Shavuot es una de las fiestas más importantes para el judaísmo. En ella celebramos el recibimiento de la Torá (Matán Torá) que fue dada por D-os al pueblo de Israel en el Monte Sinaí. La Torá es la roca y el principio fundamental de la fe judía. De este día, y de esta creencia se desprenden todos los principios y las prácticas del judaísmo. Sin duda hay un sinfín de cosas sobre las cuales se puede hablar, miles de interpretaciones y rutas que uno puede explorar. Por eso mismo hoy traemos para ustedes las palabras del rabino Ysroel Ciner, quien trae un discurso de Shavuot para nosotros.

En él destaca dos características principales que podemos observar de esta fiesta: la primera es sobre la fe del pueblo de Israel y su evolución desde la sálida de Egipto hasta el recibimiento de la Torá, el cual representa el máximo grado de fe que se puede alcanzar. El segundo aspecto que discute es el carácter corporal de la Torá ¿por qué la Torá fue dada a seres con cuerpos y no a ángeles? Esperamos disfruten el discurso.

Ysroel Ciner. “Dos mitades, un entero”.

La próxima semana estaremos celebrando la festividad de Shavuot, el día en que recibimos la Torá de Hashem (D-os). Fue en esta experiencia mística que el pueblo de Israel alcanzó el punto más alto de entendimiento divino y el punto más alto de fe.

Vemos que tres veces se menciona la fe del pueblo de Israel en la Torá. La primera es durante la esclavitud en Egipto cuando Moisés les comunica las noticias de su redención. El pasaje dice así: “Y la nación creyó que Hashem (D-os) los había recordado y había visto su aflicción” (Shemot 4:31)

La segunda vez fue con el evento del Mar Rojo, cuando ya habían dejado Egipto. Aquí el pasaje nos dice: “Y el pueblo temió a Hashem y creyeron en Hashem y Moisés, su siervo” (14:31)

Y la última vez que se menciona la fe es justo en el Monte Sinaí (Har Sinai). Ahí Hashem dijo a Moisés: “Apareceré frente a ti en una nube espesa para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo y también creerán en ti para siempre” (19:9)

El Maharal explica que los Hijos de Israel, a través de estos tres pasajes, estaban absorbiendo los tres principios básicos de la fe que son los fundamentos del judaísmo.

El primer nivel de emuná (fe) es la creencia en la hashgajá (providencia divina), que es el conocimiento divino e involucramiento con todo lo que sucede en este mundo. Cuando Moisés habló con los Hijos de Israel y les dijo que Hashem había visto su aflicción, entendieron un nivel bastante profundo de hashgajá (involucramiento divino).

Acababan de vivir un periodo de 210 años de horrores indescriptibles: niños habían sido arrojados al Nilo, eran explotados y obligados a hacer trabajos excesivos para su fuerza. ¡Hashem veía todo eso y no hacía nada! Visto desde la superficie, podría parecer que Hashem no se involucra en los eventos de mundo. Sin embargo, el pueblo de Israel entendió que el ocultamiento divino también es una forma de su hashgajá. Entendieron que los buenos tiempos y los tiempos difíciles, la recompensa y el castigo, todos son parte de su providencia divina. Ellos creyeron.

La festividad de Sucot, que representa la providencia divina a través de la guía y el cuidado que Hashem nos dio guiándonos en sus nubes de Gloria, mientras hacíamos nuestro camino por el desierto; es y representa el primer nivel de emuná.

El siguiente nivel de emuná (fe) fue internalizado por el pueblo con el evento del Mar Rojo. “Va’ya’a’minu” (y ellos creyeron) en Hashem y Moisés, su siervo”. Ahí adquirieron fe absoluta en la existencia de D-os. Puedes estar pensando: ¿Si ya creían en la providencia divina, cómo es posible que dudaran de su existencia? La respuesta se encuentra en tratar de entender la profundidad de su fe en D-os. Ahora entendieron que la existencia de Hashem realmente excluye la existencia de cualquier cosa independiente a Él. Su existencia abarca todo. Todo lo que aparentemente existe depende de Él. Ése fue el nivel de fe que alcanzaron con el Mar Rojo. Ellos creyeron.

