PINI DUNNER

Hace un par de meses escribí una columna sobre el psicólogo social nacido en Alemania, Kurt Lewin (1890-1947). Aunque la mayoría de la gente nunca ha oído hablar de él, Lewin fue absolutamente único – un pionero innovador en muchas áreas de la psicología y la sociología en un momento en que ambos campos estaban todavía en su infancia. Su extensa investigación y rigurosos estudios continúan afectando a cada uno de nosotros de una manera de la que ni siquiera somos conscientes.

Lewin acuñó el término “dinámica de grupo” e investigó extensamente cómo se comportan los grupos de personas cuando están juntas – tanto internamente dentro del grupo como en grupo hacia otros. La idea central que sustenta la “dinámica de grupo” es que el comportamiento de un individuo cambiará cuando formen parte de un grupo.

Actualmente, la investigación de Lewin se utiliza a menudo en las escuelas de gestión para enseñar la mecánica de la construcción de equipos, utilizando un modelo propuesto en 1965 por el eminente psicólogo, el profesor Bruce Tuckman (1938-2016). Este enfoque se denomina “formación-asalto-normalización-realización” y traza el desarrollo de un equipo exitoso a través de cuatro etapas separadas.

Durante las etapas iniciales de “formación”, “asalto” y “normalización” del proceso, los miembros individuales del grupo pueden confusos en cuanto a los objetivos colectivos del equipo. El éxito o fracaso del equipo en su conjunto dependerá de la capacidad de cada persona para dejar a un lado cualquier individualismo que pueda distraer el éxito final del equipo en su conjunto.

El punto importante es que la dinámica de grupo es una fuerza extremadamente poderosa, y cuando se ejerce de manera eficiente, puede producir resultados increíbles. Pero también hay un lado oscuro de la dinámica de grupo: El poder del grupo puede abrumar el deseo individual de una persona de hacer lo correcto, dando lugar a situaciones en las que las personas buenas hacen cosas malas como resultado del abrumador impacto de las presiones grupales.

En casos extremos, este fenómeno puede ser manipulado por personas corruptas o malvadas – con resultados espantosos. Esta es una explicación parcial de por qué personas aparentemente normales se unen a cultos destructivos, o caen bajo el hechizo de ideologías malignas, como el nazismo o el islamismo radical.

La dinámica de grupo no debe utilizarse como excusa para las personas que perpetran el mal como resultado de la dinámica de grupo. Por el contrario, son precisamente los peligros de este fenómeno los que deben estar a la vanguardia de nuestra mente si nos vemos deslizándonos hacia conductas indeseables. Tenemos que pensar: “¿Esto está sucediendo porque soy parte de un grupo?”

Lo que es más importante, es necesario que seamos conscientes de que nadie es inmune a los efectos de la dinámica de grupo, ni tampoco nadie es su esclavo, como lo demuestra el episodio bastante notable de los doce “espías” enviados por Moisés para revisar la Tierra de Canaán en la porción de la Torá de esta semana de Shelach.

El texto revela que cada uno de los 12 hombres enviados por Moisés en la misión era distinguido y digno (Números 13: 3): “todos ellos hombres [de prestigio], eran líderes de los hijos de Israel”.

¿Cómo fue posible que este equipo de individuos extraordinarios traicionara el plan de Dios y regresara de Canaán con información negativa? No sólo eran de la generación que estaba al pie del Monte Sinaí y oyeron la voz de Dios, sino que fueron sus líderes. ¿Qué sentido tiene su traición?

Como si esto no fuera bastante desconcertante, hubo dos hombres que no abandonaron la misión en favor de un esquema divergente: Josué y Caleb. ¿Qué fue lo que les permitió permanecer leales mientras los otros 10 se rebelaron?

Los comentarios ofrecen una gama de respuestas para explicar la misteriosa transformación de 10 hombres honorables en agentes de desastres. El texto en sí nos ofrece muy pocas pistas, aunque hay al menos una pista que revela la mecánica. Aunque los 10 espías fueron inicialmente nombrados individualmente, una vez que la misión comenzó, sólo se les mencionó como grupo o se refirieron a sí mismos como un grupo: “declararon”, “hablaron”, “vimos”, “éramos”, etc.

Es improbable que todos dieran el informe al mismo tiempo al unísono. Más bien debe haber sido uno o dos de ellos que actuaron como portavoz de todo el grupo. Y sin embargo, ningún individuo del grupo es nombrado portavoz. Por muy ilustre que haya sido cada uno de ellos al principio, como grupo habían sacado lo peor del otro.

Mientras tanto, Josué y Caleb son mencionados por su nombre por hablar en favor de la tierra. En el caso de Josué, Moisés había cambiado su nombre antes de irse para incluir una referencia a Dios, fortificándolo de cualquier influencia negativa, mientras que Caleb pasó un tiempo durante la expedición de 40 días visitando las tumbas de los patriarcas y matriarcas en Hebrón, según nos informan fue para protegerse de la insidiosa influencia de sus colegas.

La poderosa lección de estos dos grandes hombres es que la única protección contra la caída como presa a la dinámica de grupo negativo es la vigilancia. Aunque usted sea totalmente honorable, cuando es parte de un grupo, debe ser constantemente consciente de los valores fundamentales que usted aceptaba y defendía antes de unirse al grupo. De lo contrario, inevitablemente se convertirá en sin rostro y sin nombre – parte de una multitud que puede descender al mínimo denominador común.

Particularmente en nuestros tiempos, cuando las masas de gente suscriben ideologías y creencias que contravienen nuestros valores judíos fundamentales, debemos estar atentos y ser conscientes de que no caeremos presa de la influencia maligna de la dinámica de grupo, sino que defendemos lo que es correcto, como Josué y Caleb, que – como resultado de su convicción y coraje – fueron autorizados a entrar en la Tierra Prometida.

Fuente: The Algemeiner – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico