YOAZ HENDEL

Quien diga hoy que la guerra nos transformó habla de ilusiones, de un sueño infantil en el que podríamos subsistir dentro de las fronteras de un pequeño Israel y hacer la paz con todos los que nos rodean. Según este sueño, si hubiésemos ganado y salido de los territorios, todo habría estado bien.

Durante 50 años, esta guerra ha sido una excusa. Es más fácil culpar a un evento histórico específico que terminó en seis días que reconocer la naturaleza humana. ¿Dónde está la naturaleza? En algún lugar de Afganistán, con cerca de 100 muertos sólo la semana pasada. Musulmanes que explotaron sobre otros musulmanes en nombre de un dogma primitivo que afirma que se permite matar incluso a gente como ustedes. Todo en el nombre de Alá.

Miren a su alrededor. La mayoría de los israelíes crecieron con los resultados de la Guerra de los Seis Días. La seguridad, la prosperidad económica, los movimientos de Gush Emunim y Paz Ahora, las rondas de conversaciones de paz, las retiradas y los acuerdos temporales. Cincuenta años es mucho tiempo y pocos recuerdan lo que sucedió antes. La mayoría de la gente ha crecido con una disputa política fabricada que sirve como excusa para casi todo que ocurre aquí. La “ocupación” como palabra clave, ignorando el hecho de que la Organización para la Liberación Palestina fue fundada en el Hotel Siete Arcos tres años antes para liberar la “ocupación” de 1948; ignorando los antecedentes y las raíces del conflicto; ignorando el significado estratégico de un Estado cuya frontera oriental está en las líneas de 1967.

Para comprender cómo la Guerra de los Seis Días se transformó en la mayor excusa de la historia, pasemos a 2048, la celebración de los primeros 100 años del Estado de Israel. Más que cualquier otro Estado judío que haya existido jamás. Benjamín Netanyahu ya no será primer ministro, lo prometo. El tribalismo que está siendo alimentado con devoción por algunos de los políticos de la coalición será moderado – de lo contrario, no llegaremos a ese año. El conflicto árabe-israelí seguirá vigente. El odio, la incitación, la pobreza y el atraso seguirán extendiéndose en los países árabes. La tecnología resolverá los problemas de seguridad del sur y del norte, pero no cambiará la naturaleza humana.

Empiezo con el futuro, porque entonces será más fácil ubicar la Guerra de los Seis Días en su lugar apropiado. Desde una distancia de 100 años, los libros de historia y civismo definirán el primer cuarto del siglo como el cuarto de la supervivencia, seguido por el cuarto de la absorción, el cuarto de la tecnología y el desarrollo y, finalmente, el cuarto que nadie sabía planear.

La guerra sólo cambió las fronteras

Tres guerras han formado el Estado de Israel, la guerra más importante fue la de 1948. La gran ocupación comienza allí. La Guerra de los Seis Días sólo cambió las fronteras, no la esencia de la batalla. La euforia era tan grande como la amenaza eliminada. Las decenas de tumbas excavadas en la víspera de la guerra y los planes para eliminar a la población civil desaparecieron de inmediato. Finalmente, en 1973, se produjo la gran victoria de la guerra de Yom Kipur (sí, sé que la gente mira a esta guerra desde su inicio más que a través de los grandes logros de su final) que nos recuerda, por otro lado, que la euforia y los líderes arrogantes podrían cobrar vidas.

Estas tres guerras convirtieron a Israel en una potencia regional con mayor fuerza económica y militar que cualquier otro país en la región. En sólo 25 años, un joven Estado se fortaleció a pesar de las invasiones árabes y los planes de genocidio. Se crearon poblados que pueden ser defendidos tanto militar como estratégicamente – el Valle del Jordán y las Alturas del Golán – y desde entonces, Israel ha estado librando guerras por elección. Batallas por la conciencia más que por la supervivencia.

Quien diga hoy que la guerra nos transformó habla de ilusiones, de un sueño infantil en el que podríamos subsistir dentro de las fronteras de un pequeño Israel y hacer la paz con todos los que nos rodean. Según este sueño, si hubiésemos ganado y salido de los territorios, todo habría estado bien.

