WALTER RUSSEL MEAD

Europa está redescubriendo una vieja verdad de la década de 1930: ante el nuevo orden mundial y el creciente flujo de refugiados, la compasión tiende a encogerse. La gente y las naciones responden positivamente a pequeñas corrientes de refugiados y desplazados, pero llega un punto en el que cada vez más personas quieren enrollar la alfombra de bienvenida. Trágicamente, esto significa que se requiere más compasión.

El caso de Noruega:

Noruega está colocando una valla de acero en un remoto puesto fronterizo ártico con Rusia tras el flujo de inmigrantes del año pasado, lo que ha provocado la protesta de los grupos de derechos de los refugiados, despertando los temores de que los lazos transfronterizos con el antiguo adversario de la Guerra Fría se vean perjudicados.
El gobierno dice que se requiere una nueva puerta y una cerca, de unos 200 metros de largo y 3 de altura desde el punto fronterizo de Storskog para reforzar la seguridad en el puesto norte de la zona de libre circulación de Schengen.
Durante décadas, los países nórdicos se han considerado refugios seguros para los solicitantes de asilo.
Pero la construcción de la valla, en un lugar donde 5,500 migrantes de Siria cruzaron a Noruega el año pasado, refleja un cambio de actitud hacia los refugiados.

Muchos liberales y activistas de derechos humanos optan por evadir esta verdad acerca de la naturaleza humana, pero a medida que Europa la descubre, el precio de ignorar los hechos es alto. Los países que antes se destacaban por su hospitalidad a los refugiados están cada vez más polarizados y enojados; figuras políticas similares a Trump están ganando terreno.

Lo que los europeos aún no han recordado – y que una gran cantidad de estadounidenses bien intencionados parecen haber olvidado – es que la única manera realmente efectiva de hacer frente a los problemas de los refugiados es lidiar con sus causas. Mientras Iraq, Afganistán, Siria, Libia, Somalia y Yemen se deslizan hacia en un estado de anarquía casi permanente, una ola de refugiados desesperados y migrantes sale en busca de la seguridad y la prosperidad de Europa. Si el occidente no puede o no quiere ayudar a los locales a estabilizar estos países, el flujo de refugiados alcanzará inevitablemente un nivel en el que incluso los políticos occidentales más liberales no podrán mantener las puertas abiertas.

El intentar tratar los problemas de los refugiados de forma aislada, como una cuestión humanitaria y jurídica, sin integrar su política nacional y, sí, la estrategia militar en su enfoque conduce a la tragedia, la amargura y la polarización.

Fuente: American Interest

Traducción: Esti Peled

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