El mundo está tan lleno de detalles que nos envuelve con sus veredas y sus luces y a veces entre tanta maravilla nos perdemos. Olvidamos porque tomamos los caminos que tomamos y porque hicimos determinadas decisiones en su momento. Y así como nos distraemos con cosas hermosas, también nos distraemos con olores y vistas poco agradables.

La fuerza del odio y el poder del orgullo son tan grandes que día con día nos roban la energía y nos distraen de lo verdaderamente es importante: nuestro bienestar. En lugar de disfrutar un momento de paz y alegría, recordamos eventos nefastos y damos fuerza a las emociones de humillación y odio. Ambos son distractores que evitan cumplamos nuestros objetivos y vivamos momentos de paz con nosotros mismos. Los insultos son parte de esos distractores. En el siguiente discurso rab. Raymond Beyda nos habla de por qué no fortalecer el dolor que sentimos cuando la gente nos ofende. Esperamos les guste.

No puede lastimarme

“¡Estoy tan ofendido!” exclamamos a menudo. “¡Tal y cual arruinaron todo mi día!”

Rabí Chaim Pinchas Scheinberg, shlita, dice: “La sobre sensibilidad es una de las principales causas de problemas en la vida de las personas. Las empuja a guardar rencor y a vengarse.”

Cuando una persona entiende la naturaleza temporal de su estancia en este mundo y se da cuenta del poco tiempo que pasará en él, le dejan de preocupar los insultos. El rabino Zelig Pliskin propone que empecemos a pensar de forma distinta en los insultos que la gente hace para protegernos del daño emocional y espiritual que producen:

Imagínense, nos dice, a un hombre que está en un viaje de negocios, en el camino se encuentra con una persona que lo insulta. Si es sabio, ignorará la agresión verbal. Él está haciendo negocios, no puede darse el lujo de perder su tiempo en asuntos tan triviales. Además, lejos de su casa, entre las otras cosas que lo preocupan, los insultos parecen no tener mucha importancia.

Nuestro pasar por este mundo es “un viaje de negocios.” Estamos aquí para hacer un trabajo, después podremos regresar a “casa.” Definitivamente no tendremos el tiempo suficiente para gastarlo en trivialidades. Los insultos, al final de cuentas son irrelevantes para nuestro objetivo.

El gran maestro de Musar, Shevet Musar nos dice que debemos preguntarnos: “¿Cuál es la verdadera magnitud del daño que la persona me está haciendo? ¿Estaría dispuesto a perder mi mano o mi pierna por lo que aquella persona me dijo?”

Cuando una persona te diga algo que te parezca insultante, cambia tu forma de verlo y pregúntate: ¿Realmente soy diferente por lo que esa persona dijo de mí? ¡Claro que no! Separarte del momento doloroso puede proteger tu ego de un malestar emocional y ayudarte a continuar el camino largo que te queda hacia las metas que te planteaste para ese día.

Fuente: Rab Raymond Beyda Online
Discurso: Rab Raymond Beyda / Taducción: Aranza Gleason