IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – El pasado jueves 8 de Junio, en punto de las 19:00 horas, dio inicio oficial el proyecto Música Silenciada, con un maravilloso concierto en el Club de Industriales (Ciudad de México). Nuestro anfitrión de gala fue el Presidente del Club, el Lic. José Carral Escalante, y se contó con la presencia de Viktor Eibling, Excelentísimo Embajador de Alemania en México; Jonathan Peled, Excelentísimo Embajador de Israel en México; y Eduard Malayán, Excelentísimo Embajador de la Federación Rusa en México.

 Tras las palabras de bienvenida, el concierto estuvo a cargo de los maestros Asaf Kolerstein (violoncello), Jozef Olechovski (piano), Eleanor Weingarten (clarinete), Jeffrey Rogers (corno francés) y Adrián Justus (violín), que interpretaron música de Felix Mendelssohn, Ernest Bloch, George Gershwin, Matyas Seiber, David Amram, Henryk Wieniawsky y Franz Schreker.

El salón acondicionado para el evento se llenó por completo, y la reacción del público a cada obra y, sobre todo, al final, fue de absoluto extásis. Se logró cumplir la expectativa de ofrecer un concierto de primer nivel, y la organización del mismo fluyó a la perfección en prácticamente todos sus detalles.

¿Qué es el proyecto Música Silenciada?

Desde que el Nazismo ocupó el poder en Alemania en 1933, empezó la implementación de una agresiva política cultural que poco a poco fue censurando todo aquello que los nazis consideraban “nocivo para el pueblo alemán”. Obras y autores fueron relegados, silenciados y, eventualmente, perseguidos y hasta asesinados por la intolerancia cultural del Nazismo. En 1937 se acuñó el término “arte degenerado”, y con ello se consolidó la política discriminatoria y criminal del Nazismo contra la cultura europea moderna.

Por supuesto, los artistas judíos fueron el blanco favorito del Nazismo, y esto afectó no sólo a los que estaban ejerciendo su profesión en Europa en ese momento, sino incluso a los que estaban en América, o hasta los que habían vivido en el siglo XIX.

Por ello, autores como Mendelssohn, Wieniawsky y Gershwin, aunque no tuvieron que lidiar directamente con los nazis, fueron censurados por ser considerados “degenerados”.

Al respecto hay que hacer una consideración relevante: los autores judíos directamente afectados por el Nazismo, como Schreker y Seiber, eran judíos por nacimiento, pero no escribían música de estilo judío. Schreker fue un hijo absoluto de los conservatorios alemanes de su tiempo, y Seiber fue un apasionado investigador del folclor húngaro. En términos técnicos estrictos, fueron músicos europeos.

Eso significa que la agresión nazi, en estos dos casos en particular, fue contra dos personas judías, pero contra la cultura europea. En el caso de Schreker, contra la cultura alemana. Dado que no fue el único caso similar, sino que esto fue una situación sistemática, se puede y se debe decir que la agresión nazi contra estos artistas fue, en realidad, un suicidio cultural.

Y es que así es la xenofobia: se disfraza de odio y rechazo contra el que es distinto, pero en realidad termina por convertirse en un odio y rechazo contra el ser humano. Es decir, contra uno mismo.

Esta agresión contra el qué hacer cultural europeo en los años 30’s literalmente le puso un alto a un proceso de evolución que venía dándose desde aproximadamente mil años atrás. En el caso de la música se resiente especialmente, y lo podemos notar en que muchas personas creen o afirman que “ya no se hace música clásica”.

Esto, por supuesto, es erróneo. Hay compositores que en este momento están componiendo obras que se definen como “música académica”, y eso no es otra cosa sino la moderna música clásica.

Pero también es cierto que hacia mediados del siglo XX hubo una ruptura, y que debido a ello la música académica o clásica perdió mucha de su preponderancia. Desde entonces, se reforzó una tendencia que apenas había aparecido en el siglo XIX, y que consiste hasta la fecha en dedicar la mayor parte de las interpretaciones y grabaciones a “las grandes obras del pasado”, como si lo clásico fuese un asunto fosilizado de manera natural.

Allí radica la importancia cultural del proyecto Música Silenciada: se trata de devolver a las salas de concierto las obras de toda esa generación borrada por el Nazismo, la música que estaba destinada para ser el puente entre el Romanticismo tardío y la modernidad.

Por supuesto, no es el primer esfuerzo que se hace a nivel mundial. Las obras de estos compositores se han recuperado paulatinamente desde hace setenta años. Sin embargo, son pocos los países en donde se han hecho esfuerzos sistemáticos para su presentación al público. Por supuesto, se ha hecho en Israel, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. Pero hasta donde tenemos entendido –y así nos lo ha confirmado por carta Michael Haas, el más destacado especialista en la música prohibida por el Nazismo–, en América Latina no se ha implementado un proyecto semejante. Estamos abriendo brecha en ese sentido, e iniciando una tendencia.

Ha sido un proceso bastante largo y lento. Las primeras charlas de las cuales surgió la idea de presentar este tipo de música, se dieron hace trece años entre el Maestro Robert Schwendeman y yo, si bien en ese entonces la idea era organizar conciertos con música vinculada de alguna manera al Judaísmo (es decir: música de autores judíos, o música de autores no judíos pero inspirada en temas judíos; por ejemplo, el oratorio Israel en Egipto, de Haendel). Si mal no recuerdo, sería por ahí de 2006 cuando Robert me propuso el tema de la Música Silenciada, y desde entonces tuvo el acierto de no dejar de insistir en ello (yo tenía una idea un poco más generalizada y me parecía que la Música Silenciada podría ser una parte de nuestros proyectos, pero no tanto como el eje rector; en ese aspecto, debo decir que el mérito lo tuvo Robert).

