LIOR SPERANDEO

“El agua contaminada mata a más gente que la guerra”.

Cuando escuché esto por primera pensé cómo puede algo así ocurrir ahora, en el 2017. Soy de Israel, un país turbado por la falta de agua y la guerra, y nunca había escuchado tal cosa. ¿Cómo es posible?

Cientos y millones de personas en África viven sin acceso a agua potable, con hambre y pobreza, mientras que el mundo ignora su situación. Como documentalista y fotógrafo, me es difícil creer esta realidad, y necesitaba verla con mis propios ojos. Me sentí obligado a llevar mi cámara a África para arrojar luz sobre este problema.

Me encontré con Sivan Yaari, una carismática y audaz empresaria israelí que ha estado luchando contra la pobreza en África durante los últimos 20 años. Sivan es fundadora y directora general de Innovation: Africa, una organización humanitaria que suministra agua potable y energía solar a las aldeas remotas de África mediante tecnologías agrícolas innovadoras israelíes. Sivan me invitó a viajar con su equipo a Uganda, donde obtuve una visión más profunda de la lucha por el agua y el hambre en el continente y aprendí más sobre su labor.

Me di cuenta que las principales víctimas de la crisis del agua son las mujeres y los niños. Ellos pasan innumerables horas al día buscando y recogiendo agua en bidones que llevan a sus familias, luego de recorrer largas distancias para encontrar agua que resulta estar contaminada. Esto no sólo afecta a la salud, sino que también mantiene a los niños fuera de la escuela e impide a los adultos buscar empleos, perpetuando la pobreza.

La misma Sivan creció en un ambiente de escasos recursos, y ha sido capaz de aprender de su propia experiencia para llevar el cambio a un continente del que se enamoró hace 20 años. Tras su primer viaje a África, Sivan quedó tan afectada por las condiciones de vida allí que volvió a Israel y más tarde estudió en la Universidad de Columbia, donde finalmente recibió su maestría en Gestión Energética. Con sólo 20 años de edad, Sivan ya había identificado la necesidad de una solución energética más sostenible y comenzó a trabajar en lo que más tarde sería Innovation: Africa.

En Uganda, observé cómo Sivan trabaja día y noche, visitando aldea tras aldea, con su equipo de profesionales locales e israelíes. En cada aldea, es recibida con cantos y bailes, y la palabra “Israel” se escucha con frecuencia. En su misión de poner fin a la pobreza y el hambre en África, al parecer, Sivan se ha convertido en una especie de embajadora de Israel.

Mientras viajábamos de pueblo en pueblo, me preguntaba sobre el comienzo de su trayectoria. 300 millones de personas en África viven en entornos donde el agua escasea. ¿Dónde uno comienza a tratar de resolver el problema? Sivan me contó su historia:

“Empezamos instalando paneles solares en clínicas para que las mujeres no tuvieran que dar a luz en la oscuridad. Como madre de tres hijos, ver a las mujeres en esas condiciones me dolía. Cuando no hay electricidad, el nacimiento en la oscuridad pone en peligro a la madre y al bebé, pero además, no hay manera de almacenar vacunas para el recién nacido, lo que aumenta el riesgo en su vida. Después de esto, comenzamos a llevar paneles solares a las escuelas para que los niños pudieran estudiar por la noche porque, como sabemos, sin educación no hay futuro”.

Con el tiempo, llegamos a la raíz del problema y nos dimos cuenta de que teníamos que lidiar con dos grandes dificultades: el agua y la energía. Esta ecuación resolvería todos los problemas relacionados con la pobreza en África. ¿Como lo lograríamos? Fácilmente. El agua limpia existe en abundancia en los acuíferos, a veces sólo a una profundidad de unos pocos metros. Y contamos con una fuente incesante de energía: el sol. Debido a que Israel también enfrenta desafíos similares, la tecnología ya existe, y no necesitamos inventar nada nuevo. Hemos construido un modelo de energía solar que puede transportar el agua de los acuíferos, y las computadoras envían los datos a Israel, y notifica sobre cualquier irregularidad”.

Seguimos viajando. Sivan hablaba con entusiasmo sobre las tecnologías que exporta a África, y me preguntaba si se encontrará solución a este problema en nuestra generación. Mirando por la ventana del auto, me di cuenta que nos alejábamos cada vez más de la civilización.

Continuamos hacia el territorio de Karamoja, que tiene un interesante significado histórico para nuestro equipo israelí. En 1903, el secretario colonial británico Joseph Chamberlain había sugerido el área a Theodor Herzl como parte de un esquema para los judíos. El plan fue finalmente rechazado en el Séptimo Congreso Sionista en 1905, y me preguntaba qué encontraría nuestro equipo allí, más de un siglo después.

Karamoja es la zona más seca de Uganda, propensa a períodos extremos de sequía y hambre. En 1980, el 21 por ciento de la población pereció por hambre. El equipo de Sivan planeaba instalar allí sistemas de perforación para extraer el agua del subsuelo y transportar agua fresca y limpia a un territorio que había sufrido tanto tiempo.

A medida que avanzábamos, las casas se convertían en chozas hechas de paja, los caminos no estaban pavimentados y los habitantes parecían más y más delgados. Aquí descubrí por primera vez lo que son condiciones extremas de pobreza. El hambre y la sequía agotadora impregnaron el área. Algunos se veían obligados a comer hojas y ratones para sobrevivir. Habían desperdiciado su energía en recoger el agua de los charcos estancados o de zonas donde la fauna también bebía y defecaba. La sensación de desesperación era inquebrantable. Sin embargo, a diferencia de mí, Sivan no es ajena a estas condiciones, ni se desalienta por ellas. Ella continúa su labor decidida y firme, sabiendo que pronto habrá agua potable aquí también, y este infierno se transformará en un pequeño cielo en la tierra.

Innovation: Africa ha llevado a cabo 130 proyectos en 7 países africanos, cambiando la vida de casi un millón de personas.

Nunca olvidaré el momento en el que vi a un niño bebiendo agua potable por primera vez, saliendo libremente de un grifo, después de que toda su vida había bebió de un charco contaminado. Fue una experiencia extraordinaria. La labor de Sivan y de su equipo dedicado, es verdaderamente inspiradora. Volví a casa con esperanza, sabiendo que hay gente que lucha contra lo imposible y trabaja incansablemente para que el concepto de “hambre en el mundo” sean sólo palabras escritas en los libros de historia.

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