YOSEF ROMANO

La manera de pensar generalizada en el mundo es que el cuerpo y el alma se oponen constantemente, y para volverse alguien espiritual, el individuo debe apartarse del físico y de lo terrenal. Sin embargo, la Torá desmiente esa forma de pensar. La prueba más grande de esto es el acto de traer sacrificios: Cuando el individuo traía una ofrenda, una parta de ésta era quemada en el altar y otra consumida por los cohanim, y así el pecador obtenía su perdón (siempre y cuando el sacrificio era acompañado de sentimientos (y actos) verdaderos de teshubá), (Pesajim 59b).

Siendo así, el jajam que enseña “tres [personas] que comieron en una misma mesa y pronunciaron palabras de Torá sobre ésta es como si hubiesen comido de la mesa del Omnipresente” (Abot 3:3) nos instruye precisamente este punto: La persona debe unir su físico con su alma, esto se realiza por medio de decir unas palabras de Torá en la mesa (abreviado del Emet Le Yaacob).

Solemos olvidar que D-s es el que creó tanto el cuerpo como el alma, por eso la gente piensa que hay que suprimir uno para que el otro florezca. Pero la Torá que fue dada por el mismo Creador del cuerpo y del alma se preocupó de que ambos tengan su representación en la vida cotidiana. Así vemos, por ejemplo, no sólo la necesidad de realizar mitzvot con el cuerpo, sino también con el corazón. Una ilustración de eso es el placer de shabat, que no sólo es físico, también es espiritual- cantamos alrededor de la mesa, y también es un ejercicio intelectual: Decimos palabras de Torá y provocamos el pensamiento y el análisis. Ojalá podamos utilizar todos nuestros dones para Su servicio.