hechicero famoso por el poder de sus palabras. Bil’am sabe invocar maldiciones y palabras mágicas que supuestamente destruyen al enemigo. Nada más adecuado para derrotar a este enemigo no convencional. Pero HaShem interviene y no le permite a Bil’am maldecir a Israel. Por el contrario, Bil’am se ve forzado a pronunciar bendiciones para Israel. Algunas de ellas tan hermosas que las hemos incorporado a nuestras Tefilot diarias.

Las palabras son muy poderosas. Al ser humano le fue concedida la increíble habilidad del lenguaje. HaShem nos concedió este regalo que nos permite comunicarnos unos con otros y expresar nuestras ideas, pensamientos y sentimientos.

El habla de una persona refleja su nivel intelectual y espiritual. Una persona educada y refinada se mantendrá alejada de las malas palabras y del lenguaje negativo. Tenemos un gran número de Mitsvot en la Torá que nos advierten sobre el dolor que las palabras negativas pueden causar a los demás.

Como padres debemos aprovechar todas las oportunidades que tenemos para enseñar a nuestros hijos a mantenerse alejados del uso de un lenguaje tóxico. Por ejemplo, si escucho a mi hija hablar con sus amigas acerca de otra amiga, debo recordarle la prohibición de hablar Leshón haRá y los efectos destructivos de este terrible hábito. Obviamente, el proceso de enseñanza más poderoso sucederá cuando mis hijos observen que mi marido y yo, en nuestras conversaciones, nos mantenemos alejado de comentarios negativos.

Pero no todo es cuidarnos de hablar mal. El discurso positivo es muy pero muy poderoso. Balak no se percató de que la mejor manera de ayudar a su ejercito hubiera sido bendiciéndolos a ellos en lugar de buscar maldecir al enemigo. Bil’am y Balak sólo podían pensar en maldecir y criticar.

Nosotros somos diferentes. Sabemos que las buenas palabras, las bendiciones, los elogios, tienen un enorme poder para hacer el bien a los demás. Cuando alguien está mal, se encuentra triste o deprimido, las palabras de apoyo de un amigo le dan ánimo y levantan su espíritu. Lo mismo pasa con las palabras de agradecimiento y de reconocimiento hacia el esfuerzo que hacen los demás. A veces hacer Jesed con el prójimo ¡es tan sencillo! Con tan solo un puñado de palabras podemos hacer tanto bien.

Nuevamente, debemos enseñar a nuestros hijos con nuestro ejemplo. Así como los regañamos cuando hacen algo mal, debemos aprender a elogiarlos cuando hacen algo bien. El poder del elogio es increíble. Y debemos saber utilizarlo. Generalmente para corregir comportamientos negativos solemos criticarlos. Y muy seguido nos olvidamos de elogiarlos. Sin duda hay tantas acciones positivas que podemos resaltar. Si nuestros hijos solamente reciben críticas es muy posible que sufran de una baja autoestima. Y también es muy posible que se conviertan en “criticones”. Debemos aprender a encontrar un balance entre la crítica constructiva que como padres tenemos que ejercer, y el elogio, las palabras de aliento y reconocimiento a nuestros hijos que los va nutrir de autoestima y los va a convertir en personas de bien, que saben usar un lenguaje positivo.

Fuente:halaja.org