MAXIMILIANO FERNANDEZ

Helen Fisher, prestigiosa antropóloga, creó un sistema preciso de personalidades y vínculos románticos tras una década de estudiar el cerebro enamorado y compararlo con el de un adicto. La directora de la Escuela Neurocientífica del Amor explicó a Infobae cómo se definen las compatibilidades.

En un momento, hubo mariposas que revoloteaban en la panza. Tiempos en los que el amor era irracional, espontáneo, inesperado. Imposible de cuantificar, de predecir. Hubo mariposas inquietas, magia intangible, corazones contentos. Quizás lo sigue habiendo, pero en pleno auge de la neurociencia, hay un algoritmo, números fríos, conexiones meditadas y compatibilidad sistematizada.

Helen Fisher, prestigiosa bióloga y antropóloga estadounidense, estudia desde hace más de una década la relación entre el amor y cerebro. La única conexión, en realidad. La imagen del corazón es una simple convención que en una ocasión, hace mucho tiempo, se impuso y ya no hubo forma de volver atrás.

Después de realizar estudios a base de resonancias magnéticas en voluntarios enamorados, Fisher encontró dos zonas del cerebro que actúan con fuerza: el núcleo caudado, que se relaciona al sistema de recompensa y el área tegmental ventral, liberador de dopamina. Formó tres grupos: personas que aman y están en pareja hace muchos años, personas que aman y están en pareja hace poco y personas enamoradas pero que habían sufrido una ruptura reciente. A cada una, se le mostró la foto de su amado y se dedujo:

– El amor y el enamoramiento son una reacción fisiológica a nivel cerebral. Se descubrió cómo se comporta el cerebro enamorado y qué áreas específicas trabajan.

– Que el amor y, más aún, en su etapa inicial, el enamoramiento -capaz de durar hasta dos años- activan el mismo centro que se activa con las adicciones a la drogas y al alcohol. Cuanto más estímulo recibe, más quiere. Por eso, el amor se puede volver una adicción. Aún más si no es correspondido. La mente reacciona como un síndrome de abstinencia.

–Se descubrió que existen 12 tipos diferentes de formas de amar, lo cual derivó en 12 perfiles sinápticos y su compatibilidad.

Desde 2004, Fisher se sumó al gigante de las aplicaciones de citas Match.com, que posee Tinder, como jefe científica, con el objetivo de que su algoritmo aumentara el grado de compatibilidad entre los usuarios.

La plataforma le permitió llevar a cabo un test que ya respondieron más de 14 millones de personas alrededor del mundo, de diferentes edades y realidades socioculturales. Con los datos recogidos, pudo estructurar, cuantificar su sistema de relaciones amorosas. Inspirada en su algoritmo, se fundó la Escuela Neurocientífica del Amor en España, que ya cuenta con sedes en Madrid, Barcelona y Valencia. “El algoritmo del amor es una fórmula que nos dice quiénes somos y con quiénes somos compatibles de acuerdo a la biología de nuestra personalidad”, le dijo a Infobae Camila Taube, su directora.

¿Cómo se llega a esos 12 perfiles sinápticos?

A partir de un cuestionario basado en las constelaciones de rasgos que conforman cada perfil y permiten detectar compatibilidad. Los 12 perfiles se basan en 4 sustancias: dopamina, serotonina, testosterona y estrógeno. El predominio de una u otra sustancia es la que determina la forma de ser de cada uno.

Cada perfil está compuesto por la acción de 2 sustancias que determinan un paquete de constelaciones de rasgos únicos por cada perfil, explicó Taube.

-Testosterona: actúa en un área vinculada al poder espacial, a la mente analítica, a la asociación de ideas, lo que los hace ser muy enfocados, atrevidos, autónomos, persuasivos. Su búsqueda amorosa pasa por un compañero que comparta sus ideas. Les llaman “Directores”.

-Estrógeno: trabaja en secciones del cerebro relacionadas al reconocimiento facial, las expresiones, la necesidad de muchos ángulos en todas las situaciones de la vida, el desarrollo del lenguaje. Por ello, son empáticos, modestos, flexibles, ambiguos, excelentes con el tono y el uso de la verba. Su búsqueda será el vínculo emocional y su forma de amar es través de la conexión íntima. Les llaman “Negociadores”.

-Serotonina: funciona en áreas involucradas con la planificación del comportamiento, en las que se hacen juicios sobre lo que está bien y está mal, lo cual le da la capacidad de trabajar con metas predeterminadas de antemano, así como inhibir cualquier acción impulsiva. Son calmos, tradicionales, detallistas, sociales, cautelosos. Su compañero ideal -de por vida, si es posible- comparte sus valores. Les llaman “Constructores”.

-Dopamina: busca experiencias “recompensantes”. Cuanto más estimulado y desarrollado, mayor será la búsqueda de sensaciones. Son personas que exudan energía y curiosidad, son impulsivos y con apetito por lo novedoso. Su forma de amar es a través de las experiencias e impulsos. Quieren una pareja para jugar toda la vida. Les llaman “Exploradores”.

Son 4 sustancias, pero hay dos que confluyen. Una predominante que marca la base de la personalidad y otra que determina hacia dónde se apunta. De las combinación de todas ellas salen los 12 perfiles y sus consiguientes compatibilidades.

“Aquí entra en juego la parte biológica. Por ejemplo, los Negociadores son compatibles con los Directores porque el foco intenso de uno, su mente analítica y persuasiva le da al otro lo que le falta por ser tan empático, emocional y flexible y ambiguo”, detalló la directora de la escuela. “La biología de la personalidad nos susurra constantemente a quien amar y no la escuchamos por muchas razones”.

¿Hasta qué punto se puede predeterminar todo? ¿No hay margen para lo irracional?

Que sepas la receta que lleva una torta de chocolate para que no quede ni muy seca ni cruda no quiere decir que no puedas gozar del primer bocado, de ese disfrute de sensaciones.

 

Fuente:infobae.com