Porque el Eterno, tu Dios, te trae a la tierra buena: (…) La tierra de trigo y cebada, de vid, la tierra de higos y granadas, la tierra del producto del olivo y la miel [del dátil]” (Deuteronomio 8:8)

Si “el hombre es un árbol del campo” (Deuteronomio 20:19) y la fruta es la expresión más bella, el mérito más grande del árbol, hay siete frutas que honran al humano a través de su cultivo. Son las siete frutas y granos que la Torá señala como ejemplares en la Tierra Sagrada: trigo, cebada, uva, higo, granada, olivo y dátiles.

Estas siete especies (como son llamadas) representan características humanas que en su forma más refinada se vuelven divinas. Cada fruta señala formas en que la Tierra de Israel fue bendecida y que el humano puede cultivar en su interior para crecer espiritualmente y acercarse a Dios.

El 15 de Sh’vat (TuBishvat) recordamos que Dios y el hombre tienen muchas caras, buscamos acercarnos a su creación a través de la naturaleza. Durante este día se comen cada una de las siete frutas para recordar las fuerzas que representan en el mundo y la cualidad interna espiritual que el hombre puede desarrollar, y así alcanzar un mayor nivel ético.

Con excepción de la uva, que funciona de forma independiente, cada fruta funciona como contraste o antítesis de otra. Mutuamente se complementan para mostrar dos caras distintas del mismo aspecto humano.

Por ejemplo, el dátil y el olivo representan mutuamente uno el conflicto y el otro la paz. El trigo y la cebada son dos formas contrastantes de ver la corporalidad humana, mientras que el higo y la granada representan el involucramiento que se tiene con las acciones, uno a través del distanciamiento y otro a través de la unidad. Finalmente cada una nos trae una enseñanza distinta:

Trigo y Cebada

Juntas representan la lucha del humano entre sus instintos naturales y su deseo de trascendencia.

Según nuestros sabios tenemos dos almas: una arraigada a lo material, lo instintivo y otra arraigada a lo espiritual, lo divino. Existimos en un diálogo entre ambas y no debemos privilegiar una sobre la otra, las dos funcionan juntas.

Para la Torá el verdadero crecimiento espiritual está relacionado con la elevación de lo material, el cuerpo jamás estará separado del alma y cada mitzvá (mandamiento) que se hace representa la elevación de la materia. Cada mandamiento tiene un instrumento físico al que se le da sentido y de esa forma es elevado.

Las dos especies trigo y cebada representan las dos caras de esta realidad. La cebada representa nuestros instintos, nuestra parte más animal y el trigo nuestro deseo de trascendencia, nuestra parte más espiritual. Ambas se plantean como un continuo conflicto y equilibrio dentro del hombre.

Uva

“Mi vino que alegra a Dios y a los hombres” (Jueces 9:13). La uva representa la alegría, la euforia y la exaltación de las emociones.

Sin embargo, ¿qué es la alegría? Para la Torá la alegría es similar a un estado de exaltación. Cuando una persona es alegre sus emociones se exacerban, ama con mayor intensidad, odia con mayor fuerza y desea con mayor vehemencia. Las personas tienen las mismas cualidades con alegría que sin ella, son igualmente inteligentes, igualmente resentidas, igualmente amorosas. La diferencia radica en que la euforia exalta y saca a la luz esas cualidades.

El Talmud dice: “Cuando el vino entra, lo oculto es revelado”. Una vida sin alegría puede ser una vida satisfactoria en todo sentido, sin embargo es plana: Todo está ahí, pero se queda en la superficie, en la rutina. Carece del ingrediente que desata los potenciales internos, aquello que agrega profundidad, color e intensidad a lo que hacemos.

Higo y Granada

Representan el involucramiento o distanciamiento que tenemos con respecto a nuestras acciones.

El higo en la Torá es el fruto del Árbol del Conocimiento del cual tenía prohibido comer Adam. Los jasídicos nos explican que “daat” (conocimiento) implica un involucramiento íntimo y emocional con la cosa que se está conociendo. Representa el amor y es la palabra que usa la Torá para describir las relaciones íntimas que tienen hombres y mujeres en el Pentateuco. El daat parte del deseo de fusionarte con la cosa que amas, de hacerte uno con lo que se explora.

Adam aspiraba conocer y explorar cada pequeño rincón del mundo que Dios le había dado. Amaba tanto ese mundo, que incluso quiso conocer el mal, aquello que le era prohibido.

El higo representa ese mismo nivel de involucramiento con los actos y decisiones que uno toma. Mientras que la granada implica justo lo contrario: distanciamiento.

Si el higo forma la unión entre dos seres distintos, la granada no puede ser una fruta más dividida, compartimentada. Cada una de sus semillas es envuelta en un saco de pulpa y separada de las demás por una membrana.

En el “Cantar de los cantares” dice lo siguiente de la granada: “tu templo es como un pedazo de granada” Los sabios interpretan esta frase como que inclusive aquellos que están internamente vacíos se encuentran llenos de actos buenos como la granada se encuentra llena de semillas.

Por esto mimo, la granada representa la paradoja de un individuo que se separa de sus actos, que aunque haya realizado numerosos actos buenos en su vida no se siente lleno, porque cada uno de esos actos es visto de forma individual y no como un todo.

En el lado más positivo de la hipocresía, la granada representa el deseo de cambiar, de hacer actos que en el momento no concuerdan con quién somos y con cómo nos sentimos, sin embargo son buenos. La granada es rehusarse a definirse en el presente, dejar de pensarse como un ser estático e insistir en superarse.

Aceite y miel

Ambos son productos procesados, uno de la aceituna y el otro del dátil. Se refieren a dos formas distintas que el hombre tiene de superarse, de mostrar su mejor cara. Juntos representan el conflicto y la paz.

En el caso del olivo, el aceite se obtiene presionándolo, la aceituna saca lo mejor de sí cuando es exprimida. Los sabios nos comparan con olivos porque también nosotros podemos encontrar nuestra mejor parte cuando entramos en conflicto.

Cuando somos confrontados y enfrentamos un problema nos obligamos a conocer nuestros defectos y perfeccionarlos para llegar a una solución. El olivo representa la lucha interna, el conflicto ético. La decisión entre hacer determinado acto y no hacerlo, entre un argumento coherente y su contrario. El aceite es el contraste, el problema en el cual se encuentra el libre albedrío.

Por otro lado, el dátil, su miel, representan la paz: la perfección, el momento en que esa lucha ya fue librada.

“El sabio florecerá como una palma de dátil” (Salmos 92:13) El Zohar explica que hay ciertos tipos de palmas que dan fruta hasta después de 70 años. Esta palma representa la edad madura, el momento en que uno entra en armonía consigo mismo y con Dios.

Si bien es cierto que el conflicto nos ayuda a superarnos, hay ciertas características de nuestro carácter que sólo logramos desarrollar y hacer florecer cuando estamos en tranquilidad, en paz.

Finamente, el seder de TuBishvat representa la unión de las siete, cuando comemos de ellas tenemos que tener en mente las características de cada una y momentos particulares dentro de nuestra vida que pudieron ayudarnos a superar.

Información consultada de: chabad.org