Pero echar a andar un proyecto cultural (sobre todo, uno de gran envergadura) no es sencillo. Son muchas las áreas de trabajo, y Robert y yo no teníamos la capacidad de abarcarlas todas. En consecuencia, durante mucho tiempo nos dedicamos a darle vueltas al asunto y soñar. Por supuesto, en el proceso le dimos forma (por lo menos en teoría) a muchos posibles conciertos, suponiendo que cuando se diera una ocasión realista para echar a andar las cosas, ya tendríamos listas muchas alternativas para trabajarlas.

Las cosas empezaron a consolidarse y tomar un rumbo más concreto cuando hace un poco más de dos años se integró al proyecto el empresario Sergio Bringas Viguri. Melómano profesional y humanista por convicción, nos puso en contacto con gente que también se interesó en la idea de recuperar toda esta música, si bien al final no logramos consolidar ninguna actividad. Sin embargo, se había dado un gran paso en cuanto a la gente que podía colaborar con el proyecto: ya no éramos sólo Robert Schwendeman y yo, sino más personas que, en su momento, podrían agregar su colaboración.

Hasta que se nos apareció, literalmente, un ángel llamado Maty Braverman, una promotora y productora cultural cuya experiencia estaba primordialmente en el ambiente de la literatura. Tuve el gusto de conocerla hace un poco más de un año, con motivo de un concierto para la Comunidad Sefaradí de México, para el cual yo preparé los arreglos. Platiqué un poco con ella sobre lo que cada uno hacía profesionalmente, y aunque nunca se había involucrado en la organización de eventos musicales de esta naturaleza (y, sobre todo, de este costo), intuí que era la persona que nos estaba haciendo falta para el proyecto de Música Silenciada.

Después de aquel concierto con la Comunidad Sefaradí, me reuní con ella y le platiqué de este proyecto. Allí se dio el click inicial. Luego nos reunimos con Robert, y pese a que afloraron las diferencias de perspectiva obvias que podía haber entre una productora cultural y dos músicos especializados en cualquier cosa, menos en producción, logramos entendernos bastante bien y bastante rápido.

Y entonces pudimos comenzar con planes verdaderamente concretos. El asunto ya iba caminando mejor cuando, casi por accidente, Maty Braverman hizo un comentario sobre organizar conciertos mientras tomaba un café con Víctor Achar (muy vinculado a Enlace Judío por ser hijo de nuestra Directora, May Samra), al cual se le ocurrió hacer una llamada a un amigo suyo, otro melómano profesional, que sin duda estaría interesado en apoyar el evento. Se trataba, ni más ni menos, que del Lic. José Carral Escalante, presidente del Club de Industriales, y además muy amigo de Sergio Bringas.

Así que con eso se cerró el círculo. Tuvimos una cita inicial para hablar del proyecto con el Lic. Carral, y a ella asistimos Robert Schwendeman, Maty Braverman, Sergio Bringas, Víctor Achar y yo, ya como un equipo de trabajo. El Lic. Carral de inmediato puso a nuestra disposición las instalaciones del Club para hacer el concierto, y no quedó más que negociar la fecha.

Y, por supuesto, conseguir el financiamiento (lo más difícil, como de costumbre), para lo cual fue fundamental el trabajo de Maty Braverman, que en todo momento estuvo apoyada por Sergio Bringas y Víctor Achar, y que en el proceso logró que otra persona más se integrara al equipo de trabajo: la Dra. Raquel Saed de Zaidman.

De ese modo, paso a paso, todo se fue conjuntando para lograr un concierto memorable que dejó profundamente impactado a los asistentes, al grado de que sabemos que pronto se integrarán nuevas personas al equipo de organizadores, justo porque el evento del pasado jueves demostró que es algo que vale la pena.

No sólo es el valor de la música recuperada. Es, además y acaso por encima de ello, un potente grito contra la xenofobia, el racismo y la intolerancia.

Así lo creemos los que estamos directamente involucrados en la organización del proyecto, así lo pudieron vivir los asistentes al concierto, y así lo están viendo también diversas instituciones que ya nos han dado u ofrecido su apoyo. Por supuesto, hay que mencionar otra vez que tres embajadas ya pusieron su colaboración asistiendo al concierto –por medio de los Excelentísimos Embajadores, algo notable y nada frecuente–.

Esto apenas comienza, y promete consolidarse como uno de los proyectos culturales más importantes que se hayan hecho en relación con el Judaísmo. Los objetivos son muchos y las metas son ambiciosas, porque si algo nos queda claro a los organizadores es que no hay que dejar de soñar.

Estén pendientes. Aquí en Enlace Judío seguiremos dando cobertura a todas las actividades futuras, porque el objetivo definitivo es que toda esta música maravillosa esté al alcance de toda la gente.

Las durísimas lecciones de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto nos han enseñado que, a fin de cuentas, la cultura es un patrimonio de toda la humanidad.

Al momento de deleitarnos con la belleza de la música, o de estremecernos con sus momentos profundamente melancólicos, no hay razas, nacionalidades, religiones o culturas. Somos, simple y sencillamente, humanos.

El reto de este legado musical es, por lo tanto, a que seamos mejores seres humanos.

Es una labor en la que siempre se puede avanzar y mejorar un poco más.