La festividad de Pesaj, representa y se basa en este segundo nivel de emuná (fe); ya que recrea los milagros del Éxodo de Egipto que retratan el control absoluto de D-os y el precepto de que no hay nada independiente de Él.

El tercer nivel de emuná (fe) que sucedió en el Monte Sinaí (Har Sinai), fue que Hashem habló al hombre y le dio enseñanzas, mandamientos de cómo cumplir sus deseos divinos. A diferencia de cualquier otra religión o cualquier otro momento en la historia, D-os no reveló su palabra a un individuo o grupo pequeño y le indicó que la difundiera a los demás. Hashem le habló a cada miembro, uno por uno del pueblo judío. Cada persona presente tuvo profecía y “vio” las palabras que fueron dichas. Si oímos la voz de una persona y la reconocemos, creemos saber que es él. Cuando lo vemos estamos seguros de que es él. Ellos “vieron” las palabras de Hashem. Es decir, se convirtieron en una realidad tangible para ellos; era claro que esos mandamientos provenían de Él. Ellos creyeron.

El recibimiento personal de la Torá que vivimos y está disponible para cada uno de nosotros en Shavuot, representa el tercer nivel de emuná (fe)

¿Qué efecto generó el nivel profético que cada individuo obtuvo? El Talmud (Shabbat 88B) nos dice que cuando escuchamos las palabras venir de Hashem nuestras almas dejaron nuestros cuerpos. D-os tuvo que realizar la Resurrección de los Muertos para poder prepararnos a escuchar las palabras que siguieron. La experiencia de “ver” las palabras de D-os purificaron a tal punto nuestras almas que nuestros cuerpos ya no podían contenerlas. ¡Volaron! La Resurreción de los Muertos se realizó para elevar el cuerpo de los presentes al punto que pudieran recibir nuevamente el alma. Las palabra de Hashem que prosiguieron inclusive purificaron aún más nuestras almas. Los cuerpos una vez elevados, ya no podían contener las almas doblemente purificadas por lo cual Hashem las volvió a purificar, para poder permitirle a las almas regresar.

Observando esto, podemos entender un aspecto aparentemente extraño de Shavuot. Hay una discusión en el Talmud (Pesajim 68B) con respecto a cómo deben ser celebradas las festividades. Rabí Eliezer defiende que uno debe de pasar el día comiendo y bebiendo o debe pasarlo sentado estudiando. Mientras que Rabí Yehoshua defiende que el día debe ser dividido en dos; una mitad usada para honrar a Hashem (sentarse a estudiar) y la otra mitad debe ser usada para honrarse uno (comer y beber). Sin embargo, cuando se habla de Shavuot en la discusión no hay conflictos ni dudas. Ambos concuerdan en que para festejar el día en que la Torá fue dada uno debe beber y comer.

El Maharal señala que este concepto también se extiende a un aspecto destacado de los sacrificios que se realizaban en Shavuot. Generalmente los sacrificios comunales se quemaban en su totalidad, ni una parte de ellos era ingerida. Los sacrificios de Shavuot son la excepción ya que parte de la ofrenda comunal es ingerida.

Igualmente, las dos hogazas de pan que se llevan en Shavuot son las únicas ofrendas que aparecen en forma de jametz (pan leudado). Es bastante curioso porque el jametz representa la corporalidad y, a veces, la tentación.

¿Por qué justo el día en que se representan nuestras aspiraciones y características espirituales destacamos tanto el aspecto corporal? ¿Por qué honrar al cuerpo justo en el día en que recordamos la revelación de D-os?

Probablemente la respuesta se encuentra en lo que mencionamos antes. La Torá no estaba hecha para separar a nuestros cuerpos de nuestras almas. Nos fue dada para permitirnos convertirnos en seres humanos completos, con nuestra corporalidad elevada y purificada a través de nuestro involucramiento espiritual. La Torá no nos dice que no, nos da los parámetros de cómo, dónde y cuándo.

Así es como nos purificamos, no a través de la abstención. En Shavuot uno debe beber y comer, el sacrificio debe ser ingerido. La ofrenda es jametz. Las personas y no los ángeles recibieron la Torá. Les deseo a todos que podamos aceptarla y elevarnos a través de ella.

Les deseo un buen Yom Tov!

Fuente: torah.org