Israel vivió bajo el peligro de extinción 19 años antes de la Guerra de los Seis Días. Sus leyes eran leyes de emergencia. Su democracia era inestable. David Ben-Gurión, el hombre sin el cual no tendríamos un Estado, espió a los miembros de la oposición. Los árabes israelíes vivían bajo el régimen militar y la supervisión del Shin Bet. El gobierno judaizó el Neguev y la Galilea sin pensarlo dos veces. Construyó y estableció empresas sin un procurador general. La única restricción a la corrupción era la ética interna y los valores del movimiento juvenil. Esos eran años dolorosamente hermosos. Las canciones más bellas, los trajes más bellos, las chicas más bellas, los rabinos más silenciosos y los mejores clichés. Eran años ingenuos y peligrosos.

Actualmente nuestra situación es mucho mejor que hace 19 años, no sólo desde el punto de vista económico y de seguridad, sino también bajo el criterio de quienes lamentan la democracia. Israel, contrariamente a lo que se afirma, no marcha hacia un Estado binacional, sino hacia una separación de los palestinos tanto como sea posible. En Gaza, nos hemos separado totalmente de ellos (aunque todavía pagamos la electricidad y el agua), y en Judea y Samaria hay un semiestado desmilitarizado con separación política, pero sin separación militar. El Plan Alón está siendo implementado ante nuestros ojos.

Muchos errores

Cuando un acontecimiento histórico es sólo una excusa, la ocupación corrompe. ¿Acaso podemos prescindir de una presencia militar en Judea y Samaria? La respuesta es no. El único lugar donde lo hemos hecho de manera absoluta es en la Franja de Gaza, y todavía tenemos que volver allá cada dos o tres años para una operación militar. Elor Azaria no es el producto de los 50 años, sino de un fracaso personal y un fracaso en el mando. Tampoco Rompiendo el Silencio es un producto de nada. Ambos son productos del servicio militar en Medio Oriente: un lugar donde una niña palestina te recuerda que todos somos seres humanos, mientras que otra te ataca con un cuchillo. Un Medio Oriente donde los musulmanes se masacran unos a otros y 2017 es similar en su brutalidad a 1017.

Ojalá que las cosas fuesen diferentes, pero eso es imposible. Es por eso que la preocupación por la Guerra de los Seis Días es una excusa. Los partidarios de la excusa y de la solución utópica no pueden aceptar que los países árabes se están deteriorando a más y más violencia. Es difícil creer que los musulmanes están masacrando a los musulmanes, que la aspiración natural de vivir simplemente en paz no existe cuando el refugiado y el odio se nutren. Una iniciativa local o una iniciativa saudí ni cambiarán eso. Tampoco el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ni el primer ministro Benjamín Netanyahu o la Presidenta de Meretz, Zehava Galon.

¿Acaso Israel ha cometido errores? Infinitas veces. La evacuación que tuvo lugar en la plaza del Muro Occidental debería haber ocurrido en otros lugares, en base una planificación de la demografía y el asentamiento. Jerusalem debería haber sido la máxima prioridad, seguida por las áreas que rodean a una futura autoridad / autonomía palestina o un Estado-menos como lo es hoy. El Valle del Jordán debería haber sido un enorme centro de asentamientos israelíes para beneficio de Jordania e Israel. El asentamiento debe ser gubernamental, no un asunto de un activista del Likud o un proceso que recuerda a un shtetl (poblado) en la Diáspora. Se trata de ley y orden, de construir donde está permitido, y de no hacerlo donde no está prohibido.

Y aún más importante, Israel debe tener una clara visión geográfica-estratégica, en lugar de líderes que murmuran de acuerdo con el presidente de Estados Unidos. Un mar de errores. ¿Pero habríamos podido sobrevivir sin esas victorias? ¿Sin una gran parte de los asentamientos y la frontera oriental en el Valle del Jordán? Cuando nos deshacemos de la excusa vemos la realidad de la casa en la selva, la respuesta es no.

Fuente: Ynet / Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico