ANA JEROZOLIMSKI

El atentado del último domingo en Jerusalem, en el que un palestino arrolló con un camión a un grupo de soldados israelíes durante un paseo cultural, matando a cuatro de ellos y dejando a más de 15 heridos, volvió a dejar en evidencia que determinadas cosas que parecen claras para todos, son medidas por algunos de otra forma cuando se trata de Israel.

Cuando un radical islamista atropelló con un camión a la multitud que festejaba el Día de la Bastilla en Niza, el 14 de julio, matando a 85 personas e hiriendo a unas 400, nadie dudó, como es lógico, si llamar a esa barbaridad terrorismo. Lo mismo cuando el 19 de diciembre, otro fanático inspirado en el Estado Islámico, embistió un mercado navideño en Berlín, matando a 12 personas e hiriendo a unas 50. Pero cuando un camión embiste a un grupo de israelíes, la cosa a veces cambia. A veces, decimos, porque no generalizamos, y han sido numerosas esta vez las condenas de diferentes partes del mundo al atentado, con muestras emotivas de solidaridad, como  la proyección de la imagen con la bandera de Israel sobre la Puerta de Brandemburgo en Berlín, luego en la Municipalidad de Rotterdam (por iniciativa de su Intendente musulmán) y luego sobre la de París.

Dicho sea de paso, cabe recordar que los atropellados no fueron soldados en el campo de batalla en un combate, sino en medio de Jerusalem, durante una actividad cultural junto a un punto de observación turístico en el que iban a escuchar una charla de uno de sus oficiales.

Cuando los atentados son cometidos contra Israel, también cuando las víctimas son civiles (hombres, mujeres y niños) aparecen quienes se retuercen para explicar, buscar excusas y definiciones alternativas. Pasa siempre y lo increíble es que pasó también esta vez, cuando la motivación del atacante, según se informó, había sido la radicalización de ISIS, el Estado Islámico, la misma que en Niza y Berlín, lo cual puede ser visto como algo distinto de la “común” dinámica de conflicto israelo palestino.

Cuando los atentados son en Israel, surgen los análisis sobre  sus políticas  en el tema palestino, sobre el conflicto, la falta de independencia palestina y demás. Y el problema es que de ello, implícitamente, se desprenden intentos de entender los atentados. Entre eso y la justificación, hay solamente un paso.

Aclaramos lo que suponemos que ya saben quiénes leen con relativa asiduidad nuestras columnas: es más que legítimo discrepar sobre la política del gobierno israelí en esos temas y en muchos otros. Es legítimo entender diferentes posturas palestinas. Lo que no es legítimo es dar a entender que por el conflicto, por la falta de solución en el terreno, hay que entender a los palestinos cuando cometen atentados terroristas. Eso no es legítimo en ninguna parte del mundo. El terrorismo debe ser condenado, sea cual sea su sello y su identidad.

En este sentido, consideramos que de todas las importantes condenas publicadas por diferentes países, gobernantes, diplomáticos, en distintas partes del mundo, una de las más profundas y significativas fue la emitida por la Cancillería uruguaya. Es que además de condenar enérgicamente el atentado, manifestando “su repudio a estas prácticas terroristas”, Uruguay recalcó algo clave de fondo: “además de ser violatorias de los principios más fundamentales del Derecho Internacional, en nada contribuyen a la búsqueda de una solución pacífica y negociada entre las partes”.

En otras palabras: no se soluciona nada con el terrorismo, no se acerca la paz.

Parece que hay que aclarárselo a quienes tienen como reacción al atentado, el resorte inmediato de responsabilizar a Israel, en lugar de culpar al terrorista, alegando que por culpa de Israel no hay paz. ¿Realmente alguien puede creer que quien sale a matar tiene como objetivo lograr la paz?

Otro aspecto problemático de este fenómeno es la forma en que algunos medios informan sobre lo sucedido, deformando de hecho la sustancia de la noticia, como pasó ese domingo con la BBC de Londres. “Driver of lorry shot in Jerusalem after allegedly ramming pedestrians, injuring at least 15, Israeli media report”, decía el titular en inglés. O sea: “El conductor de un camión fue baleado en Jerusalem luego de haber supuestamente embestido transeúntes, hiriendo a por lo menos 15, informan medios israelíes”.

