ALEX FISHMAN

Incluso antes de que el presidente de Estados Unidos pusiera pie en Arabia Saudita, a diferentes países de la región se les exigió pagar un “dinero serio” para poder unirse al bloque sunita contra Irán e ISIS. Una de las demandas era que todos los estados árabes suníes -particularmente Qatar- lavaran sus manos de Hamas.

Seis altos miembros del ala militar de Hamas, que operaba y financiaba docenas de células terroristas en Cisjordania, fueron expulsados de la capital qatarí de Doha hace varias semanas. Todos nos mantuvimos en la oscuridad sobre este asunto porque ninguna de las partes implicadas -los egipcios, los saudíes, los qataríes, los estadounidenses y los israelíes- estaban interesadas en hacer ruido, en vísperas de la llegada del presidente estadounidense, Donald Trump, en Oriente Medio, que empañara la armonía de los líderes islámicos reunidos en Arabia Saudita.

Los líderes de Hamas también mantuvieron un perfil bajo. Sabían que además de la demanda estadounidense de desterrar a estos altos cargos, la administración estadounidense también había pedido que Qatar dejara de transferir fondos al ala militar de Hamas. Resulta que Qatar manejaba dos arcas con la Franja: desde la primera, se han canalizado unos 900 millones de dólares desde el final de la Operación Margen Protector -en coordinación con Israel- para la reconstrucción de la Franja de Gaza; desde la otra, el dinero ha fluido sin ninguna supervisión y en violación de los acuerdos.

Cuando su gente fue expulsada de Doha siguiendo las órdenes estadounidenses, Hamas todavía tenía que entender la intensidad del cambio creado por Trump en Oriente Medio. Incluso antes de que el presidente estadounidense pusiera pie en Arabia Saudita, diferentes países de la región ya habían recibido “misiones” de él. Se les exigió pagar “dinero serio” para poder unirse al bloque suní contra Irán y el Estado Islámico. Cuando en Arabia Saudita Trump habló de que Hamas era una organización terrorista como Hezbolá, ISIS y Al Qaeda, quería decir que todos los países del dominio árabe sunita que apoyan a Hamas -particularmente a Qatar- deberían lavarse las manos y apartarse de él.

Varios estados del Golfo han cortado los lazos con Qatar después de que Trump criticara a Hamas por sus actividades terroristas durante su visita a Arabia Saudí.

Los saudíes y los egipcios afirman que los qataríes están jugando un juego sucio, y tienen razón. El líder de Qatar, que se sienta en una montaña de dinero, está llevando a cabo una política que es una combinación de una guerra de supervivencia y megalomanía. Los qataríes quieren tener todo en la región, incluyendo el cuidado de la Hermandad Musulmana y el financiamiento de organizaciones terroristas. Es un pequeño emirato con 300.000 ciudadanos, un millón y medio de trabajadores extranjeros, la mitad de su territorio es una base militar estadounidense y está dirigida por un gobernante cuya ambición es ser el elemento principal en Oriente Medio.

Se ha reportado que Qatar sirvió como un eficiente mecanismo de comunicación entre Israel y Hamas en momentos de crisis. Eso no impidió al país, al mismo tiempo, financiar el ala militar de Hamas y sabotear los intentos de alto el fuego durante la Operación Margen Protector. La política de múltiples facetas de Qatar, que incluye abrazar a Israel, abrazar a los iraníes, apoyar a la Hermandad Musulmana y abusar del gobierno egipcio a través del canal Al-Jazeera y socavar su posición, ha llegado a su fin. Los saudíes y los egipcios han informado a los qataríes: deben tomar partido y dejar de socavarnos. Arabia Saudita, que recibió el mandato de Estados Unidos, junto con Egipto, de dirigir un bloque suní contra la amenaza chiíta-iraní-ISIS, ha decidido domesticar a los qataríes.

Hamas está observando los acontecimientos con impaciencia. Está viendo que su único apoyo político en el mundo árabe sunní es arrastrado de debajo de sus pies. Bajo presión, los qataríes estarán dispuestos a vender a la organización palestina.

Esta crisis estratégica ha atrapado a Hamas en medio de una profunda crisis civil que la Franja de Gaza nunca ha experimentado antes: Una escasez de electricidad y agua, el colapso de los sistemas de salud, la pobreza extrema. Estas dos grandes crisis podrían empujar a Hamas -en contra de su ideología- a manos de Hezbolá e Irán. Si Teherán desea aprovechar la oportunidad, comenzará la cuenta regresiva hacia otra operación militar en Gaza.

Mientras tanto, los líderes de Hamas están tratando de encontrar un oído comprensivo en El Cairo, que permita abrir el cruce de Rafah y suministrar electricidad a la Franja. Egipto, sin embargo, tiene condiciones estrictas: Hamas debe cortar sus lazos con ISIS en el Sinaí y entregar a los Hermanos Musulmanes y miembros de ISIS que han encontrado refugio en Gaza.

El efecto Trump está sacudiendo Oriente Medio. Una cosa está clara: se está construyendo una vieja-nueva criatura en forma de bloque árabe suní que está dispuesta a incorporar a Israel. La pelota está en nuestra cancha. Esperemos que no nos marquemos un gol propio.

Fuente: Ynetnews – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención:
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