JEHENNY ASSE CHAYO

Escribir es elevar una plegaria.
Las palabras son las luces que forman la escalera.
Eslabón por eslabón, el escritor construye la espiral que lo une al cielo.

Subo y bajo por la escala de los signos,
lucho con ángeles y demonios
hasta encontrar el dominio de la Luz,
la Vos purificada que me dicte los encuentros.

En la cima está el Creador reverberando los Ecos que

sostienen al mundo.

No calla la Voz de la afonía, murmura la Luz que alimenta

a las galaxias, inscribe en innumerables ritmos las letras que sustentan Su Creación.

Día tras día, hora tras hora, en el movimiento
interminable del minutero celeste, Dios dicta los destinos de las cosas:
—Todo está en manos del cielo, menos el temor del cielo—
dicen los sabios.

No hay hoja que caiga de un árbol si no es por la voluntad
de su Creador.

Mueve mis pasos hacia tus recintos,
siembra mis palabras en la tierra,
díctame el ritmo de mis entregas,
destierra los demonios del corazón.
Mi plegaria es un golpe de estrellas en el fondo de la oscura noche,
un pez que transita la hondura de los lagos,
murmullo, llamarada que se funde a los rayos del sol.