La obra de la vida de Friedlander sobre el nazismo y la suerte de los judíos en el siglo XX culmina en este volumen. La obsesión de Hitler con los judíos fue la forma más extrema del antisemitismo “redentor”, diferente del (aunque relacionada con) el antisemitismo clásico cristiano. “Nació del temor a la degeneración racial y de la creencia religiosa en la redención,” definido como la liberación de los judíos, “como su expulsión, posiblemente su aniquilación.” Hitler fue un fanático, pero también un táctico que sabía como combinar la prudencia con la decisión repentina y devastadora. Friedlander ofrece a la vez una visión macroscópica y muchas historias individuales convincentes. El muestra cómo las medidas hacia la “arianización” económica y expulsión de muchos sectores de la vida se aceleraron para 1936, cómo la segregation llevó a una política de expulsión y, después de la Kristallnacht de noviembre de 1938, de aprobación oficial de la violencia. El señala que la persecución fue peor en Austria, después del Anschluss.

El describe no sólo el odio a menudo absurdo en forma surrealista y degradante mostrado por la legislación nazi sino también la falta general de oposición por parte de las iglesias, universidades y público alemanes. Aun más asombroso es el comportamiento de los vecinos de Alemania y otros países. La expulsión de los judíos polacos de Alemania fue ordenada para impedir un cierre polaco de la frontera para ellos. Fueron los suizos quienes solicitaron que todos los judíos alemanes que viajaban a Suiza tengan la letra “J” estampada en sus pasaportes. Los ingleses, no mucho antes de la guerra, cerraron la inmigración judía a Palestina. El 15 de marzo de 1939, George Kennan dijo que él no quería a un “conocido judío que había trabajado muchos años para los intereses estadounidenses” y había tomado refugio en la delegación de Praga, adonde Kennan había sido asignado ese año, para matarse allí, “en parte sobre principios generales anglo-sajones y en parte para preservar nuestro hogar de este tipo de disgusto.” Y sin embargo, desde 1936, Hitler había dado a un público mundial su temor al poder y conspiraciones judíos, y en su discurso ante el Reichstag el 30 de enero de 1939, él advirtió que “si los financistas judíos internacionales dentro y fuera de Europa van a tener éxito en hundir a las naciones una vez más en una guerra mundial, entonces el resultado será . . . ¡la aniquilación de la raza judía en Europa!” El relato sobrio de Friedlander de los gritos de las hienas y el silencio de las ovejas alimenta la culpa del lector por lo que sucedió en ese tiempo, y en lo que sucedió más recientemente en el Caribe, centro de Africa, y los Balcanes.

Fuente: Foreign Affairs- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México – Foto AFP