Cuando el gran rabino Eliezer enfermó sus alumnos fueron a visitarlo. Él les dijo: “Hay una ira feroz en el mundo” insinuando que D-os lo estaba castigando.

Los alumnos empezaron a llorar, Sin embargo, al levantar los ojos notaron que Rabí Akivá estaba riendo.

– ¿Cómo puedes reír en una hora como ésta? – preguntaron enojados.
– Díganme. ¿Por qué lloran? – les contestó.
– ¿Podríamos acaso ver a un erudito de la Torá perecer y no llorar?

– Esa es la razón precisa por la que río. Cada vez que veía que el vino de nuestro maestro no se hacía vinagre, su lino no se rompía, su aceite no se gastaba y sus preservas no se hacían rancias pensaba: “D-os no quiera que nuestro maestro reciba todas las recompensas de sus méritos en este mundo y no deje ni una para el mundo venidero”. Ahora que veo su sufrimiento, me alegro de la gran recompensa que recibirá en el mundo venidero.

Al escucharlo rabí Eliezer preguntó: – Akivá, ¿acaso se me ha olvidado algún principio de la Torá? ¿por qué merezco vivir este sufrimiento?

– Maestro, tú mismo nos repetiste varias veces el versículo que dice “No hay hombre justo sobre la Tierra que haga el bien y no peque”.

Fuente: Chabad.org