IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Trágica manera de llegar a la mitad de la semana, sacudidos por la noticia de un ataque terrorista en Londres: un atacante arrolló con su automóvil a decenas de personas, dejando un total de 5 muertos y 40 heridos (según las últimas cifras). Primero lanzó su auto contra las personas que cruzaban el Puente de Westminster, matando allí mismo a 2 y dejando las dos decenas de heridos, y luego se bajó para continuar su ataque con un cuchillo. Asesinó a un guardia de Westminster y luego fue abatido por la policía.

¿Les suena familiar la metodología del ataque?

Por supuesto: es la que los palestinos estuvieron ensayando durante casi un año en Israel: ataques con autos y con cuchillos. Por supuesto, terminaron por rendirse toda vez que el balance final demostró que los palestinos perdieron más que los israelíes. No sólo tuvieron más muertos, sino que incluso muchos de sus negocios tuvieron que cerrar debido a que los israelíes simplemente dejaron de frecuentarlos. En contraste, la sociedad israelí no alteró su ritmo de vida. Después de ocho meses de ataques, se hizo evidente que los palestinos estaban llevando la peor parte (como de costumbre), y no tuvieron más alternativa que rendirse. Los ataques se redujeron casi a cero y desde entonces han sido esporádicos.

Una de las razones por las que los ataques palestinos no causaron grandes estragos en la sociedad israelí, fue debido a la elevada capacitación en el manejo de armas que tiene un alto porcentaje de una población en la que tanto hombres como mujeres deben hacer el servicio militar. Los israelíes son uno de los grupos que más gente armada tiene en la calle. Por ello, ante los ataques palestinos la respuesta era casi inmediata. La mayoría de los atacantes palestinos murió porque siempre hubo cerca alguien armado que evitara que el ataque tuviese éxito.

Pero esa es la realidad en Israel, no en Europa.

Los terroristas islámicos llevan décadas aprovechando el terrorismo palestino como laboratorio para calcular lo que se puede hacer en otros lugares, especialmente Europa. Saben que la capacidad de reacción europea es infinitamente más lenta que la israelí; saben que, además, la población no está igualmente capacitada para enfrentar a un atacante; también están enterados de que las sociedades europeas son más impresionables que la israelí, y que un ataque –por pequeño que sea– provoca una conmoción que altera el ritmo de vida de un modo notoriamente más drástico que en Israel.

Por eso resulta perfectamente normal que los palestinos intentan en Israel, luego sea repetido por otros movimientos terroristas en Europa.

Hay un aliciente extra: Europa siempre ha sido patéticamente timorata en la condena del terrorismo contra Israel. Vez tras vez, se ha rehusado a tomar medidas concretas contra las redes de terrorismo palestino a nivel internacional, y su conducta general ha sido no sólo de solapamiento, sino incluso de apoyo.

Por ejemplo: pese a que se sabe que mucho dinero que Europa dona como ayuda a la Autoridad Palestina se destina a financiar terrorismo, a “premiar” a las familias de los terroristas, o a ensalzar los crímenes de los terroristas, los euros siguen fluyendo hacia Ramallah sin recato alguno. Israel ha insistido una y mil veces que ese dinero se tiene que detener, y aunque muchos líderes europeos reconocen que el problema es real, al final asumen una postura pasiva y dejan que las cosas continúen como están. Y el dinero sigue llegando a los terroristas.

¿Cómo se interpreta semejante conducta europea? Simple: debilidad. Los islamistas saben que los grupos liberales y “progresistas” que gobiernan (todavía) Europa no tienen las agallas para confrontarlos. Padecen el penoso Síndrome de Chamberlain, ese torpe e inepto político inglés que creyó que complaciendo a Hitler lograría calmarlo.

Netanyahu lo retrató de un modo muy simple y preciso cuando señaló que a un tiburón que ataca a la gente no le puedes dar más colmillos para contentarlo, y luego esperar que entonces deje de atacar a la gente.

Pero Europa se resiste a creerlo. Sus gobiernos y sus empresas reciben demasiado dinero árabe como para atreverse a poner un poco de orden en casa. Por supuesto, pululan los sectores abiertamente antisemitas y anti-israelíes, tanto en la política como en la prensa. El resultado es una irracional obsesión por defender a toda costa a los árabes, y participar en cuanta medida anti-israelí sea posible.

El asunto puede llegar a niveles delirantes y de genuina imbecilidad, como en el caso de la Canciller sueca Margot Wallstrom, que no ha dudado en acusar a Israel por los atentados cometidos por islamistas en territorio europeo. En su lógica (es un modo de decir; en realidad, se trata de un evidente cerebro destartalado por la ideología y las vísceras), los terroristas islamitas se deseperan porque Israel trata mal a los palestinos, y por eso atacan a los europeos.

