ANDREW TOBIN

La clínica de la doctora Ronit Aloni practica la subrogación sexual, que implica conectar a pacientes con parejas sexuales entrenadas. La teoría es simple: se necesitan dos para el tango.

En una frondosa calle residencial del centro de Tel Aviv, la entrada trasera de un edificio de apartamentos conduce a dos habitaciones pequeñas llamadas “la habitación roja” y “la habitación verde”. Cada una está modestamente amueblada con un futón, una ducha privada y obras de arte eróticas. Velas y un reproductor de CD están disponibles para crear el ambiente.

“La terapia sexual es por definición una terapia de pareja, y aquellas personas que no tienen pareja no pueden recibir la terapia,” dijo Ronit Aloni, de 64 años, en una entrevista en su clínica. “La subrogación nos permite hacer lo ético y proporcionar terapia a las personas que lo necesitan”.

Aloni, una terapeuta sexual con un doctorado en rehabilitación sexual, ha creado un marco para la subrogación sexual en esta sociedad relativamente conservadora. Aunque tiene sus críticos, se ha ganado a muchos terapeutas sexuales, así como al Ministerio de Defensa de Israel y a los tribunales civiles.

De los cerca de 200 pacientes que acuden a la clínica cada año de todo Israel, alrededor de una tercera parte trabajan con un sustituto sexual, con quienes mantienen relaciones sexuales. Sus problemas incluyen discapacidades físicas, como parálisis o trauma cerebral, y trastornos mentales como autismo o esquizofrenia. Aproximadamente la mitad de ellos presentan trastornos sexuales como espasmos vaginales o disfunción eréctil. A casi todos los pacientes les incomoda la intimidad.

“Realmente no se trata de sexo,” explica Aloni. “A veces digo a mi personal que realmente somos una clínica de ansiedad”.

Aloni emplea a cerca de 30 terapeutas sexuales, fisioterapeutas, trabajadores sociales y médicos junto con una docena de sustitutos. Una vez a la semana, los pacientes se reúnen con un sustituto que se entrena en la clínica, y con un terapeuta sexual que supervisa el tratamiento, que suele durar de tres a cuatro meses, aunque puede extenderse por años.

Los pacientes y sustitutos deben someterse a pruebas de detección de enfermedades de transmisión sexual y utilizar anticonceptivos.

Dados los requisitos y el costo que la clínica – hasta 2,000 dólares al mes – más de la mitad del salario promedio en Israel – pocos buscan sexo casual, dice el personal.

“Creo que algunas personas sí buscan sexo casual,” agrega Idan Milchan, co-director de la clínica de terapia sexual en el Hospital Ichilov de Tel Aviv, que trabajaba para Aloni y le refería pacientes. “Pero los terapeutas son lo suficientemente profesionales como para darse cuenta si un hombre o una mujer tiene un problema sexual o no, y es tan caro que la gente puede encontrar sexo más barato”.

Generalmente, el paciente y el sustituto comienzan su relación con una cita en una cafetería u otro lugar público. Cuando están listos para ir más allá del contacto físico, se reúnen para una sesión de 90 minutos en la habitación roja o verde. La penetración es el último paso en el tratamiento y generalmente ocurre sólo en las últimas reuniones. A continuación, se motiva a los pacientes a crear sus propias relaciones románticas y seguir reuniéndose con su terapeuta sexual.

“Talia”, quien pidió usar un seudónimo para proteger su privacidad, ha sido sustituta sexual en la clínica de Aloni durante unos años y ha trabajado con todo tipo de pacientes, desde soldados tetrapléjicos hasta empresarios en Tel Aviv. La mujer de cabello oscuro, de unos 50 años de edad, actualmente se reúne con tres pacientes a la semana y también trabaja en arte y educación. Ella dijo que se unió a la clínica porque vio una oportunidad de sanar a la gente.

“Tal vez suena como un cliché, pero tengo la capacidad de amar y no temer a ser compasiva,” dijo en una entrevista en la habitación verde”. Yo estimulo a los pacientes en un lugar muy seguro y los dejo crecer. No me gusta que la humanidad sufra”.

Aunque la mayoría de los pacientes de la clínica no son religiosos, jóvenes ortodoxos que se sienten atraídos por el mismo sexo a veces llegan a la clínica para aprender a relacionarse con mujeres. En la mayoría de los casos son enviados por rabinos. Ellos son tratados por terapeutas ortodoxos y sustitutos de sexo “kosher” que están dispuestos a sumergirse en la mikvá, o baño ritual, antes de mantener relaciones sexuales con sus clientes.

