ANA JEROZOLIMSKI

Este viernes se cumplen 25 años del atentado contra la embajada de Israel en Buenos Aires, que cobró la vida de 29 personas, israelíes y argentinos, judíos , cristianos y quizás ateos, destruyendo también la contigua parroquia Madre Admirable, un hogar de ancianos, una escuela y varias casas aledañas.

Hace pocos días, España conmemoró un nuevo aniversario del así llamado 11M , una serie de diez explosiones registradas el 11 de marzo del 2004 en cuatro trenes en la zona de Madrid, que dejaron más de 190 muertos y casi 1900 heridos. Ayer, decenas de personas murieron en Damasco en un nuevo atentado suicida. También en los últimos días Israel ha revelado la captura de células de Hamas responsables de planificar nuevos atentados .Y en Uruguay, conmemoramos el primer aniversario del asesinato de nuestro compatriota y correligionario David Fremd en Paysandú.

Las formas cambian, los nombres son variados, hasta los métodos y los estilos pueden ser distintos. Pero ahí abajo, en la oscuridad de sus entrañas, los terroristas son todos iguales. Todos se nutren de un fanatismo propio de quien considera tener la única verdad en sus manos y el derecho a eliminar a quienes le contradicen, sea su agenda política o religiosa. Todos se mueven motivados por un odio que suele ser conocido y no secreto, aunque no necesariamente hayan publicado sus intenciones. Todos conciben sus planes en sus mentes enfermas de radicalismo, lo cual no significa sin embargo que no sepan lo que están haciendo. Es que su racional difiere por cierto de la que motiva a una persona normativa en sociedad, pero sus acciones son resultado de un análisis que les convence que vale la pena atacar porque con ello obtendrán el resultado que desean.

La gran pregunta es si acaso se pueden detener. Si es posible saber de antemano qué están tramando. Si es factible frenarlos a tiempo.

Mucho se ha hablado últimamente de los “lobos solitarios”…sí, como el asesino de David, aunque cuando se los menciona, uno piensa ante todo en los extremistas del Estado Islámico capaces de degollar, cuchillo en mano, o en los numerosos atacantes en diferentes puntos de Israel que dieron de hecho el nombre de “intifada de los cuchillos” a una continua dinámica de atentados con armas blancas.

Pues hay que tener cuidado con las definiciones, dado que el que hayan actuado solos, sin estar afiliados a ninguna organización o por su propia decisión individual, no los desconecta de un ambiente, de un marco, de una situación en la que se radicalizaron y optaron por el asesinato.

Cuando se reveló que el asesino de David era Carlos Peralta, radicalizado en el Islam yihadista y convertido en Abdallah Omar, se conoció de inmediato su perfil de Facebook, escrito en gran medida en árabe. ¿Cuán “solitaria” puede ser la acción de un uruguayo cuya página de Facebook está en árabe?

Los asesinos que salen a matar luego de haberse radicalizado en las redes, son producto de todo un sistema de incitación al odio y de mensajes salvajes, que alguien planeó detalladamente. En ese sentido, aunque no sean parte de ninguna organización y actúen “solos”, de hecho, lo hicieron como resultado de campañas bien orquestadas.

En este sentido, dejan por el camino señales que deben ser seguidas.

En Israel, varios de los atacantes con cuchillos-o armas de fuego, es indistinto- escribieron antes de perpetrar los atentados, en las redes sociales, que desean convertirse en “mártires”, colocaron materiales de ISIS y otras cosas similares. Y Carlos Peralta de Payandú, alias Abdallah Omar, “jugaba” a matar judíos en los cibercafés. Más de uno lo oyó. Más de uno lo sabía. Quizás a alguno no le importaba. Tendemos a creer que la mayoría habrá pensado “otra vez este loco”. Y nadie hizo nada. Hasta que mató a David. El silencio, la falta de conciencia sobre los resultados del extremismo, fue letal.

Se podría haber evitado, si se hubiera entendido que los “locos” saben lo que hacen. O sea, el por ahora declarado “inimputable” asesino, no es que se vio súbitamente atacado por algún fantasma que le indicó salir a matar, sino que supo salir a buscar a un judío. Y si era un símbolo, mejor.

No somos psiquiatras para opinar sobre los procesos de la mente humana en el momento de asesinar. Pero sí tenemos claro cómo funciona la mente del yihadista radicalizado que sale a matar. Como el que se nos llevó a David.

Más allá del caso uruguayo que hoy nos enluta, claro está ahora que ni Uruguay ni nadie está a salvo y que por ende, siempre hay que estar prontos, para poder intervenir a tiempo. El Dr.Boaz Ganor, Director del Instituto de Política contra el Terror en el Interdisciplinario de Hertzlia, señala que para eso, lo primero es identificar al enemigo, conocer la amenaza. Luego, entender su racional, que la tiene, por más irracional que nos parezca que alguien esté dispuesto a asesinar inocentes para promover una agenda política o religiosa. Es ineludible, agrega, comprender el dilema que el terrorismo impone a una democracia, y saber que será necesario hallar el equilibrio entre la preservación de la democracia como sistema y la necesidad de combatir a quien quiere destruirla.

El terrorismo no es una amenaza a la existencia misma de la sociedad atacada pero sí a la normalidad de su vida. Pretende, evidentemente, aterrorizarnos, amedrentarnos, hacernos pensar dos veces antes de salir a la calle.

No hay que dejarle ganar. No hay que temer vivir plenamente porque esté acechando. Pero para que eso sea posible, hay que volver a las premisas: identificar la amenaza, combatirla, no creer nunca que no es seria. De lo contrario, no se la podrá vencer.

 

Fuente:cciu.org.uy