Esto nos recordó una conferencia brindada años atrás en Jerusalem por la periodista y escritora catalana Pilar Rahola, férrea crítica del fundamentalismo y el terrorismo , quien analizando los titulares de la prensa española después de algunos de los peores atentados suicidas de la segunda intifada, recordó el que ostentaba uno de los periódicos, al que no identificó, tras el terrible atentado con explosivos en el restaurante “Maxim” en Haifa perpetrado el 4 de octubre del 2003 por Inadi Jaradat, terrorista de la Jihad Islámica. En la explosión murieron 21 ciudadanos israelíes, 18 de ellos judíos, 3 árabes y más de 50 resultaron heridos. Entre los muertos hubo dos familias y cuatro niños, uno de ellos un bebé de meses. Pilar Rahola contó que el diario en cuestión había titulado la noticia: “Joven árabe se inmola en Haifa”. Y airada, acotó: “El titular tendría que haber sido “terrorista mata a más de 20 civiles en Haifa”, no el que pusieron”.

Se equivocan quienes creen que al intentar entender, excusar y así indirectamente justificar los atentados, están ayudando en algo a las reivindicaciones palestinas.

Tampoco aporta nada bueno el ocultar lo que sucede del lado palestino a raíz de los atentados. Y lo que se ve en el terreno, no es solamente la reacción israelí, los arrestos, la investigación y las medidas tomadas por Israel, que por cierto no siempre son simpáticas. Lo que resulta notorio en el terreno a raíz de los atentados, es problemático por varios lados: el silencio de la Autoridad Palestina que no condena tampoco cuando los muertos son civiles, la celebración con comentarios elogiosos en las redes sociales o los medios palestinos de parte inclusive de funcionarios oficiales y la “fiesta” que se arma con todo tipo de comentarios en distintos marcos.

Hay un ambiente que facilita, que da legitimidad, que justifica, que glorifica la muerte. Como siempre, la Autoridad Palestina proclamó en la propia televisión oficial, que el responsable del ataque es un “shahíd”, o sea un mártir que murió por Alá”. El problema es que ello es considerado un especial honor en el Islam y si así se proclama a quien mató a gente sin provocación alguna, se está transmitiendo un mensaje peligroso, un aliento a la imitación.

Es el mismo mensaje que se ve por doquier, por ejemplo a través de caricaturas que celebran la muerte de los israelíes o que exhortan a nuevos atentados similares. En una de las imágenes que circuló estos días, se ve la parte interior de un camión, en la que en lugar de un acelerador hay un cargador de arma automática, con lo cual se transmite que el vehículo también puede ser un arma. Y qué podemos comentar sobre la gente que sale a las calles en Gaza a repartir golosinas en señal de festejo por las muertes en Jerusalem… no es nuevo.

Y en el plano práctico, la Autoridad Palestina pagará a la viuda del terrorista que fue abatido tras su atentado, 2,900 shekel por mes, algo así como 760 dólares. Todos los meses, de por vida. Esto es producto de una ley oficial palestina que determina que la familia de cada “shahíd” recibe un pago básico mensual de 1400 shekel, a lo cual se agrega otros 400 shekel para la viuda, 200 shekel para cada hijo y 300 adicionales si el “shahid” era residente de Jerusalem. Y en el plazo de los próximos meses, la viuda también recibirá una bonificación, por una vez, de 1580 dólares, unos 6 mil shekel.

Qué culpa tienen la viuda y los hijos, puede uno plantearse, de los errores de quien cometió el atentado. Es cierto. No tienen la culpa. El problema de fondo es el aliento que esto significa, la tranquilidad de que la familia no queda desamparada.

Pero de fondo hay un ambiente muy problemático: no es casualidad que una de las hermanas del terrorista, haya declarado que “esta es la shahada más hermosa”, o sea el más bello martirologio. En otras palabras, que la mejor forma de morir como shahíd, es matando judíos.

Ella no condujo el camión. Pero lo que hizo luego, fue alabar el atentado.

Es todo parte del complejo mosaico del terror, que se debe conocer.

 

Fuente:cciu.org.uy