ENRIQUE RIVERA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO –Shimon, hasta donde tengo entendido, proviene del vocablo hebreo Shmia, que significa oír. Y, me parece que Shimon Peres, el recientemente fallecido “último padre de la patria”, como algunos lo han catalogado, hacía honor a su nombre.

Shimón Peres nacido en 1923 lo que hoy sería Bielorrusia y entonces llamado Szymon Persky, hizo honor a su nombre. Supo oír los tambores de guerra cuando hubo que luchar. Pero también se esforzó por escuchar el el triste y débil canto de la palomas que querían paz, aún en medio de la lucha por la existencia del Estado de Israel.

La primera vez que lo encontré personalmente fue en el Hotel King David, en Jerusalem. Fue una extraña recepción al Presidente de Panamá, de apellido del Valle. Fue un caso muy curioso, ya que en ese momento había dos mandatarios judíos en el Mundo: Del Valle y el Primer Ministro Shimon Peres.

Recuerdo que él estaba en un rincón del salón, sólo con una copa en la mano que de cuando en cuando besaba, pero sin realmente tomar. Yo lo veía y tragaba saliva, pues quería acercarme a él, saludarlo; decirle que desde mi punto de vista él había predicado con el ejemplo lo que hoy denominamos cotidianamente tolerancia. Yo vivía en Israel, era residente temporal y en mi mente trazaba una línea de pensamiento entre el movimiento conservador y la posibilidad de que el Gobierno de Israel me aceptara no siendo judío de nacimiento, y así poder vivir en Israel. Pero eso era sólo una apreciación, lo cierto eran los esfuerzos que Peres y Itzjak Ravin habían desplegado por tratar de alcanzar la paz; y, como dijo Ravin: “La paz se hace con el enemigo”. Pero mientras elaboraba el comentario en mi cabeza, él dejo la copa y se fue.

Me sentí muy mal. Sólo hice la nota para Semana, donde trabajaba y me quedé con el comentario elaborado y el enojo de no haberle dicho nada.

Pero la vida da vueltas y oportunidades; ya en México, en uno de los tantos eventos de Israel Bonds o Keren Kayemet o masheu (algo), de pronto la vida me volvió a ofrecer la oportunidad de cruzar unas palabras con él. Tragué saliva y me acerqué. El tan ensayado discurso de mi cabeza, no exento de errores, se transformó en unas cuántas frases. El me pregunto mi nombre, yo le expliqué que había estudiado y, más importante aún, vivido en Israel.

La verdad creo que no se entusiasmó mucho conmigo, pero, yo me sentí agradecido con la vida y con la suerte de haber estrechado la mano de un hombre que hizo historia, una muy larga por cierto. Este hombre que supo escuchar y pensar, antes de reaccionar, y que cambió de alguna forma el destino del Estado de Israel.