El presidente de Turquía ha hecho estas declaraciones después de que el Ejecutivo negase la entrada a Mevlüt Çavusoglu alegando que «conllevaría riesgos para el orden público y la seguridad»

Cuando nadie lo esperaba, el líder turco Recep Tayyip Erdogan se ha invitado a la campaña electoral holandesa, para añadir leña al fuego del delicado debate sobre la identidad del país y la convivencia con los inmigrantes. El gravísimo incidente diplomático que provocó el 10 de marzo Erdogan al acusar a los holandeses de nazis y fascistas después de que le fuera negado el permiso de aterrizaje en Roterdam al avión de su ministro de Asuntos Exteriores, Mevlut Çavusoglu, puede tener consecuencias imprevisibles en el resultado de las elecciones legislativas de este miércoles.

Lo que ha sucedido en Holanda con los intentos de Erdogan de movilizar la comunidad de origen turco para beneficiarse de sus votos en el referéndum sobre la reforma constitucional con el que aspira a reforzar aún más sus omnímodos poderes ya se había producido en otros países europeos, empezando por Alemania, donde reside la mayor comunidad de origen turco. También en Austria y en Suiza las autoridades han impedido al régimen turco que organizase grandes manifestaciones de apoyo a Erdogan, alegando razones de seguridad. Pero en el caso de Holanda la estrategia del gobierno turco ha sido bastante más agresiva a la hora de intentar utilizar a la comunidad turca. En Roterdam hay un alcalde musulmán, el socialista Ahmed Butaleb, que no es turco sino de origen marroquí, y que ha sido el primero en decir que no pensaba autorizar los mitines del régimen turco en la ciudad por razones de seguridad evidentes. El Gobierno holandés afirma que había pedido a Ankara que limitase sus planes a una reunión en el consulado turco y la respuesta fueron amenazas de sanciones por lo que descartó cualquier entendimiento y ayer mismo advirtió que no permitiría ni siquiera el aterrizaje del avión oficial del ministro.

Tampoco es baladí el detalle de que Erdogan acabase de regresar de Moscú de reforzar su alianza militar con Vladimir Putin, que es un camino bastante dudoso para un miembro de la Alianza Atlántica en estos momentos. Y llamar a los holandeses «nazis» y «reminicencias fascistas» tampoco le ayuda en sus aspiraciones a lograr que la Unión Europea le conceda la exención de visados para sus ciudadanos. Pero al mismo tiempo, Turquía sigue teniendo la llave de la ruta de los refugiados sirios y puede volver a poner a toda la UE en una situación delicada solo al volver a dejar pasar a la riada de demandantes de asilo sirios.

Y puede que ni siquiera le hiciera falta algo así para desestabilizar a Europa. Las elecciones legislativas holandesas del miércoles se dilucidan en gran parte en clave nacionalista y el extremista anti inmigración, el único que se atreve a decir abiertamente que no quiere influencias musulmanas en Holanda, Gert Wilders, puede acabar teniendo la última palabra en materia de aritmética a la hora de formar gobierno.

Si este incidente diplomático no termina así –Erdogan ha llegado a amenazar a Holanda nada veladamente con impedir el aterrizaje de sus aviones en Estambul– quién sabe qué influencia puede tener en el debate electoral. Rene Cuperus, columnista del diario Volkskrant, cree que el primer ganador será el partido de los turcos de Holanda, que no es más que una extensión del AKP de Erdogan que se beneficia del sistema electoral de este país, con circunscripción única. «Probablemente es tarde para que esta crisis tenga un efecto sustancial en el resultado electoral» afirmaba ayer, «pero esto solo puede beneficiar a los candidatos turcos y a Gert Wilders».

Wilders, frente al consulado turco

Este ha intentado acentuar en lo posible la tensión, manifestándose personalmente frente al consulado turco y pidiendo que se expulse ipso facto al embajador de Ankara por injerencia en la política interior de Holanda. «En estas elecciones el debate está centrado en la integración y en la identidad nacional del país. Lo que queremos es que los holandeses de origen turco participen en las elecciones en clave holandesa, no pensando en la política turca».

Pero después de esto es inevitable que lo que está pasando en Turquía -el continuo auto golpe autoritario que siguió a la intentona militar- acabe pesando también en la temperatura electoral en este país.

Wilders quiere llegar a ser el primer partido en numero de escaños, aunque aún en ese caso sería muy complicado que pudiera entrar en el gobierno si todos los demás deciden mantener el «cordón sanitario» contra este populista, aliado de la ultranacionalista francesa, Marine Le Pen en sus ataques a la UE. El único partido que ha dicho que no se cierra a pactar con Wilders es el de los mayores de 50 años («50+») que en las últimas elecciones tuvo un escaño y ahora espera al menos 8, aprovechando el descontento de los pensionistas y de los que están cerca de la jubilación. Pero aún así Wilders tendría que aceptar su principio de «respuesta humana» hacia los refugiados, lo que no parece muy probable.

El Gobierno, por su parte, intentaba antiyer minimizar los daños con un despligue policial sin precedentes en Roterdam, para intentar impedir manifestaciones incontroladas de turcos partidarios y adversarios de Erdogan.

Fuente: abc.es