Y volvemos a lo que sí es lógico: si el terrorista percibe debilidad, volverá a atacar. El terrorismo no es agradecido, y menos aún es una vulgar reacción “porque se frustran por la manera en la que Israel trata a los palestinos”. Tiene agenda propia. Tiene ideología propia. Tiene objetivos bien claros.

Nótese la reacción al atentado en Londres: la mayoría de los medios noticiosos que lo informaron de inmediato, se tardaron mucho en comenzar a usar las palabras “terrorismo islámico”, pese a que era obvio de que se trataba de eso y no de otra cosa. Es un pálido eco de la obsesión de muchos medios por matizar o incluso tergiversar la noticia cuando los atentados son en Israel. Lo más frecuente es señalar que “la policía israelí asesinó a un palestino”, luego pedir disculpas cuando viene el aluvión de quejas en las redes sociales, y finalmente señalar que un terrorista palestino fue abatido cuando perpetraba un ataque.

Y es que no quieren ofender. Al terrorista, por supuesto. Esa Europa liberal y desgastada le ha apostado tanto al multiculturalismo, que sabe que admitiendo que esa política fracasó y generó las condiciones para que muchos jóvenes musulmanes nacidos y educados en Europa se radicalicen y cometan atentados en sus lugares de residencia, admiten que han fracasado. Peor aún: si lo admiten, le están regalando el gobierno a la extrema derecha. Y si bien es cierto que eso va a ser un problema, también es cierto que justo por no querer llamar las cosas por su nombre es que la extrema derecha está conquistando el voto de muchas personas. Es obvio que la extrema derecha difícilmente podrá ofrecer soluciones a los problemas. Pero por lo menos se atreve a mencionarlos por nombre.

La Primera Ministra inglesa Theresa May ha hecho evidente su profundo descontento con el islam extremista. Es probable que vaya un poco más lejos que sus predecesores en cuanto a las medidas a tomar.

Pero salvo por ese detalle, lo que es predecible es lo siguiente:

1. Europa seguirá bajo ataque. Tanta debilidad exhibida es lo único que los terroristas musulmanes necesitan para seguir actuando.
2. Los líderes progresistas querrán evitar a toda cosa señalar el problema como “terrorismo musulmán”. Siguen atorados en su penosa obsesión por ocultar la realidad por simplonas y patéticas razones ideológicas.
3. No faltará quien culpe a Israel por este asunto. Como ya se ha demostrado en tantas ocasiones, muchos europeos asumen que los terroristas musulmanes son animales sin inteligencia ni criterio y sólo reaccionan, e Israel es malo. Porque es judío. Luego entonces, la ecuación debe ser que Israel por ser malo hace enojar a una horda de tontos que son muy tontos, y por eso hay terrorismo. En consecuencia, la cargarán contra Israel, como si con eso contentaran a los terroristas y los calmaran.
4. Semejante estrategia irracional lleva décadas fracasando. Los terroristas siempre vuelven a atacar. Si esos políticos europeos fuesen un poco inteligentes, ya habrían cambiado la estrategia. Si no la cambian ahora, lo que va a pasar próximamente será lo mismo: otro ataque.

Acaso eso sea lo más trágico de todo: que hoy los europeos se han ido a dormir con las molestas pregunta en la cabeza de “¿cuándo será el próximo ataque?” y “¿dónde?”

En el fondo, el ciudadano de a pie sabe que eso no se va a detener. Si es un poco más honesto y consecuente con la realidad, tendrá que admitir que las advertencias hechas por Israel son correctas y precisas.

Si quisieran resolver el problema, o por lo menos controlarlo, tendrían que seguir el ejemplo de Israel, el único país que realmente ha logrado poner un alto efectivo, eficiente y eficaz al terrorismo doméstico.

Pero no. Es demasiado pedir que se le dé la razón a los judíos.

Mi pronóstico es que, todavía durante algún tiempo, seguiremos viendo a los europeos comportándose bajo el Síndrome de Chamberlain: tratar bien al desquiciado que quiere matarte. Complacerlo. Incluso, dejar que mate un poco. A ver si con eso queda contento, se detiene y nos deja en paz.

Cuando esa rancia política europea obsesionada con los palestinos, con la multiculturalidad y con no afectar los Derechos Humanos de nadie (incluyendo a los terroristas) despierte, será demasiado tarde. La extrema derecha habrá tomado el poder, y con ello habrá llegado la hora de los brutos.

Es decir, el verdadero baño de sangre.

Eso que parece ser el eterno destino europeo a causa de su ineptitud y necedad para no aprender de su propia Historia.