Enlace Judío México.-Muchos mexicanos tienen que empezar desde abajo al emigrar pero reciben ayuda del gobierno mientras se acomodan.

ARACELI MARTÍNEZ ORTEGA

La inmigración a Israel es constante. La Agencia Judía para Israel reportó el arribo en 2016 de 27,400 inmigrantes. Un descenso de 12% comparado con 2015 cuando emigraron 31,200. Yigal Palmor, portavoz de la Agencia Judía para Israel dice que hay dos vías para emigrar: la ley del Retorno o la ley de Ciudadanía.

Con la Ley del Retorno puede emigrar cualquier persona nacida de madre judía o padre judío y no convertida a otra religión, así como su familia nuclear pareja, niños, padres y nietos. También se pueden beneficiar de esta ley los convertidos al judaísmo dentro de una comunidad reconocida.

A través de la Ley de Ciudadanía se puede emigrar mediante un permiso de trabajo, basado en un contrato de empleo con validez legal.

Aún cuando Israel ayuda mucho a sus inmigrantes en el proceso de adaptación, buena parte de los nuevos residentes tienen que comenzar desde abajo en lo que aprenden hebreo y en tanto logran la certificación de sus estudios.

Simon Abraham está recién llegado a Israel. Desde enero vive en esta ciudad capital y lugar histórico de peregrinaje y oración para judíos, cristianos y musulmanes.

En México dejó a sus padres, sus amigos y 25 años de su vida. La corrupción, dice, lo empujó a emigrar al lejano Medio Oriente.

“Las razones por las que salí son múltiples. La más grande fue la corrupción. Si le hubiera entrado, me hubiera marcado para toda la vida”, asevera.

Este joven mexicano estudió arquitectura en la Universidad Anáhuac, y tuvo varios empleos en México. Pero cuando se negó a firmar los planos de un edificio de 14 pisos que no tenía escaleras de emergencia, se metió en problemas.

“Me advirtieron que si no firmaba, iban a perder mucho dinero. Me rehusé por completo, decidí dejarlo todo y venir a Israel”, dice.

Abraham es soltero, sin hijos, nacido en la ciudad de México y de origen judío, por lo que no se le ha dificultado emigrar a Israel.

“Quiero trabajar como arquitecto pero mientras se revalida el título, te piden trabajar tres años con otro arquitecto antes de firmar como el responsable de proyectos y planos”, explica.

En tanto se da el proceso de revalidación de su título como arquitecto. Abraham trabaja medio tiempo como mesero en el restaurante Touro de Jerusalén.

Como es un inmigrante recién llegado, lo que llaman en hebreo “olé jadash” (para denominar la inmigración a Israel, aquí se utiliza el verbo laalot, que significa subir o ascender. El inmigrante es quien sube o asciende, y la inmigración —”aliá” es el acto de ascender), durante seis meses el gobierno le entrega un subsidio que lo ayuda a completar para sus gastos mientras encuentra un empleo fijo.

“Gano 35 shékels (la moneda de Israel) por hora, lo que equivale unos 10 dólares. Aunque todo el mundo habla inglés aquí, dedico cinco horas al día a estudiar hebreo. Al final el idioma del país es el hebreo y uno tiene que aprenderlo”, explica.

Dice que en los más de tres meses que lleva en Israel, la cultura amigable y cordial propia del mexicano le ha ayudado mucho. “Los mexicanos son bien vistos aquí en Israel. Ser mexicano me ha abierto muchas puertas”, admite.

Pero este mexicano judío no puede ocultar que siempre añora México. “Es la primera vez que tomo tequila desde que llegué”, dice riendo luego de darse un descanso para platicar con un grupo de periodistas que trabajan en Estados Unidos y México.

“México es el país que me dio todo. Estando en Israel le pienso ayudar de cualquier manera posible. Desde aquí puedo aportar más a mi familia y a mi comunidad mexicana”, considera.

“Israel tiene la tecnología, México produce, Estados Unidos compra, todos ganamos. Yo puedo llevar tecnología y trabajo. Me gustaría llevar gente de aquí a conocer México”, menciona.

Y considera que México es un país increíble pero le cuesta lidiar con la corrupción y algunas maneras de aplicar la justicia como que allá te declaren culpable hasta comprobar lo contrario.

“Un día me intentaron asaltar desde una motocicleta. Cuando el atracador metió la mano a su chaleco, pensé que iba a sacar la pistola. Para defenderme en un intento desesperado, me le fui encima con mi coche”, narra.

En segundos, el incidente se transformó de asalto a un accidente automovilístico. “Me querían llevar a mí al bote (la cárcel) por atropellarlo. Lo único que hice fue defenderme cuando me intentaban asaltar”, expone.

Y añade que le entró mucho miedo la idea de pisar la cárcel. Pero ese es el día a día en la ciudad de México, agrega.

“Aquí en Israel no tienes que estar al pendiente de un asalto o robo callejero. Un billete de 1,200 pesos los puedes sacar y andar enseñado en la calle. No pasa nada. En México lo sacas y te juro que te lo roban”, dice.

 

 

Fuente:laopinion.com