JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA
Las democracias asediadas son capaces de escindir su modo de vida en dos, uno para los propios, otro para los enemigos

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Vivimos en una era de sobredeterminación tecnológica y científica. Dedicamos nuestras existencias a reflexionar, racionalizar, anticipar, organizar, evaluar y corregir. Nuestra forma de vida está basada en millones de interacciones diarias entre individuos y sofisticados sistemas organizativos (redes de transporte, energía, agua, alimentación, sanidad o seguridad) que hacen posible un grado de autonomía y realización personal inédito en la historia.

Pero no solo dominamos la tecnología. Nuestras sociedades se basan en una serie de principios y valores comunes, desde la igualdad ante la ley hasta la solidaridad intergeneracional y el bienestar colectivo. Se fundan en el principio de proteger la vida, asegurar a sus ciudadanos frente la incertidumbre y lograr que las personas desarrollen su máximo potencial.

Y, de repente, esa sociedad recibe un electroshock, un fogonazo que desarticula ese complejo edificio y nos retrotrae a un momento histórico que no conseguimos situar con exactitud (¿la Edad Media? ¿la Edad de Piedra?) o a algo tan atávico en nuestra naturaleza que nos resistimos a identificar como propio y calificamos rápidamente como inhumano.

¿Qué le ocurre a una sociedad avanzada cuando enfrenta una barbarie tan simple, directa y brutal como la que representan los atentados yihadistas que estamos viendo? ¿La incorpora como un accidente, otro mal funcionamiento esporádico del sistema, y deja que las vidas normales de la gente normal sigan su curso normal? ¿O se galvaniza en defensa de una forma de vida que percibe sometida a una amenaza existencial y se reorganiza política y socialmente para hacerla frente?

Si miramos a Israel, probablemente concluyamos que las dos opciones no son excluyentes. Las democracias asediadas hacen cosas extrañas: son capaces de escindir su modo de vida en dos, uno para los propios, a los que siguen garantizando una vida basada en esas aspiraciones comunes; otro para los enemigos, a los que eliminan sin contemplaciones. Apartar a cualquier precio la barbarie, como si fuera un cuerpo extraño, para poder seguir adelante con nuestras vidas. ¿Es eso lo que vamos a ver en Europa? Es pronto para decirlo, pero es una demanda que ya está ahí, y que se va a organizar políticamente.@jitorreblanca

Fuente: El País – © EnlaceJudíoMéxico