¿Qué se hace con los millones de seres humanos cuyos restos, reducidos a cenizas, olvidados en fosas comunes o en los fondos de los ríos, no han tenido sepultura?

 

En la Comunidad Judía de México, las víctimas del Holocausto cuentan con una tumba simbólica. En el cementerio Ashkenazí, un memorial les ha sido dedicado, donde se les recuerda cada año, en Yom Hashoá. Este 24 de abril, se realizó en un nuevo espacio, donde miles de piedras cuadradas asemejan las que los judíos, por tradición, colocan sobre las tumbas.

Una inscripción corona el memorial: “Am Israel Jai”(“El Pueblo de Israel vive”).

Manos temblorosas se acercaron a encender el candelabro especial de seis velas que, año tras año, recuerda con luz a los seis millones.

Existe un Kadish especial que se lee en memoria de las víctimas del Holocausto; es el que pronunció Moshe Mendelsohn, Premio APEIM 2015, antes de encender su vela. En éste, se mencionan las circunstancias trágicas de sus muertes: “ahogados, torturados, quemados…”

Luis Opatowski, sobreviviente del Holocausto, testigo de la tragedia, narró algunos aspectos de su vida; Saúl Kawa, cuya madre fue sobreviviente, la recordó en esta ceremonia.

El historiador del Holocausto, Jaime Murow, ha hecho de la Shoá la misión de su vida. Cada año, viaja a uno de los sitios donde se realizó el genocidio y descubre nuevos aspectos del mismo. De eso platicó ante la concurrencia.

También escuchamos las voces de los alumnos de los colegios judíos, quienes, representando a la CIM ORT, Tarbut y Yavne, dejaron un testimonio de juventud.

Fue una mañana soleada y triste, sin aplausos ni risas. Pero con un mensaje: “Seguir hacia la vida”.