La noche del 5 de septiembre de 1972, durante los Juegos Olímpicos celebrados en la Ciudad de Munich, en Alemania del Este y que llevaban por lema “Los Juegos Felices”, ocho terroristas palestinos encapuchados y armados con rifles de asalto, pistolas y granadas, escalaron la frágil cerca de de dos metros de alto que rodeaba las villas de las distintas delegaciones que asistían a los juegos.

ENLACE JUDÍO MÉXICO -Una vez dentro del complejo de edificios, usaron un juego de llaves robadas para entrar a dos departamentos donde se alojaba parte de la delegación israelí, en el número 31 de la Connollystraße.

Uno de los miembros de la delegación, Yossef Gutfreund, se despertó al oir un ruido en la puerta, al ir a investigar, se topó con un hombre enmascarado y armado. Al darse cuenta de la situación, trató de detener a los hombres que entraban, al tiempo que daba voces de advertencia para alertar al resto de los atletas sobre la situación. Gracias a sus acciones, el coach Tuvia Sokolovsky logró escapar por una ventana. Otro de los miembros de la delegación, Moshe Weinberg, se enfrentó con los asaltantes, quienes le dispararon, y la bala le atravesó la mejilla. Este fue el inicio de 21 horas de terror para once integrantes cuyo destino quedó bajo control de los atacantes, miembros del grupo terrorista Septiembre Negro, ligado a la Organizacion para la Liberación Palestina, y quienes demandaban la liberación de 234 palestinos y no árabes encarcelados en Israel, además de dos insurgentes alemanes. Al final del día, después de una operación de rescate mal ejecutada, los once atletas habían perdido la vida, además de un policía y seis terroristas.

Los estremecedores eventos de esa aciaga noche de septiembre debieron haber causado una conmoción internacional, además de la condena sin cortapisas por parte del resto del mundo, y la inmediata suspensión de los Juegos Olímpicos. En cambio, el Comité Olímpico Internacional (COI) trató el asunto como si se tratara de una cosa menor, y se negó a suspender los juegos de inmediato; cuando finalmente lo hizo, esta suspensión duró apenas unas horas, con el argumento de que “los juegos deben continuar”. Aunque al día siguiente de los hechos se realizó un evento al que asistieron 80 mil espectadores y tres mil atletas, el presidente del COI, Avery Brundage hizo una referencia apenas de pasada a los atletas asesinados, y en vez de ello se dedicó a alabar la fuerza del movimiento olímpico.

La viuda de Andre Spitzer, Ankie, e Ilana Romano, viuda de Joseph Romano, ambos asesinados durante la crisis, llevan más de 40 años luchando porque el COI realice un acto luctuoso oficial en honor de los once atletas y el oficial de policía caídos en 1972: Moshe Weinberg, coach de lucha grecorromana; Yossef Romano, halterofilia; Ze’ev Friedman; halterofilia, David Berger, halterofilia; Yakov Springer, juez de halterofilia; Eliezer Halfin, lucha grecorromana; Yossef Gutfrend, referee de lucha grecorromana; Kehat Shorr, coach de tiro al blanco; Mark Slavin, lucha grecorromana; Andre Spitzer, coach de esgrima; Amitzur Shapira, coach de pista; y Anton Fliegerbauer, oficial de policía.

Si bien el Comité aún no acepta la petición de las viudas de guardar un minuto de silencio en la inauguración o clausura de los juegos, en esta ocasión el presidente del comité, Richard Bach inauguró el “Lugar de Duelo”, un lugar que estará en todas las Villas Olímpicas de ahora en adelante. El monumento consistirá en dos piedras del Monte Olimpo en una vitrina en una zona arbolada de la villa ya que fue en este lugar donde ocurrieron los trágicos acontecimientos, y que representa el espíritu de armonía entre los atletas.

La inauguración de la pieza luctuosa ocurrió dos días antes de la inauguracion oficial de los Juegos Olímpicos, ante la mirada conmovida de las viudas Spitzer y Romano, quienes se dijeron aliviadas ante este primer paso que da el COI hacia el reconocimiento de este acto de barbarie en el contexto del espíritu olímpico, que pregona los ideales de excelencia, amistad y respeto.