Cuando la reina Ester fue informada del decreto de Hamán para eliminar al pueblo judío decidió interceder ante el rey Ajashverosh y persuadirlo de revertir ese edicto real.

RAB YOSEF BITTON

Pero esta misión no era nada simple. El rab Moshé Almosnino (Yede Moshe) explica que Ester no sabía si Ajashverosh y Hamán pensaban igual, y los dos querían llevar a cabo este genocidio o si el rey había sido engañado por Hamán para redactar ese terrible edicto. Ester, entonces, decidió invitar al rey junto con Hamán a un banquete (5: 4) para así obtener la información que necesitaba: si ella descubría que Ajashverosh estaba en complicidad con Hamán, trataría de disuadir a Hamán. Y si descubría que Ajashverosh había sido engañado por Hamán, entonces expondría a Hamán delante de Ajashverosh, con la esperanza de ganar el favor del rey (Yedé Moshe sobre el pasuq 7:4). Esta era sin duda una misión de alto riesgo.

Pero había un paso previo a esta misión, que era más arriesgado todavía: Ester tenía que hablar con el rey. Probablemente pensemos que para Ester esta era la parte más fácil de su misión, ya que ella era la reina, su esposa, y vivía en el palacio. Pero en el reino de Ajashverosh nadie podía pedir una audiencia con el rey y mucho menos acercarse a él sin ser invitado… ¿Por qué? Porque era la prerrogativa del rey convocar y reunirse con sus súbditos, incluso con la reina.

Y Ester no había sido llamada por el rey durante todo el mes pasado (4:11). Ester no tenía la posibilidad de pedir una audiencia. Y la única opción que le quedaba era presentarse directamente ante el rey. Pero esto, que también parece sencillo, ¡era arriesgadísimo! Si alguien ingresaba en la zona de máxima seguridad del rey (jatser hapenimit) sin ser invitado, tenía que ser ejecutado antes de llegar a él.

Me explico: Los reyes persas tenían a su lado a los guardias más leales, armados con largas hachas, listos para ejecutar en el acto a cualquier persona que pudiera amenazar la integridad física del rey. Los emperadores persas estaban obsesionados con su seguridad personal, y con mucha razón. Ajashverosh mismo fue asesinado por uno de sus propios guardaespaldas, Artabano, en el año 465 a.e.c. La ley Persa (dat) establecía que cualquier persona que entrara en la zona de seguridad de Ajashverosh debería ser ejecutada inmediatamente (4:11), a menos que el propio rey detectara su presencia y detuviera a sus guardias antes de la ejecución extendiendo su cetro en señal de indulto real. Esta regla también incluía a la reina. Ya que no pocas veces las reinas formaban parte del complot para deshacerse del rey. Ester sabía que Ajashverosh ya había ordenado la ejecución de la reina anterior, Vashty (1:19) y que no dudaría en deshacerse de ella.

En otras palabras, “acercarse al rey” para hablar con él y pedir una audiencia era una misión suicida (estimo que había un 80 o 90% de que Ester fuera ejecutada antes de poder hablar con el rey). Ester, con mucha razón, temía por su vida y especialmente por el éxito de su delicadísima misión: salvar a su pueblo del genocidio, Pero no tenía otra opción. No había nadie que pudiera hacer algo para tener acceso al rey e intentar detener la ejecución del decreto de Hamán.

Para salvar a su pueblo, Ester decidió arriesgar su vida (4:16) y se embarcó en su misión suicida. Pero antes de comenzar su misión Ester pidió que todos los Yehudim ayunaran con ella por el éxito de su misión (tsumu ‘alai, 4:16). El ayuno, junto con la Tefilá, es lo que nuestra Torá y nuestros rabinos nos instruyeron hacer en circunstancias difíciles. A petición de Ester, todos los judíos ayunaron durante tres días consecutivos y rezaron por el éxito de Ester.

Como todos sabemos, con la ayuda de HaShem, la “Misión Imposible” de Ester tuvo éxito. Y en recuerdo a esos días de ayuno, cuando los Yehudim oramos a HaShem por nuestra salvación, observamos hoy el ayuno de Ester o “Taanit Ester”.

 

 

Fuente: halaja.org