Gustav Mahler fue uno de los compositores más grandes y originales en la historia de la música, fue una fuerza explosiva en la historia del movimiento judío y vienense artístico, 20 años antes de la Primera Guerra Mundial.

Influyó a músicos tan grandes como Schoenberg, Alban Berg, Anton von Webern, Kurt Weill, Dmitri Shostakovich, Benjamin Britten y Leonard Bernstein, así como conductores del calibre de Bruno Walter, Willem Mengelberg, y Otto Klemperer.

Con su música, Mahler ayudó a crear el génesis de los cambios musicales del siglo XX. Junto con Debbussy fue quien dejó libres las furias del caos, la disonancia, el neoclasicismo, y el simbolismo que han dominado desde entonces a la composición musical.

Sus sinfonías incluyen movimientos orquestales largos y complejos para expresar los pensamientos más íntimos y privados. Es la música de un introvertido expresada en público, ofrecida al desnudo. Mahler explora y revela sus deseos más profundos y genera en su música un liricismo y agitación casi terapéutica.

Compuso nueve sinfonías, ciclos orquestales largos (Canciones de un compañero de viaje, El cuerno mágico de la juventud, y Las canciones de la Tierra) una cantata, y muchas piezas individuales. Fue uno de los conductores y directores musicales más conocidos de su época. Trabajó en óperas en Budapest, Hamburgo, Viena, Nueva York y dirigió la Orquesta Filarmónica de Nueva York y la de Viena.

El origen de Mahler era bastante humilde, su padre era un posadero de temperamento violento. De los trece hermanos que tuvo, ocho murieron en la infancia y tres de ellos vivieron una vida notablemente trágica. Otto, su hermano mayor, músico también, se suicidó al no soportar los celos que Mahler le causaba; Leopoldine, su hermana mayor, murió de un tumor en el cerebro tras un matrimonio infeliz; Alois, su hermano menor, enloqueció. Estas experiencias marcaron la música de Mahler como enredada, oscura, fantástica y desordenada. A veces, parecen escritas por la locura.

Creció en Bohemia y desde niño escuchó marchas militares y cantos de la liturgia judía, ambos estilos tienen una influencia muy marcada en su música. Desde niño mostró interés en la música de cámara, la poesía romántica y el drama. Estudió en el conservatorio de Viena, donde se hizo amigo de Hugo Wolf y alumno del sinfonista Anton Bruckner.

Avanzó en su carrera como conductor musical y en 1897 ascendió a director de la Ópera Hofoper de Viena, ópera líder de ese momento en Europa. Para conservar su puesto, se vio forzado a convertirse al catolicismo. La sociedad del momento no le permitía a los judíos ser directores de óperas tan importantes.

Sus años en Viena coincidieron con la “Secesión Vienesa”, movimiento artístico que buscaba incorporar formas industriales a sus obras. Era dirigido por artistas como Gustav Klimt y Carl Moll, el arquitecto Otto Wagner y el escenógrafo Alfred Roller, entre otros.

Mahler y Roller se conocieron y produjeron juntos una serie de óperas de Mozart, que colocaron a Mahler como uno de los músicos teatrales más reconocidos del momento. Juntos desarrollaron un concepto revolucionario que incluía una compañía de actores y cantantes. Trabajaron con los compositores más influyentes del momento llevando a cabo representaciones de Leoncavallo, Puccini y Richard Strauss.

En 1907 fue forzado a salir de la escena musical por cuestiones políticas. Por lo cual empezó a trabajar en la Ópera Metropolitana y la Ópera Filarmónica de Nueva York. Murió en 1911 de un fallo cardiaco a causa de una infección por estreptococos.

Tras su muerte, su música cayó en el olvido, aunque durante un tiempo su asistente Bruno Walter la mantuvo vigente, hasta que los nazis la prohibieron. Fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial que Leonard Bernstein recuperó la música de Mahler y logró difundirla y hacerla famosa de nuevo.

 

 

Fuente: The Jewish 100. A Raking of the Most Influential Jews of all Time.

Autor: Michael Shapiro / Traducción Aranza Gleason