GABE FRIEDMAN / Ignorantes de las cámaras, la mayoría de los visitantes a los campamentos miran sin rumbo y aburridos. Algunos se toman selfies sonrientes en la puerta de ‘Arbeit Macht Frei’

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Exhibido el domingo en Austerlitz, por el director ucraniano Sergei Loznitsa, capta a miles de visitantes paseando por Dachau y Sachsenhausen. La mayoría parece como si estuvieran caminando en un centro comercial, o tal vez un museo de arte.

¿Cómo se comporta la gente cuando visita un campo de concentración o un monumento al Holocausto? ¿Actúan como si estuvieran en un lugar de reverencia o de duelo? ¿O se comportan como hacen las multitudes en cualquier atracción turística – tomando selfies, tonteando sin rumbo, picoteando y bebiendo mientras pasean?

Lo que constituye un comportamiento apropiado en un sitio conmemorativo del Holocausto ha sido un tema candente recientemente. El mes pasado, el escritor y satírico israelí-alemán Shahak Shapira reavivó el debate público sobre el “turismo del Holocausto” con un sitio web “avergonzante” de los turistas que aparecen en frívolos selfies tomados en el memorial del Holocausto en Berlín. El sitio de Shapira, titulado Yolocaust, sobrepuso turistas sonrientes con imágenes espantosas del Holocausto, como montones de cadáveres.

“Me parece peligroso que esto se vuelva normal”, dijo Shapira a un programa de noticias alemán poco antes de cerrar el proyecto, diciendo que había cumplido su propósito. “Esto sugiere que la gente no está tratando el verdadero propósito de este monumento”.

El verano pasado, el juego de smartphones Pokemon Go sorprendió guiando a algunos de sus usuarios al Memorial y Museo de Auschwitz-Birkenau, así como al Museo del Memorial del Holocausto de los Estados Unidos en Washington, DC. Esto ocurrió unos años después de que un turista estadounidense se tomara un selfie sonriente en Auschwitz, atrayendo la atención en Twitter y llamando la atención a otras crónicas en línea de selfies inadecuados, como el grupo de Facebook “With My Besties in Auschwitz”.

Y ahora el comportamiento de los turistas en los sitios conmemorativos del Holocausto -y las duras preguntas que lo rodean- es explorado en un documental, “Austerlitz”, del director ucraniano Sergei Loznitsa. La película tendrá su estreno en Estados Unidos en el Museo de Arte Moderno del festival Doc Fortnight el domingo y el lunes en la ciudad de Nueva York, pero ya ha recibido elogios después de presentarlo el año pasado en los grandes festivales internacionales de cine en Toronto y Venecia.

Presentado sin comentarios, la película en blanco y negro de 90 minutos es una serie de largas y persistentes tomas de turistas que caminan por Dachau y Sachsenhausen, un antiguo campo de concentración cerca de Berlín. Loznitsa colocó cámaras fijas alrededor de los campamentos, capturando a miles de visitantes entrando y saliendo del marco. No está claro si Loznitsa ocultó sus cámaras, aunque los turistas parecen ajenos a ellas.

El director ucraniano del documental “Austerlitz”, Sergei Loznitsa

La mayoría de los visitantes parecen estar caminando en un centro comercial o tal vez un museo de arte. En su mayoría parecen sin objetivo, inquietos, cansados y aburridos. Algunos se ríen y sonríen mientras entran en una habitación, como si se dirigieran a una fiesta. Algunos destacan por sus desafortunadas elecciones de vestimenta – uno lleva una camiseta con la imagen de un cráneo, otro con la frase “Cool story, bro” (qué historia más buena, hermano). Algunos se toman selfies sonriendo o frívolas fotos de grupo delante de la la entrada de Sachsenhausen con el cartel “Arbeit Macht Frei”.

A pesar de su falta de narrativa o argumento, la película es extrañamente convincente. La desconexión entre la ambientación y el carácter provoca una serie de sentimientos. La visión de las muchedumbres fluyendo en una habitación recuerda de forma espeluznante a los prisioneros del Holocausto transportados como ganado en vagones de tren o cámaras de gas. Las tomas de visitantes intentando hacer que sus auriculares del tour funcionen son divertidas – hasta que ya no lo son. El hecho de que algunos bromeen o actúen como si estuvieran en otro lugar, inspira sentimientos de ira (al menos a este espectador).

“La gente que vino a estos lugares hace 40 años venía con un propósito diferente que la gente ahora”, dijo Loznitsa al New York Times el año pasado. “Ahora la gente no recuerda, y a veces creo que ni siquiera entienden dónde están ni de qué se trata”.

La película toma su título de la novela final del escritor alemán W.G. Sebald, “Austerlitz”, sobre un académico homónimo cuyos padres murieron en el Holocausto. El protagonista visita el campo de Theresienstadt en la República Checa para saber más sobre las muertes de sus padres, refelxionando allí sobre la memoria y la historia. Loznitsa ha dicho que su documental es una “variación” de la novela. (El cineasta viajaba esta semana y rechazó la solicitud para una entrevista.)

El único diálogo se produce en unas pocas escenas en las que intervienen guías turísticos. En el primero, aproximadamente a los 25 minutos, un guía de habla hispana en Sachsenhausen comienza a contar a un grupo de turistas sobre el sistema de cárcel en prisión utilizado para interrogar a los judíos .

Pero poco después de comenzar su charla, un grupo de turistas de habla inglesa llena la pantalla, oscureciendo al grupo español. Una voz británica se superpone con la española. Mientras que el grupo inglés crece, una mujer joven equilibra una botella de agua en su cabeza. Eventualmente, el grupo español desaparece casi por completo de la vista – envuelto por la indiferente angloparlante multitud – aunque el espectador sigue oyendo partes de la charla del guía.

La escena representa lo que podría verse como la poderosa tesis de Loznitsa: Es fácil ser absorbido por la experiencia turística y olvidarse de comprometerse con la importancia de un lugar, incluso en sitios que conmemoran una de las tragedias más horribles de la historia.

Sin embargo, ninguno de los turistas captados por las cámaras de Loznitsa son descaradamente irrespetuosos. Indiferentes, sí, y algo absortos en sí mismos en el siglo XXI. Hay un montón de selfies en “Austerlitz” (incluyendo uno particularmente divertido que implica a un hombre con sobrepeso rotando lentamente un palo de selfie); incluso un hombre que lleva una kipá posa feliz para las fotos delante de la puerta “Arbeit Macht Frei”.

Al final de “Austerlitz”, la mayoría de los espectadores probablemente se sentirán en conflicto sobre cómo juzgar a estos turistas involuntarios. Después de todo, ¿es justo juzgar a alguien por cómo los capta la cámara durante unos minutos? ¿Y no debería animar a los judíos el hecho de que los sitios del Holocausto sigan atrayendo multitudes récord? ¿No indica eso un mayor interés por aprender sobre la historia del Holocausto?

El punto de Loznitsa, sin embargo, no es sobre los turistas individuales – si ellos eligen tomar un selfie tonto o se muestran profundos durante su visita. El mensaje, dijo, es que visitar un campo de concentración no debe ser presentado como cualquier otra experiencia turística mundana.

“Creo que debe ser como una iglesia”, dijo al Times. “Si quieres orar por las almas de toda la gente que está en el suelo en este lugar, entonces ven”.

Fuente: The Times of Israel – Traducción: Silvia Schnessel – © EnlaceJudíoMéxico