Aloni dijo que ella explica a los hombres – y a sus rabinos – que no puede cambiar su preferencia sexual, pero sólo les ayuda a manejarla. Ella rechazó cualquier comparación con la terapia de conversión. Esa práctica, que pretende cambiar su orientación sexual de homosexual o bisexual a heterosexual, es rechazada por psiquiatras y psicólogos en Estados Unidos y prohibida en muchos Estados. No hay ley en Israel contra la terapia de conversión, pero el Ministerio de Salud no la aconseja.

“No se trata de conversión. No hacemos eso,” dijo Aloni. “Si eres homosexual, eres homosexual. Pero sabemos que existe un espectro en la sexualidad. Algunas personas pueden funcionar en ambos sentidos. Pasamos por el proceso con ellos y hablamos de lo que ganan y pierden. No me corresponde a mí juzgar.

Aloni trajo la subrogación sexual a Israel a finales de la década de 1980 después de estudiar el tratamiento en Estados Unidos, desarrollado por el ginecólogo William Masters y la psicóloga Virginia Johnson en los años cincuenta. Comenzó tratando a soldados gravemente heridos en el kibutz, y en 1999 abrió su clínica de Tel Aviv al público en general.

Actualmente, dijo Aloni, la subrogación sexual es más común en Israel que en cualquier otro país que conoce, aunque el suyo es el único centro importante para el tratamiento. El Ministerio de Defensa envía a soldados gravemente heridos y paga por su tratamiento. Y gracias en parte a los testimonios de expertos pagados, los tribunales israelíes han adjudicado a los litigantes en daños por lesiones corporales a pagar por la terapia de subrogación sexual.

Los terapeutas sexuales de los hospitales y otras clínicas de todo Israel remiten pacientes a Aloni, un miembro muy respetado en la Asociación Israelí de Terapia Sexual. Varios dicen que el tratamiento ha mostrado resultados cuando nada parece funcionar.

“Como en todas las profesiones, el tratamiento no es cien por ciento efectivo,” dijo Milchan, ex presidente de la Sociedad Israelí de Entrenamiento de Terapia Sexual. “Pero si no funcionara, ya se habría extinguido. Todavía existe, así que funciona”.

Aloni también trabaja fuera de la clínica para promover la subrogación sexual. Aparece regularmente en la televisión israelí y enseña un curso sobre rehabilitación sexual en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tel Aviv. También da conferencias en el extranjero y ha contribuido en varios libros sobre terapia sexual en inglés. Por lo menos una docena de pacientes extranjeros visitan su clínica cada año.

Sin embargo, Aloni tiene muchos críticos. Ellos argumentan que la subrogación sexual no es diferente a la prostitución. (Es legal pagar y cobrar por el sexo en Israel, aunque el proxenetismo, los burdeles y el tráfico sexual están prohibidos). Muchos judíos ortodoxos condenan el tratamiento.

David Ribner, terapeuta sexual ortodoxo que radica en Jerusalem afirma que Aloni es altamente competente y profesional pero aún así, se opone a la subrogación sexual por razones profesionales y éticas.

“Nunca refiero a los pacientes a la subrogación. He ejercido durante más de 40 años, y nunca he encontrado una situación en la que la subrogación es la única salida,” dijo en una entrevista telefónica. “Y como judío ortodoxo, creo que el sexo sólo tiene lugar en el matrimonio, y esto no es un matrimonio”.

Ribner dijo que le gustaría que la subrogación sexual fuese regulada junto con todo el campo de la terapia sexual en Israel. Su mayor problema con respecto al tratamiento es la manera en que se termina.

“La relación entre el sustituto y el paciente es compleja”, dijo. “Creo que el final puede ser muy problemático, especialmente para quienes ésta podría ser su primera experiencia sexual significativa”.

Por su parte, Aloni dijo que le preocupa que la regulación interfiera con el tratamiento efectivo. Ella y Talia coincidieron en que la relación paciente-sustituto podría ser emocionalmente delicada y dolorosa al terminarla, pero dijo que la clínica está preparada para manejar estas cuestiones.

Aunque Aloni no facilita entrevistas con pacientes, muchos han incluido sus testimonios en el sitio web de la clínica. Ellos valoraron la experiencia de enseñarles cómo acercarse a los demás y, en algunos casos, prepararlos para el romance y el matrimonio. Pero algunos también expresaron angustia.

“Mi tratamiento ha terminado y no sé qué pasará en el futuro. Por el momento, mi corazón está roto y soy muy infeliz,” escribió una paciente. “Todo lo que queda es que me aferre a la creencia de que seguiré disfrutando de la influencia positiva y constructiva de mi sustituto sobre mis relaciones interpersonales y mi sexualidad”.

Fuente: The Jerusalem Post, JTA / Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico